Es el ave más bonita de la ciudad y lleva con nosotros seis años largos. A finales de 2014, los amantes de estos animales detectaron que una nueva especie, espectacularmente colorida y elegante, había llegado a la ciudad. Rápidamente fue identificada como un pato mandarín (Aix galericulata) y saltó a la fama en los medios locales.
Era un macho al que poco después se le unió una hembra. Pasaron un tiempo juntos, intentaron procrear y sin embargo no hubo patitos. Quizás se les rompió el amor de tanto usarlo, eso nunca lo sabremos, pero la pata desapareció y el mandarín se quedó solo durante unos años, arrastrando por los ríos Arlanzón y Vena su peculiar forma de caminar, ligeramente cojeando, que lo hace inconfundible como individuo. Ahora, sin embargo, ha encontrado un colega con el que bañarse en las aguas burgalesas.
En los últimos meses, los observadores de aves han podido constatar la presencia de otro macho de pato mandarín y para documentarlo han fotografiado en diversas ocasiones a la pareja, entre los meses de diciembre y marzo. Juntos forman una bellísima coreografía que destaca entre los patos y las ocas locales, con los que conviven en sorprendente buena sintonía.
El mandarín, fotografiado la semana pasada junto a la pasarela Besson - Foto: Jesús J. Matías"Es un animal especial porque es precioso", relata Miguel Ángel Pinto, director del Aula de Medio Ambiente de la Fundación Caja de Burgos. "Además, tiene una gran importancia cultural en China y Japón, sus zonas de origen, porque entre otras cosas son un símbolo de amor". Aunque tengan su primer hogar en el Lejano Oriente, los patos mandarines son cada vez más frecuentes en otras zonas del mundo (causó furor la aparición de uno de ellos en el Central Park de Nueva York) y especialmente en Europa.
Algún lord inglés, a finales del siglo XVIII, se llevó unos ejemplares para su cría en cautividad. Pero se escaparon y acabaron haciéndose fuertes en el sureste de Gran Bretaña, donde ahora hay una población estable. Es de suponer que desde ahí se han extendido hasta diversos puntos del continente, porque son buenas voladoras y se ha demostrado que son capaces de desplazarse 500 millas en un solo día.
¿Por qué y cómo apareció en Burgos? No sabemos mucho, según reconoce Pinto: "Hay dos hipótesis. Una es que se escapó de alguna colección privada de aves acuáticas. Como no lleva anillas, no se puede asegurar al 100%. En Inglaterra y Francia hay poblaciones silvestres, de escapes muy antiguos, así que pudiera venir también de estas poblaciones".
Los expertos están casi seguros de que el pato que más frecuentemente se observa, habitualmente en el entorno de la pasarela del puente Besson, es el mismo que llegó en 2014. No solo porque frecuenta los mismos lugares, sino por esos andares tan característicos, aunque no se puede afirmar con un 100% de rotundidad. Si lo fuera, sería ya un individuo veterano, pues su ciclo vital suele durar 10 años.
Añade el director del Aula de Medio Ambiente que "en los conteos mensuales de las aves del río Arlanzón que hacemos desde el programa de Voluntariado Ambiental desde hace tres años, los dos machos se ha observado juntos en la zona de la pasarela de Bessón en diciembre de 2020 y enero y febrero de 2021". Curiosamente el pato mandarín, en su zona natural de distribución chino-japonesa, tiene un problema de supervivencia por la destrucción de sus hábitats, "algo que aquí también sucede y que las especies locales sufren", recalca Pinto.
Por suerte para el mandarín, dicen que es una especie "insensible al frío" y presenta una gran "fidelidad al hogar". Son buenos voladores, capaces de comer de todo, desde granos a bellotas, y parece encontrarse mejor que pez en el agua entre la vegetación del pequeño islote situado frente al Palacio de la Audiencia, donde se le puede ver casi todas las mañanas.
Si se dan una vuelta por allí, mejor ayudados de unos buenos prismáticos para disfrutarlo al máximo, tienen grandes posibilidades de alegrarse la vista.