"Los presos políticos crearon un organismo democrático"

I.L.H.
-

El escritor, periodista y director adjunto de La Vanguardia, Enric Juliana, presenta este lunes en el Salón Rojo (19.30 horas) su libro 'Aquí no hemos venido a estudiar'

Enric Juliana.

En la cárcel de Burgos, un penal de los más duros durante el franquismo, tuvo lugar en 1962 una discusión «profunda y dramática» entre los presos políticos comunistas sobre cuál era el camino a seguir. Manuel Moreno Mauricio creía que había que continuar formándose y Ramón Ormazábal, fundador del Partido Comunista en Euskadi, era partidario de la acción. Durante ese debate lanzó la frase que da título al libro Aquí no hemos venido a estudiar (Arpa Editores) y con el que Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, contextualiza la España de esa época mientras invita a reflexionar sobre aquellos tiempos y los de hoy. El libro, que va por la cuarta edición en castellano y ha merecido el Premio Rodolfo Walsh, se presenta este lunes en el Salón Rojo del Teatro Principal (19:30 horas) y el martes Juliana da una charla en la cárcel para contar a los presos cómo era entonces la prisión (a la 10:30 h.).

Usted conoció al protagonista de esta historia, Manuel Moreno. ¿Cómo era y qué le atraía de él?

Le conocí en Badalona cuando yo tenía 16 años porque era vecino y amigo de mi abuelo, con el que trabajó en un taller mecánico. Quedé impresionado por su personalidad y por lo que había sido su biografía (fue un guerrillero comunista condenado a muerte, al que se le conmutó la pena y que pasó 17 años en la prisión de Burgos). No hablaba mucho del pasado, pero en cada conversión te dejaba un fragmento de su vida; y cuando murió me quedé con la pena de no haber charlado más. Desde ese momento fui madurando la idea. Aunque no fue hasta hace 12 años cuando me puse en serio a recopilar la documentación.

De aquella idea que usted tenía de él, ¿hasta qué punto ha cambiado al estudiar su vida?

Ha cambiado para mejor, la verdad. Era una persona de una pieza, que aunaba la serenidad con una capacidad de resistencia extraordinaria. No hay muchas personas así. Y diré más:con todo lo que había pasado no era un hombre resentido. Tenía una visión política en el sentido más noble de la palabra. Era un hombre prudente en algunas cosas y eso me sorprendía. 

La cárcel de Burgos fue una de las más penosas del franquismo y también de las más activas intelectualmente. ¿Fue esa la clave para que los presos políticos sobrevivieran?

Yo creo que sí. El sistema de supervivencia, en realidad, se basaba en un sistema de comunas que estaba formada por seis o siete presos. Cada comuna ponía en común la poca comida y dinero que recibían para repartirlo entre todos. Las comunas las crearon los comunistas, pero no había que serlo para entrar y tampoco se les excluía si eran sancionados. Esto creaba unos vínculos de fraternidad muy altos. Además de la comida, las comunas organizaban círculos de discusión y una escuela paralela de formación política.

En ese contexto se produce la discusión que da título al libro...

...Sí, fue el choque también entre dos generaciones. Era el año 62 y había habido una serie de huelgas en Asturias y País Vasco. Por un lado estaba el grupo de Manuel, que llevaba en la cárcel desde el 47; era más prudente y creía que había que seguir formándose como hasta ese momento.Y  por otro Ormazábal, que representaba a los que pensaban que el franquismo tenía los días contados y había que pasar a la acción.

Ahora ya sabe lo que pasó después pero, si tuviera que haber elegido ¿cuál habría sido su postura?

-Ríe-. Es una pregunta que ni yo me había planteado. Creo que por mi carácter habría estado del lado de Manuel Moreno Mauricio, sí.

¿Qué queda de los ideales de los que lucharon en aquella época?

La sociedad actual es totalmente distinta y el paso del tiempo es inexorable. Pero creo que aquella gente lo que contribuyó es a que llegase la democracia. Directamente. Porque si en los años anteriores no hubiese existido gente enfrentándose a la dictadura, y en las condiciones más adversas imaginables, posiblemente la evolución política del país hubiese sido otra. Porque había otros planes de transiciones más lentas, más controladas desde arriba, etc. Hay que recordarles, y eso es lo que he intentado hacer yo, pero construyendo el contexto. ¿Se ha hecho lo suficiente?, pues quizá no.

Cuenta en el libro el episodio de Julián Grimau y la difícil decisión sobre qué medidas tomar ante su condena a muerte, que el partido trasladó a la base.  Esa consulta a las bases, ¿tendría posibilidad hoy?

Me temo que es una pregunta que merece una gran reflexión. Los partidos políticos tienen un problema, las fórmulas de deliberación han entrado en crisis, todo está sometido a las exigencias de la inmediatez, etc. En cambio estas personas, en una situación de precariedad absoluta, tuvieron que tomar una decisión delicada con contenido político pero también emocional. Y lo hicieron. Así que un respeto. Es una de las conclusiones que saco: esta gente logró crear un organismo vivo y democrático dentro de la cárcel. 

Demostraron también la fuerza de la colectividad, algo que nos ha recordado la pandemia e inmediatamente hemos vuelto a olvidar. ¿No somos conscientes, no nos interesa verlo o no interesa que lo veamos?

La pandemia ha reforzado el concepto de sanidad pública, eso sí. Pero más allá de eso es uno de los grandes temas. Vivimos en una sociedad que fomenta la individualidad. Pero se están produciendo algunos cambios porque hay una crisis importante del auge del individualismo. Al final nos movemos en la dicotomía.