En 2019, la lluvia impidió que la imagen de la Virgen de las Viñas saliese de su ermita. En 2020, la pandemia de la covid-19 la mantuvo bajo techo y solo una misa a puerta cerrada pudo festejar el día grande de las fiestas en su honor. El esfuerzo de la cofradía que trabaja por mantener su culto y engrandecerlo cristalizó ayer en un Día de la Función de reencuentro con la patrona de Aranda de Duero, que presidió una misa de campaña cargada de emoción.
Los preparativos para este evento que traspasa su cariz religioso para convertirlo en un hito de devoción popular comenzaron con el rito de vestir a la imagen para la ocasión. Dado que iba a estar expuesta al sol y al calor más tiempo del recomendado, la camarera, Lidia Guillén Deogracias, optó junto a su equipo de ayudantes por no engalanarla con el llamado traje real, optando por uno azul celeste bordado en hilo dorado y adornado con pedrería traída de Tierra Santa, que donó la familia Martín Brogeras y que se estrenó hace 22 años, el 12 de septiembre de 1999, coincidiendo también con el día mayor de las fiestas patronales.
Lucía la que el padre Aniceto de la Cruz bautizó como ‘Margarita Preciosa’ en el altar de campaña colocado en la playa del campo de rugby, colindante a la ermita arandina, esperando la llegada de los fieles y de las autoridades que, junto a los concejales del Ayuntamiento arandino, acudían también a este encuentro el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, y el consejero de Presidencia, Ángel Ibáñez. La ceremonia la presidió el arzobispo Mario Iceta, que se estrenaba en el día grande de las fiestas arandinas. Así lo destacó en su homilía, en la que puso el acento en el «camino de fraternidad, de ayuda mutua, de dejar los propios intereses para volcarnos en el bien común, para juntos ver la luz y no dejar a nadie atrás, eso le pedimos la Virgen María» (...).
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