"La actitud del maestro hacia los alumnos debe ser empática"

A.G.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Juan Antonio Angulo es uno de esos hombres

Juan Antonio Angulo es psicólogo y maestro y trabajó durante muchos años como orientador en la Dirección Provincial de Educación. - Foto: Valdivielso

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado lunes 3 de mayo.

Es verdadera pasión lo que se aprecia que tiene Juan Antonio Angulo por la educación cuando empieza a hablar de ella, a pesar de que no hay una vehemencia física en su discurso -ni una voz más alta que otra- y sí un análisis sosegado y reflexivo de lo que ocurre en las aulas y, sobre todo, en el contexto social y económico del que procede el alumnado. Lleva, literalmente, toda su vida empeñado en mejorar la vida de la gente a través de la formación y a pesar de que está jubilado desde hace más de diez años no ha cejado en ese empeño, ahora a través de un blog denominado ‘Mundo Educativo(https://reflexionesyanalisiseducativos.blogspot.com/) que deja claras sus intenciones desde el principio: "Por una educación de calidad y equitativa para todos".

Nacido en Cilleruelo de Abajo en 1944, cuando apenas había cumplido cuatro años su familia se trasladó a Solarana, de donde era originario el padre: "Desde entonces he andado rodando por distintos lugares. La idea que me viene a la cabeza cuando recuerdo mi infancia es que fui un niño muy querido, que recibí mucho afecto", explica el maestro, psicólogo y orientador, procedente de una familia ‘reconstituida’ -sus padres se casaron en segundas nupcias- y con un montón de hermanos.

A los diez años le trasladan a Lerma a continuar sus estudios en una academia abierta en esa localidad por dos profesores y dos licenciadas, una en letras y otra en ciencias, y en la que daban clases maestros rurales: "Estaba conectada con un colegio de la capital que se llamaba Akademos. Allí lo pasé muy bien y fue una manera de abrir horizontes aunque no fueran demasiado amplios, de Solarana a Lerma, pero ya eran. A partir de cuarto me trasladé a Burgos donde seguí en el mismo colegio y viví con mis tíos. Aquí hice el Bachiller y luego me fui a Valladolid, con 17 años, donde estudié Magisterio mientras vivía en una residencia".

Cuenta que sus padres -que se dedicaban a la agricultura- tuvieron muy claro siempre lo importante que eran para sus hijos los estudios: "En el pueblo había un afán por estudiar, no solo en mi familia sino en general, probablemente debido al influjo de los maestros. Y yo reconozco que siempre he tenido ese mismo interés por aprender, por saber, creo que es algo que me define y en eso continúo". A pesar de ello, Angulo no se atreve a definirse como buen estudiante sino solo "regular": "Bueno, pero hice Magisterio porque desde que estuve en la academia de Lerma me pareció buena idea ser profesor".

La ciudad que se encontró aquel chaval procedente del mundo rural la rememora ahora el adulto en el que se ha convertido como "un Burgos de mala calidad": "Los alrededores de la plaza de Toros cuando estaba en Vadillos, parecían como a punto de caerse, todo estaba urbanizado a medias. Tenía un amigo que vivía en la Avenida del Cid en un chalet y yo pasaba mucho tiempo por allí. Íbamos también al cine los fines de semana, recuerdo el Círculo Católico, el Calatravas, el Pulguero, el Rex... y el resto del tiempo, pues por la calle, por el barrio... yo era un niño bastante inquieto".

No ubica en esa adolescencia de ciudad de provincias sus primeras inquietudes políticas, que llegarían más tarde, pero sí reconoce que tienen su origen "en la precariedad de la infancia, aunque no digo que haya pasado hambre". Son buenos recuerdos también los que tiene de su paso por la Escuela de Magisterio de Valladolid, donde estudió tres años a la vez que vivía "en una de las residencias más baratas de la ciudad, en un edificio que había sido declarado en ruinas y que tenía unas grietas tan enormes que se podía ver la calle a través de ellas, pero yo estaba con otros chicos de mi edad y me parecía estupendo, además en la Escuela tuve algunos profesores muy buenos no solo en lo académico sino que, además, trataban de transmitir una idea no solo de la materia sino social".

Apenas cumplidos los veinte y ya maestro recibe una oferta para trabajar en Almansa (Albacete) en un colegio-patronato "parecido a los concertados de ahora", actividad que compagina con la preparación de oposiciones. Tres años después las aprueba y se traslada a Madrid, donde inicia su recorrido profesional participando en una campaña de alfabetización: "En aquella época -finales de los 60- había bastante gente que o bien no sabía leer y escribir o bien que lo hacía mínimamente y no tenía una cultura básica, por lo que se impulsó la campaña en todo el país. Dábamos clases de cultura general, que consistían en lecturas, escrituras y matemáticas básicas y otras materias, dependiendo de las demandas de los alumnos. El técnico que lo impulsó era un inspector que había trabajado fuera de España y no estaba ligado a la nomenclatura del régimen".

En esos primeros años laborales, Juan Antonio Angulo afirma que intentó aplicar, sobre todo, la empatía -"la actitud de un maestro hacia sus alumnos tiene que ser siempre empática, es algo fundamental"- y el sentido común "porque la tecnología pedagógica no era muy interesante, y esta es otra circunstancia por la que, estando ya en Madrid, tuve la buena idea de estudiar Psicología porque no me sentía lo suficientemente preparado". Así que se matricula en la Universidad Complutense a la vez que continúa trabajando en escuelas de barrios obreros como en Barajas o en Ciudad Pegaso, "que era un lugar de trabajadores muy concienciados".

