"Lo más sabio de un ser humano es tener memoria selectiva"

ÁLVARO MELCÓN / Burgos
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El rincón de pensar (IV) | Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario

Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario. - Foto: Alberto Rodrigo

Jaca, 1944. Hijo de un funcionario con tendencia a las mudanzas profesionales y familiares, pisó Burgos por primera vez en 1963 para aprender a dibujar en el estudio del arquitecto José Luis Gutiérrez antes de ir a estudiar a Madrid. No llegó a la capital. Antonio Miguel Méndez Pozo se quedó en Burgos y se tituló en la Escuela de Aparejadores, donde un cuarto de siglo después seguía teniendo el expediente más brillante de la carrera. Arraigó a su familia, el verdadero núcleo de su vida, y la educación de posguerra le empujó a hacerse empresario. Primero del ladrillo, después de la comunicación. En ambos casos, con buenas dosis de casualidad. Ensambló la Fundación Atapuerca que hoy preside, como también la Fundación Silos, la Cámara de Burgos y el Consejo Regional de Cámaras. Es vicepresidente de Cámara España y de la Fundación del VIII Centenario de la Catedral de Burgos.

Resulta complicado explicar parte de la historia de Burgos en el último medio siglo sin la figura de Méndez Pozo, Míchel para sus amigos. Pasó su infancia haciendo las maletas mientras su padre, aparejador municipal, iba de plaza en plaza cubriendo los destinos que le tocaban en suerte. Por eso él nació en Jaca. Después tocó Benavente, Oviedo, Zamora y Santander. A Burgos llegó cuando se decidía el Polo y se inauguraba la Escuela de Aparejadores. Eso, y una estudiante a la que conoció el primer día que pisó la Escuela, le amarraron aquí para el resto de su vida.

Tras varias carambolas y con el destino torcido (su objetivo era la Escuela de Arquitectura de Madrid), comenzó a hacer negocios en el mundo de la construcción para acabar convertido en uno de los mayores empresarios del gremio. Fue señalado y procesado en una causa sin precedentes que dio con él en prisión ocho meses antes de que la Justicia ordenara dejar sin efecto la condena y su puesta en libertad. Ni lo oculta ni lo olvida, pero relativiza mucho hasta qué punto aquella experiencia marcó su voluntad en las décadas venideras.

Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario.Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario. - Foto: Alberto Rodrigo

Su siguiente paso fueron los medios de comunicación. Comenzó convirtiéndose en editor de este periódico casi por casualidad y hoy el Grupo que preside da trabajo a un millar de profesionales en el sector de la comunicación. Creó la Fundación Atapuerca para sacar de la precariedad el proyecto y ahí aprendió latín para después afrontar causas filantrópicas como la Fundación Silos o el VIII Centenario de la Catedral de Burgos. Es, para más señas, presidente de largo recorrido en la Cámara de Burgos. Ahí va una parte de toda esa historia, la del chaval al que su padre le recomendaba hacerse el tonto pero dejar claro a su interlocutor que no lo es. La del constructor que se hizo editor.

¿Usted sabe estarse quieto?

A mí me gusta hacer cosas y las cosas se hacen moviéndote. Si estás parado, te atropellan. Además, desde chaval me tocó moverme para salir adelante. Me gusta ser útil y, mientras Dios me dé salud, iré haciendo cositas. No, no me gusta estarme quieto.

Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario.Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario. - Foto: Alberto Rodrigo

Esa necesidad de estar alerta es muy propia de quienes crecieron en la posguerra...

Nací en el 44, así que, efectivamente, soy hijo de la posguerra. Eso te marca, sí. Es indudable que a las próximas generaciones de ucranianos les marcará lo que está sucediendo como nos pasó a nosotros. Crecí en una familia humilde. Mi padre ganaba 333, 33 pesetas y con eso había que sacar adelante una familia amplia. Jugaba con una pelota de trapo y esperé siete reyes magos para tener una bicicleta. En definitiva, valorábamos lo que suponía sacar adelante a la familia, y eso determina. Había que estudiar a fondo, acabar la carrera cuanto antes y espabilar porque no había de nada. Eso marcó a toda una generación, pero había una suerte: tenías todo el campo abierto. El que quería hacer algo, tenía campo. Somos una generación responsable, respetuosa con nuestros mayores. Una generación que sacó a este país de un momento muy delicado.

Todo aquello también provocó que esa generación vinculara mucho el éxito en la vida al éxito profesional y, en último término, económico.

Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario.Antonio Miguel Méndez Pozo, empresario. - Foto: Alberto Rodrigo

Claro, porque eso te permitía sacar a tu familia adelante y mejorar. Tirábamos detrás de la pelota de trapo, pero eso no impidió que tuviéramos una infancia muy feliz. Luego empezamos a trabajar los veranos para ganar unas perrillas y liberar a tus padres de cargas. Yo tengo mucho orgullo y cuando vine a Burgos siendo un niño, llegué con un abrigo que era el de mi padre dado la vuelta. Eso lo recuerdo con orgullo. El único problema era que el ojal lo tenías al lado contrario, ¡ya ves! Tenía muy presente que había que ayudar en casa y trabajar mientras estudiaba la carrera. Yo me pagaba todo menos la casa, y eso fue estimulante. Ahora veo a otras generaciones y entiendo que aquella educación y lo que nos tocó vivir nos hizo diferentes, sí. Recuerdo que iba a coger aceite con la cartilla de racionamiento, que había que acabar hasta la última gota, y no nos pasaba nada. Creo que fuimos más felices que ahora. Me eduqué con los claretianos y también hice las milicias universitarias. Todo marca. Durante las prácticas de la mili, en Salamanca, recuerdo que conocí a chicos que habían salido de su pueblo por primera vez. Uno de ellos se apellidaba Méndez Méndez y le cogí cariño, un chaval extraordinario que venía de las Urdes, pero no conseguí que aprendiera a hacer la instrucción.

Hace 60 años que pisó Burgos por primera vez. ¿Qué ciudad se encontró?

El día del Pilar de este año hará 60 años, sí. Vine con el temor de que venía al polo ártico, pero estuvimos tomando café en el Espolón y hacía un calor tremendo. Por entonces, Burgos era una ciudad de militares, curas y monjas, una sociedad alrededor del Salón de Recreo y con menos de la mitad de la población que tiene ahora. Eran los años en los que se creó el Polo y la Escuela de Aparejadores, que le dio un enorme empuje. Aquello determinó que yo me quedara en Burgos. Era un buen estudiante, hice el Bachiller, el PREU, aprobé el Selectivo de Ciencias en Salamanca, en el Palacio Anaya, y mi padre me pidió que esperara un año para estudiar Arquitectura en Madrid, que viniera primero a Burgos con un arquitecto que era muy amigo suyo, José Luis Gutiérrez, a practicar dibujo. Me dijo que a la Escuela de Arquitectura no se podía ir a hacer el indio y me vine a Burgos a estar, en principio, seis meses preparándome.

Llegué a Burgos con un abrigo que era el de mi padre dado la vuelta. Es algo que recuerdo con orgullo"

 

Así que Burgos explosionó gracias al Polo y a apuestas como la Escuela de Aparejadores. Industria y nuevas titulaciones, me suena actual.

Sí, 60 años después seguimos con lo mismo. Así llegué. Tenía la costumbre de ayudar a mi padre a tirar de la cinta. Él era aparejador municipal y trabajaba como certificador de obra, y yo me iba a medir con él. Lo determinante en mi vida es que le pasaba a máquina las certificaciones de obra, así que tenía muy metido en el coco el desarrollo de lo que era una obra, sabía lo que era una edificación. Cuando viene el Polo, en el estudio de José Luis Gutiérrez, donde yo iba a dibujar desde primera hora de la mañana, entró muchísimo trabajo. A José Luis le preocupaba que saliera y me relacionara, así que me pidió que me matriculara en la Escuela que, como te decía antes, acaban de abrir. Como tenía el Selectivo, me convalidaron Matemáticas, Física y Química, de forma que iba a Aparejadores a estudiar diseño y materiales. La idea seguía siendo irme después a Madrid a hacer Arquitectura. El primer día que fui a la Escuela conocí a una chiquita a la que después acompañé a casa y que es mi mujer, Esperanza. Total, que llegó el aluvión de trabajo al estudio y un día me encontré con el arquitecto desolado. Le pregunté qué sucedía y me explicó que estaban con el proyecto de la fábrica de San Miguel, el aparejador había enfermado seriamente y no tenía a nadie para hacer las mediciones. Le dije: Don José Luis, yo algo de esto sé, y él, que estaba angustiado, me dijo que me fuera para allá. Ahora, cuando veo la fábrica, me acuerdo de todo aquello que, como te decía, cambió mi vida. Estuve a gusto en la Escuela, conocí a Esperanza y me quedé en Burgos. Ese es el porqué.

De su relación con Gutiérrez quedó, también, el famoso edificio Gumen.

Efectivamente, Gutiérrez-Méndez. Para mí, él fue como un segundo padre. Le debo todo a José Luis Gutiérrez y a esta ciudad. También había, es cierto, mucha efervescencia social en aquella época. Recuerdo movimientos estudiantiles en la Escuela. Yo estaba en la Juventud Obrera Católica y me vi corriendo delante de los grises. Fui el primer presidente de la Escuela de Aparejadores elegido por los alumnos. A mi hermano Toti (Gregorio), que fue sacerdote, le tocó estar de coadjutor en Langreo con los movimientos mineros. Le detuvieron y estuvo en la cárcel, de donde le sacó el obispo a condición de que le desterraran. Esas cosas pasaban e influían en tu personalidad.

Después se convirtió en uno de los mayores empresarios de la provincia en muy poco tiempo. Eso levanta pasiones y no todas son buenas.