Los inicios de su politización empiezan a asomar estando en Almansa "a través de intuiciones y de gente con la que hablaba": "Aquella era una ciudad muy industrial y tenía una conciencia política, por ahí de alguna manera fui conectando. Esto es como una red que se va tejiendo, que luego se incrementó estando en Madrid con amigos y con amigos de amigos que tenían las ideas más claras que yo. Además, me ayudó leer la revista Triunfo que tenía artículos de Haro Tecglen y otros periodistas. Con todo esto fui componiendo una idea bastante clara". Son esos años, también, en los que empieza a participar en el Movimiento Cooperativo de Escuela Popular que bebía, por ejemplo, de las técnicas Freinet que había utilizado durante la Segunda República el maestro catalán Antoni Benaiges en Bañuelos de Bureba: "Este movimiento buscaba una escuela comprensiva, poco o nada memorística y basada en la observación, la escritura y la lectura de textos propios de los alumnos (también ajenos, evidentemente) que se imprimían para que vieran el resultado de sus conocimientos y se sintieran reforzados. Esto es algo que también se hace ahora aunque no se llame de esta manera y aquellos principios están incluidos en la pedagogía actual con actividades como los intercambios entre colegios, aunque se hagan con otra tecnología, y la evolución del alumno y no tanto la nota del examen. A mi juicio, la nueva pedagogía quedó muy bien fundamentada teóricamente en la Logse donde todo esto, los fundamentos neurológicos, psicológicos, sociológicos y pedagógicos, están desarrollados".

En los primeros setenta hubo, pues, un renacer de esa escuela tan alejada de la que imperaba en los estertores del franquismo, que era, para Angulo, "tan memorística y tan mezclada con la religión y el nacionalcatolicismo, así que los más inquietos buscábamos otras cosas": "Aunque no se instaló en todas las escuelas, algo sí se hizo porque los que pertenecíamos a ese movimiento actuábamos de manera unipersonal. Aún recuerdo a una inspectora que se enfadó conmigo en un claustro por algo que le dije... No había muchas posibilidades de hacer cosas".

Preguntado en este punto por qué parece imposible que haya un gran acuerdo de país sobre la educación, Angulo recuerda "que Ángel Gabilondo estuvo a punto de conseguirlo" y afirma que la derecha "no ha dado el salto que es necesario para considerar que los que tienen ideas de otro tipo son personas con los mismos derechos". A su juicio, con una mejor educación habría una mayor tolerancia general: "El sistema educativo, lo que ocurre en las escuelas e institutos, lo que muestra es la referencia de la calle, es como una correspondencia", añade este profesor, profundamente convencido de que la desigualdad "nos pone a cada uno en un punto para empezar la carrera de la vida y los mayores méritos -salvo excepciones- solo los consiguen los que parten de un lugar más favorable, que terminan teniendo más méritos que los demás. Yo prefiero que la educación vaya por la idea de la inclusión y no de la meritocracia pura y dura".

Prácticamente toda su vida lleva el psicólogo y maestro estudiando cómo influye la desigualdad en la educación -tiene un trabajo sobre este asunto en el que analizó junto a Paz Mª Rojo y María Pilar Cristóbal la situación en Burgos- y es precisamente esta experiencia la que le avala para afirmar tajantemente que el factor más determinante del éxito académico en primaria y secundaria "es el nivel socioeconómico y cultural de las familias, esto es algo que está archidemostrado".

A finales de los setenta regresa a Burgos, donde comienza a militar en el PCE (fue secretario de Prensa y Propaganda), partido al que ya se había acercado en sus años de trabajo en Alcobendas: "Si no me llego a venir aquí me hubieran puesto para concejal de Educación en las primeras municipales. Las personas que conocí en aquellos años me hicieron reflexionar aunque no tanto sobre la militancia como sobre el compromiso político". Es indulgente con la Transición, "se hizo lo que se pudo en aquel momento. Carrillo tuvo la buena idea de apoyar los Pactos de la Moncloa aunque quizás luego Felipe González pudo hacer alguna cosa más con sus mayorías absolutas", y asegura que fue un tiempo el que no hubo tanta conciencia política como se cree. Poco a poco se fue desligando de esa formación y en el 97 se dio de baja de Izquierda Unida, donde ya estaba disconforme con Anguita y su pinza con la derecha. La puntilla la recibió cuando tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco los grupos políticos decidieron aislar a Herri Batasuna y al poco tiempo "los concejales de IU de Mondragón votaron con ellos y nadie les dijo nada, ni Anguita. Esa fue la gota que colmó el vaso".

En lo profesional, de vuelta en la provincia, dio clases en Santibáñez Zarzaguda y en algún otro destino antes de incorporarse a un programa de detección de alumnado superdotado, al que le dedicó dos años antes de ocupar una plaza de orientador en la Dirección Provincial de Educación. "En otros países esta figura tiene el nombre de asesores o consultores y de lo que se ocupa es de acompañar a los centros y a los profesores con objeto de que lo que se haga se comparta y el orientador pueda introducir ideas de psicología y pedagogía que a lo mejor no se han puesto en marcha y supuestamente este profesional las maneja mejor. También tienen la tarea específica de hacer el diagnóstico del alumnado con problemas específicos".

Juan Antonio Angulo se jubiló en esas funciones en 2009, el mismo año en el que su único hijo, Héctor, de apenas 28, se suicidó. Aunque habla de ello con naturalidad prefiere no ahondar en esta tragedia "que llevo como una mochila, como cualquiera al que le haya pasado". En 2011 publicó los escritos de Héctor, que era físico y con muchas inquietudes intelectuales, bajo el título Buscando abrigo. Restos de un naufragio. Y con la idea de distraerse -y porque era algo que tenía previsto hacer cuando dejara de trabajar- Juan Antonio se sumergió entonces en la realización de su tesis doctoral, Cultura organizacional, clima social y liderazgo en centros de secundaria en Castilla y León, que leyó en 2013.