Efectivamente. Pero todo suponía mucho esfuerzo. Cuando decidimos formar una familia, le dije a Esperanza que tenía 100.000 pesetas ahorradas en el banco y que ya nos podíamos casar…

…Oiga, que 100.000 de los años 60 era una pasta…

Para casarte, piso y tener familia. Compré un R8 blanco, el 29379 de Burgos. La noche antes de casarnos, llamé a Esperanza para darle una sorpresa, que era que le habían puesto una radio al coche, el no va más. Con ese R8 me recorrí la provincia de Burgos de arriba abajo, estaba a las siete de la mañana en la obra y ahí no se colaba un forjado sin que yo lo revisara. Cuando empecé a montar empresas, mi gran pena fue dejar la profesión. Me encantaba irme a ver al encargado y revisar toda la obra. La carrera de aparejador ha sido mi gran pasión. Después vino mi hermano a Burgos, que también es aparejador. Un día fui a la obra y vi que habían hecho algo sin que yo lo revisara. Cuando pedí explicaciones, me dijeron que se lo había dicho mi hermano. Entonces me di cuenta de que uno de los dos sobraba (ríe). Me veía más en la faceta de llevar la gerencia y mi hermano sigue siendo un grandísimo aparejador. Ahí está el Museo de la Evolución Humana, una obra dirigida por él.

¿Cómo fue ese tránsito de la obra al despacho?

Había un cliente de José Luis Gutiérrez que estaba haciendo obras en Salamanca y yo le llevaba el proyecto como aparejador. A cambio de esos honorarios, me dieron un piso en la calle Clunia, en Burgos. Ese fue el piso al que fuimos a vivir y en el que nacieron nuestros tres hijos. Pero queríamos mejorar y para dar el salto constituí una sociedad con 30 amigos de José Luis y míos para hacer un edificio en el que los pisos de delante eran para los socios y los de detrás para vender o cambiar por materiales de construcción. Aquella operación la llevé yo y, al terminar, me di cuenta de que sabía hacerlo. El edificio es el Estudio, en Reyes Católicos, y sigue perfecto. El piso nos costó un millón de pesetas a cada socio. En realidad, yo quería conseguir un buen piso a un buen precio, pero me entendía con los proveedores y los obreros y di el salto definitivo al mundo de la empresa.

Cuando las empresas crecen se genera riqueza y la riqueza llama al poder. Usted lo comprobó a finales de los 80 y los primeros 90. Le acusaron, le procesaron y le condenaron. ¿Sigue marcado por aquello?

Yo iba a pecho descubierto y buscaba unificar el sector. De hecho, hicimos cosas en conjunto. Seguí mi proceso e indudablemente aquello creó algún enemigo que otro. Luego entiendes que, desgraciadamente, eso es lo habitual en la vida. Los últimos 80 son una etapa muy interesante para mí, pero tuve problemas que te marcan de por vida. A mí trataron de hundirme, pero al final no pudieron conmigo porque no tenían cómo hacerlo. Estoy orgulloso. Entré donde entré y aquella misma noche mi reflexión fue que si Dios quería que yo entrara allí, sería por algo. Pensé en ser útil allí y fue una etapa de mi vida muy importante. Pasé en cuatro días de ser el más peligroso del lugar a tener una sentencia absolutoria.

Está bastante arraigada la creencia de que fue indultado.

No, eso jamás pasó. Tienes ahí ejemplos vivos de personas que me ofrecieron el indulto con el Gobierno socialista, quizás porque a alguno le remordía la conciencia, pero lo rechacé. (Se levanta y va hacia una zona llena de papeles de los que extrae un auto judicial). Después de todo lo que revolvieron me condenaron a más de siete años y pico por una (lo lee) falsedad ideológica sin perjudicados a terceros. Después decidieron dejar sin efecto las condenas impuestas y dieron orden de que se me pusiera inmediatamente en libertad. Fue en mayo del 96. Años después, a través de Juan José Laborda, Felipe González quiso conocerme. Me dijo: tenía ganas de conocer a un tío con dos cojones.

¿Piensa mucho en esa experiencia?

No, ni lo más mínimo, y eso que las putadas que allí se me han hecho a mí… Podría escribir un libro. Decidí ser útil. Cuando había un lío, yo lo resolvía. Cuando había que escribir cartas a las novias, yo me encargaba. Monté un piso fuera para que pudieran venir los familiares a las visitas, monté una escuela… Me sentí útil. Te digo, y no es ninguna coña, que si Dios quiso que yo estuviera allí, sería por algo. Pero podría contar muchas de cómo me quisieron hacer la vida imposible. En los ocho meses que estuve también recibí multitud de cartas. ¿Me marcó? Sí, pero para bien.

Le cuesta decir la palabra cárcel.

(Sonríe) Digo 'chabolo' y esas cosas… Tampoco me preocupa mucho, la verdad. A mí nadie me puso unas esposas, cosa que agradezco a los policías que se saltaron las órdenes del gobernador civil para humillarme delante de las cámaras. Por lo demás, insisto en que es una experiencia positiva. La gente no se lo cree, pero a mí aquello me hizo fuerte. Y creo que también me hizo más respetado. Gregorio Marañón me dice que tengo que escribir mis memorias, pero no creo que yo deba escribir nada. Lo que pasó se movió desde Madrid y estuvo planificado perfectamente, pero se equivocaron con la persona elegida. No había nada, y mira que miraron. Hasta trajeron a un gobernador civil solo para esto.

A mí trataron de hundirme, pero no pudieron conmigo porque no tenían cómo hacerlo"

Usted después desarrolló amistad con personas que disimularon poco su ímpetu por procesarle…

Sí. Recuerdo cruzarme de calle a calle para saludar a personas que no se atrevían a mirarme a la cara. Recuerdo haberles dicho que yo tengo una memoria muy selectiva y que no tenía intención de pasar facturas. Aquello les desconcertaba mucho (sonríe). Lo más sabio que puede hacer un ser humano es tener memoria selectiva, sí.

El odio es un trasto pesado.

Mucho, y a mí me preocupaba mi salud y mi estabilidad.

Una institución, unos bocadillos y unos objetivos rendidos

La actividad empresarial y social de Méndez Pozo se multiplicó en los años 90. Aprendió rápido a moverse en el alambicado sector de la prensa, se metió en las televisiones digitales mientras otros se mofaban de estas inversiones y un buen día que le dejaron sin correo decidió subir a Atapuerca a ver de qué iba todo aquello. Allí, sobre una tabla y buscando sombra, se cruzó con los científicos que amplificarían el nombre de los yacimientos a nivel global.

Paralelamente, se convirtió en un actor recurrente en el mundo cameral, lo que, de nuevo, amplió su paleta de contactos. Extrapoló la experiencia de Atapuerca a Silos o al VIII Centenario de la Catedral de Burgos, y no duda en poner su agenda al servicio de las causas que persiguen esquivar las amenazas que se ciernen sobre el presente de Burgos. En un mundo de tensiones existen muchas fuerzas en disputa. La suya, asegura, está al servicio de la sociedad civil.

Mientras todo esto pasaba, compró Diario de Burgos.

Sí. Tengo una serie de hitos que han marcado mi vida. Resolví la compra del Diario de Burgos un sábado por la tarde, después de ver una película de vaqueros. Me lo propusieron y a la mañana siguiente era la junta general de accionistas. A mí me lo planteó Miguel Gómez de Liaño, del que yo no sabía que era el secretario del consejo de administración. Tenían un problema económico y el banco les había dicho esa mañana que hasta ahí habían llegado. Desconozco cómo influía el hecho de que el Diario fuera de dos familias o cómo pudo influir el interés de los vascos (hoy Vocento) por quedarse con el periódico.

¿En esa operación se perdía dinero para comprar poder?

Mira, el Diario de Burgos es una institución. Que cayera en manos de empresas de fuera no nos hacía gracia a nadie, la verdad. Y te lo digo claramente, me olía a negocio. Veía que tenía viabilidad. A mí lo del poder me daba bastante igual. Esto no va de meter miedo a nadie, a mí lo que me gusta es llevarme bien con la gente, ser útil. Cuando vi lo que había de verdad, pensé que había hecho una gran compra. Esa es la verdad.

También venía un proceso de reconversión que iba a costar una morterada.

Yo me encontré con un Diario de Burgos que, dentro de los periódicos de provincias, era de los pocos que había iniciado una reconversión tecnológica. Pasé de ser lector del Diario a ser el dueño, y una de las primeras cosas que me pidieron Jesús Bueno y Javier Gutiérrez, al que nunca podré agradecer todo lo que hizo, fue meter color para los clientes publicitarios. Suponía hacer unas cuantas páginas en color y recuerdo que había que traer una rotativa. Eso sí que me preocupó, ¡valía un huevo traer la máquina! Después miraba que la planta, con todo lo que acabábamos de pagar, funcionaba media hora al día. Llegó a mis oídos que los periódicos de Madrid querían imprimir fuera para llegar a primera hora a los quioscos en toda España. Empecé a hablar con ABC y, cuando estábamos a punto de la firma, a alguien se le ocurrió preguntar cómo íbamos a solucionar eso de la grapa. ¿Pero qué coño es eso de la grapa? Así que aquello no salió. Después hablamos con otros grupos y empezamos a imprimir otros periódicos como Marca.

Y de ahí, a la televisión.

Sí, después me metí en el tema de las televisiones locales. El Diario tenía un sillón entre los editores, casi todos grupos regionales muy grandes, y de repente llega un chiquito con un diario de provincias hablando de sus cosas. Les dije que me había quedado con una televisión local y que iba a abrir otra en Palencia. Recuerdo a Bergareche (El Correo) decir: Pero bueno, Míchel, de qué coño nos hablas. Esto de las televisiones… Vamos a hablar en serio. Yo seguí comprando televisiones.

El Diario también facilitó su entrada en causas culturales, y muy particularmente con Atapuerca. ¿Recuerda las campañas de la lata de cerveza y el bocadillo?

Sí, claro. Un buen día llego a Diario de Burgos y pregunto por el correo postal, que normalmente lo tenía allí preparado. Me dijeron que la persona encargada no estaba porque había subido a Atapuerca. Como no sabía de qué iba todo eso, pregunté. Me explicaron que cuando estaban en campaña, subíamos todas las mañanas, recogíamos unas cervezas en San Miguel y les llevábamos unos bocadillos a los que estaban excavando. Me picó la curiosidad y decidí ir a verlo. Hay dos cosas que no se me olvidan. Una era el material militar, aljibe y compresor incluidos, que había allí, y la otra era que debajo de unos arbolitos, sentados sobre un tablón de madera, estaban los codirectores. Estuve charlando con ellos un rato y de ahí nació una gran amistad y el compromiso del Diario. Les invitaba a comer un día y ellos me contaban de sus necesidades. Les abríamos camino e intentaba ayudarles en todo lo que podía, sobre todo de cara a la Junta de Castilla y León. Y así iban pasando los veranos, hasta que un día, antes de la comida, llega Eudald Carbonell desesperado porque había estado con Caja Círculo para pedir ayuda económica y le habían dado una navajita en un llavero. Esto es todo lo que me han dado, yo me voy de aquí, decía muy cabreado. A partir de aquello decidimos armar la Fundación. Yo me comprometí a que Diario de Burgos aportara diez millones de pesetas al año durante diez años y a buscar más apoyos. Llamé a Ángel Ramos, encargado de Cultura en Caja de Burgos, y se vino a tomar un café con nosotros. Le explicamos cuál era el compromiso del Diario y que los codirectores también iban a poner su dinero, creo que 250.000 pesetas. Le planteamos que la Caja igualara el compromiso del Diario y lo hicieron. Así se creó la Fundación. Después de llevar la exposición a Nueva York, me llamó Tomás Villanueva para hablarme del potencial de Atapuerca. Yo no daba crédito, ¡después de todo lo que habíamos pasado venían a hablarnos del potencial de Atapuerca! Desde la Junta solicitaron la entrada en la Fundación y la condición que nos pusieron fue que les enviáramos los estatutos. Pedro García Romera -que presidía la Fundación- dijo que hasta ahí habíamos llegado (ríe).

Cuando 

conté a otros editores

que había comprado una televisión me preguntaron de qué coño les estaba hablando"

 

Atapuerca es el proyecto científico y divulgativo más importante de España, pero no parece que las administraciones lo tengan tan claro. ¿Se ha relajado el apoyo público?

Yo estoy contento con lo que se ha logrado, gracias también a que los tres codirectores han tenido que remar mucho. Lo que no puedo negar es que cuando subí a verlo por primera vez, allí estaban como estaban. Indudablemente, Atapuerca tiene mucha más proyección de la que se le está dando y no se valora como merece el trabajo que se está haciendo, pero tampoco estoy quejoso. Ya tenemos la licencia para ampliar el edificio de la Fundación; ahora veremos qué pasa con el 50% de la financiación comprometida (por la Junta).

La excavación del 24 es la última que van a dirigir Bermúdez de Castro, Arsuaga y Carbonell. Toca hablar del relevo y no parece un asunto sencillo…

En eso se trabaja desde hace tiempo, es el gran reto. Creo que está enfocado y por eso es importante el centro de investigación que queremos hacer en la ampliación de la sede. En el equipo ya no son chavales y es evidente que hay que hacer la transición. Los tiempos de Atapuerca no van a ser igual sin ellos. Tampoco puedo olvidar que el primer alcalde que recibe y reconoce la labor de Atapuerca fue Ángel Olivares. El resto no nos había hecho ni puñetero caso, pero él tenía buen olfato. Nunca nos hemos planteado en esta ciudad las posibilidades que tiene Atapuerca.

Es curioso que dos políticos tan polares como Ángel Olivares y Juan Vicente Herrera hayan sido tan determinantes en proyectar el Sistema Atapuerca.

Has citado a dos personas que ayudaron mucho a poner Atapuerca en su sitio, junto a la Junta y la Fundación. Los burgaleses todavía no hemos reconocido todo lo que ha hecho Herrera por esta ciudad.

Otro lugar unido a su vida es la Cámara. ¿Sabe que me preguntan muy a menudo qué es la Cámara?

(Sonríe). Soy constituyente de la CEOE. Nicasio Gómez Barredo llevaba el voto de la industria y yo el de la construcción. Establecí cierta amistad con el presidente Carlos Ferrer Salat. Cuando Ferrer Salat dejó la Presidencia a José María Cuevas, tomó la Presidencia del Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Industria, Servicios y Navegación. Me llamó y me propuso que fuera su vicepresidente. Acepté y Cuevas me cogió una tirria que no veas. Así que viví toda la transformación. En 2010 eliminaron las cuotas por ley y aquello supuso que las Cámaras espabilaran y adaptaran sus plantillas. ¿Para qué sirve? Es indudable que ha ayudado a mejorar y a servir a la economía de esta provincia y a muchas otras cuestiones sociales. Los únicos que pagan dinero de verdad en las Cámaras son las grandes empresas, dinero que se distribuye entre los pequeños. Una Cámara da de sí lo que da de sí. A nosotros, que tenemos delegada en parte una función pública, nos despacha la Junta con 1,9 millones para las 14 Cámaras más el Consejo Regional.

Me aterra 

la lucha fratricida 

que está devolviéndonos a las dos Españas"

Cuidado, que está de moda retirar fondos a los agentes sociales…

Sí, pero unos hablan de 25 millones y nosotros de lo que te he dicho. Creo que las Cámaras cumplen una función. Ahí está la labor exportadora. Recuerdo ayudar a la Ribera del Duero con personal bilingüe para poder vender en otros países, por ejemplo. Ellos no tenían esa capacidad.

España es un país de pymes y hay quien entiende que eso es una debilidad, que se deben buscar más empresas de tamaño medio y grande.

Indudablemente estaríamos mejor con un 20% más de gran empresa. La fuerza de las pymes es importante porque al frente siempre hay un empresario de raza que se está jugando lo suyo. Lo mismo que la micropyme y los autónomos. Ese cuerpo da mucho juego, pero no hay duda de que tenemos que mejorar en tamaño. Burgos es un ejemplo, aquí conviven empresas muy potentes con grandes pymes y autónomos. Ahora hay que ver qué se hace con el Parque Tecnológico y si en la Aduana arraigan empresas grandes. Esto tiene mucho que ver con el nodo logístico del Corredor Atlántico, que cerraría el círculo para otros 20 años de prosperidad.

Bueno, Burgos está en un espacio delimitado por el País Vasco, Valladolid y Madrid, quizás también debilitado por la misma causa. ¿Hemos pasado un punto de no retorno?

Burgos es un punto muy serio como para que de la noche a la mañana algunos se lo puedan cargar. Por pura naturaleza y por instinto, seguiremos adelante. En la gran crisis, la mayoría de las multinacionales consolidaron su posición aquí en lugar de desinvertir. Ahí tenemos Cetabsa, que conjuga ferrocarril, carretera y aire. ¿Están tratando de cargarse cosas? Efectivamente. Y si no avanzas, retrocedes, pero estamos muy asentados y diversificados. Hay provincias, como Valladolid, que ahora van a recibir nuevas fábricas pero tienen una enorme dependencia de Renault. Aquí hay muchas grandes compañías de diversos sectores.

Estamos más protegidos al no depender de un monocultivo.

Eso es. La gran pena es que no tratan de potenciar las posibilidades que tiene Burgos. La gran apuesta es la logística y la cultura, creo que son los dos grandes retos. Hay que estar también en el hidrógeno verde, ayudar a las universidades… Esta ciudad no debe dejarse. Desde el Burgos que me encontré hace 60 años, esta sociedad ha sabido aprovechar sus oportunidades. De la nada, aquí han salido empresarios muy importantes, supimos espabilar aprendiendo lo que vimos en los que vinieron de Cataluña, Madrid y el País Vasco.

En ocasiones parece que hay que pedir perdón por tener industria.

Aquí aprendimos rápido y a la vuelta de 20 años del Polo, los directivos eran todos gente de aquí. Somos gente preparada. Ahí están los porcentajes de industrialización, de empleo o de renta per cápita.

Montamos la Fundación Atapuerca porque Eudald fue a pedir dinero a Caja Círculo y le dieron un llavero"

¿Los políticos de ahora se parecen en algo a los de hace 40 años?

A ver, los de hace 40 años tenían mucha fuerza y velaban por aquello que representaban. Un poco antes, el Polo vino porque hubo unos señores que se lo trajeron aquí, a Burgos. Aquí hemos tenido grandes políticos. Fue una pena que Reol Tejada, que trajo aquí el Consejo Preautonómico, no lograra ver cumplido el sueño de tener la sede de la Junta. Lo provisional se hace definitivo, menos en este caso. Reol fue un gran político. Han pasado muchos alcaldes por Burgos y no les vamos a negar el cariño por su ciudad, pero la propia sociedad, a veces, ha ido echando a los mejores. Echo de menos a gente válida que tenga en su cabeza, aparte de cariño por la ciudad, un proyecto claro que aglutine a la inmensa mayoría de los ciudadanos. No hay más que echar un vistazo a España para ver que en las cuatro ciudades que verdaderamente han prosperado ha habido políticos que han puesto sobre la mesa un gran proyecto a 20 años vista y lo han desarrollado con la ayuda también del resto de grupos y de la sociedad civil. Sin la sociedad es imposible hacer grandes proyectos. Cuando se hacen las cosas bien, sumar voluntades es posible. Ahí tienes el ejemplo del VIII Centenario, que ha sido un tema de todos. Estamos desposeídos de un plan de ciudad. A mí me da pena cuando voy a los polígonos. Es una vergüenza el estado en el que están cuando los teníamos que sacar brillo todas las mañanas. No es solo la mano de obra, sino los ingresos que se generan a través de impuestos y la imagen que estás proyectando.

De los muchos charcos en los que se ha metido a lo largo de toda su vida, ¿el VIII Centenario ha sido el más satisfactorio?

Era un reto muy importante, por eso me expuse y me metí en el charco. Yendo todos a una, mira lo que se ha conseguido en años muy difíciles. Es un espejo en el que no debemos dejar de mirarnos. Han sido seis años de trabajo. Ahí queda la capacidad de Burgos cuando se junta. Pero también estoy muy orgulloso con lo que se está haciendo con Silos a través de la Fundación. Y de Atapuerca, claro. Lo primero fue conseguir que estas personas (los codirectores) no se fueran de aquí, que vieran que había alguien que les ayudaba y les daba algo más que un llavero. Estas cosas son las que te satisfacen. Yo me parto la cara por esta ciudad y esta provincia. Que a uno le rompan la cara por eso entra dentro de lo habitual.

A sus críticos les sirve para reprobar que esté usted en todas partes.

Mira, llevo un teléfono desde el que no se ven ni redes ni cosas parecidas, así que todas esas historias me dan igual. Yo tengo la conciencia muy tranquila. La transparencia en el VIII Centenario ha sido exquisita. Fíjate los años que llevo en las Cámaras y a mí nadie podrá decirme jamás que he recibido un solo euro. A mí me ha costado mucho dinero estar ahí, pero creo que hemos hecho cosas muy positivas. Recuerdo que, durante la covid, la Cámara vacunó a 16.000 trabajadores con nuestro dinero y nuestra organización. No he hecho un viaje jamás a cuenta de la Cámara, ni me han pagado un litro de gasolina o una habitación de hotel. Esto no mucha gente puede decirlo. Que digan de mí lo que quieran, pero jamás podrán decir que estoy chupando de la piragua. Vengo de donde vengo y también me ha gustado llevarme bien con los trabajadores. ¿Errores? Pues seguro que muchos, pero ninguno con mala intención. Para lo demás, como te decía, he aplicado la memoria selectiva, y no será por falta de armas para defenderme. No pretendo que todo el mundo me entienda y me comprenda, pero ya tengo una edad en la que me resbalan algunas críticas. Lo que no me resbala es lo que piense mi familia, no cualquier iluminado por ahí. Jamás he dejado de pagar un salario. Mientras, y para ir haciendo cosas, tengo la ventaja de que los políticos no me ven enemigo, y eso permite tener el viento a favor para unir voluntades.

Me encanta que me llamen abuelo

Cuenta que no le gusta mostrar sus emociones pero no logró aprender a que no se le notaran. Por contra, no tiene reparo en admitir su credo, quizás porque la decidida apuesta por los valores que le inculcaron le ha llevado a disfrutar de la plenitud de saberse bien rodeado por la familia, la correa de transmisión que ha movido su vida. Está, en definitiva, orgulloso de ser como es.

Lo que sí trata de evitar, advierte, es la colisión de pensamiento por palabra, obra u omisión. No consta, juran quienes le conocen y apostaron a que hablaría mucho de las cosas y poco de sí mismo durante esta conversación, que alguien le haya pedido ayuda y no la haya recibido. Tampoco consta que se negara a hablar en primera persona o de su legítima zona privada, algo evidente a estas alturas de la charla.

Usted es un conservador sin complejos, ¿no?

Sí, sin complejos. Es lo que mamé y creo que no es peyorativo. Para mí, los valores de la familia, del trabajo, de la solidaridad… Están ahí. Por eso siempre que he podido he intentado echar una mano. Los claretianos y mis padres me inculcaron una filosofía de vida y ahí está, sí. No tiene nada que ver con causas políticas. Mira, mi padre fue alférez provisional y estuvo en el Frente del Ebro. La primera vez que vine a Burgos me llevaron a visitar a una familia que era la propietaria de la histórica tienda de efectos religiosos A la Villa de Madrid. Eran los padres de otro alférez provisional. En el Ebro, los dos estuvieron trabajando en Transmisiones y uno de los mandos se tenía que quedar. Mi padre y él se lo jugaron a cara o cruz. Le tocó al otro y no volvió. Era el hijo de la familia que me trajeron a visitar. En cuanto acabó la Guerra, mi padre colgó el uniforme y no quiso volver a saber absolutamente nada del Ejército ni de todo aquello. Soy, eso sí, muy respetuoso con todo el mundo e intento ser amigo de todo el mundo. Si soy reivindicativo es porque quiero ver un Burgos potente y una España respetada. Sé dónde estábamos y adónde hemos llegado, y ahora veo que estamos a punto de cargarnos este país nuestro. A mí eso me duele. Me aterra la lucha fratricida que está devolviéndonos a las dos Españas.

Quien me llamó para decirme que me tomara muy en serio la amenaza de ETA fue Mariano Rajoy" 

¿Fue objetivo de ETA?

Sí, lo fui. Pregúntale a Mariano Rajoy. Fueron años muy complicados… Me llamó Rajoy para decirme que me tomara la amenaza muy en serio porque un coche que había explotado en otro lugar estaba pensado para aparcarlo debajo de mi ventana en el antiguo Diario de Burgos.

Otra marejada importante fue la crisis financiera de 2008 que demolió el sector del ladrillo. Cayeron casi todos los históricos del sector, pero usted sobrevivió…

Sobrevivimos y se lo debo mucho al tesón de mis hijos y a cómo supieron reaccionar. Nos fuimos a lo difícil, que era aguantar el tirón y cargarnos con una mochila muy importante de la que en parte todavía seguimos tirando. Nos parecía que por respeto hacia nuestros proveedores teníamos que perder mucho pero no deberles nada. Otros optaron por otras soluciones y después reaparecieron con otras empresas, allá cada uno con su planteamiento. Yo tengo muy a gala que aguantamos el tipo con grandes problemas y con todo lo que tuvimos que pasar.

En sus empresas, la clave de bóveda siempre ha sido su familia. ¿Cómo es eso de que la cena de Navidad parezca el consejo de administración?

(Ríe). Siempre ha sido así. Esperanza preparó a sus tres hijos para que pudieran seguir y, junto con mis hermanos y sobrinos, ahí hay un núcleo que nos hace fuertes, sí. Y lo del consejo no es solo la Nochebuena, no creas. Muchos sábados nos juntamos y mis hijos saben que nos encanta que vengan a estar, a hablar, a pasar tiempo con nuestros nietos, con los que disfruto muchísimo. Y que me llamen abuelo, me encanta.

¿Hay sanción para los que hablan de negocios en la mesa?

No hombre, no… A mí me tienen informado y procuro no molestar demasiado. En cierto modo, mi trabajo en la Cámara me permite liberar a mis hijos de mi presencia. Como hablábamos al principio, es evidente que no me sé estar quieto. Eso que no lo pretenda nadie. Ellos saben perfectamente cuándo puedo ser útil y ahí me tienen, pero procuro no dar el coñazo. A mí los días me vuelan.

Porque lo de jubilarse no lo concibe.

No, al revés. (Sonríe) Veo a la gente que se va jubilando y me dicen que ni se me ocurra. Hay que tener la cabeza funcionando y, sobre todo, tener la sensación de que cuando estás es porque resultas útil, no porque estorbas. Yo me presenté al Consejo Regional de Cámaras y, a pesar de ser un empresario de Burgos, saqué los 27 votos. En Burgos, los 36. Mientras tenga ideas y fuerza para tirar, tiraré.

En ocasiones, las personas que están más rodeadas socialmente son las que tienen una intimidad más solitaria. ¿La soledad es el precio del éxito?

Yo me considero sociable y disfruto con los amigos, pero llevo un sistema de vida que no me permite demasiado tiempo libre. Te cuento una anécdota bien reciente. Los sábados voy a recoger el pan y el pescado en la misma calle y paso por varios bares que hay ahí. Me suelen parar unos amigos para que me tome un vino, pero siempre voy con prisa. Este último sábado me pregunté si no me podía permitir un rato, di la vuelta y me quedé con ellos. Y me encanta, vengo de un grupo amplio de amigos en Zamora con el que mantuve una relación estrecha durante muchos años. A mí me apasiona el trabajo y siempre me veía sin tiempo. Además, tengo un sentido muy profundo de la amistad y de la lealtad.

La lealtad es un valor muy noble siempre que no se intoxique con la obediencia, que son cosas distintas.

Por supuesto. La lealtad no puede darse por sumisión o por obediencia debida. Ser leal también consiste en decir lo que hay que decir. A mí me machacaron para intentar atacar a un hombre limpio y tragué lo que tragué por defender la verdad.

¿El fin justifica los medios?

Por supuesto que no. En esta vida hay que tener unos valores y practicarlos a diario. Y no olvidar nunca de dónde venimos o lo que nos enseñaron en casa. Eso es lo que creo que hay que inculcar a los hijos. Aquí estamos para intentar ser útiles. A mi edad podría dedicarme a otras cosas, pero ahí sigo.

La verdad es que no le imagino en una tumbona leyendo el Marca.

No, eso es imposible. No me cuesta levantarme para ir corriendo a lidiar no sé qué toro.

¿Suele esconder las emociones para no mostrarse débil?

A ver… Hay veces que tienes que esconderlas, pero a mí se me nota mucho cuando tengo algún trago malo. Soy una persona que siente las cosas muy adentro y se me nota. Cuando estoy jodido y cuando estoy contento. A poco que me conozcan, en cuanto me ven la cara ya saben de qué voy.

Burgos es un punto muy serio como para que de la noche a la mañana algunos se lo puedan cargar"

¿Es de pupila dura o es que solo llora en privado?

Lloré mucho en la cárcel, pero jamás me vio nadie. Soy humano y sí, me emociono. Soy de lágrima relativamente fácil. No tiene nada de malo, pero no me gusta que me vean llorar.

Es usted un hombre de fe…

Abiertamente creyente, sí. Hay un principio que creo que deberíamos practicar todos: hacer al prójimo como a ti mismo. Las cosas funcionarían bastante mejor.

¿Duda?

¿Del más allá?

De todo un poco.

Hombre, a mi edad te haces preguntas, pero soy de los que rezan todos los días, bendigo la mesa a diario y todos los días, y por eso me acuerdo mucho de mi madre, ando pidiendo por los demás. Voy a ver a la Santina todos los años y sí, soy creyente. Creo que Cristo nos puso un ejemplo a seguir.

¿Qué va a hacer mañana?

Pues mañana desde primera hora trataré de estar con los de empresa familiar y luego tengo varias entrevistas. Seguiré trabajando.

¿Se queda con ganas de decir algo?

Creo que hemos hablado bastante. Me preocupa muchísimo mi ciudad y creo que los problemas se resolverían si entre todos supiéramos lo que queremos para Burgos. El burgalés es gente trabajadora, nos hemos hecho a nosotros mismos y merece la pena luchar por Burgos. Por lo demás, he visto crecer a mis nietos y estoy muy agradecido por ello. Soy muy familiar y doy gracias a Dios por lo que tengo alrededor.