El «buque insignia» de la colonia romana Clunia Sulpicia, cuando estaba habitada en el siglo I d.C. y ahora que es un yacimiento arqueológico, es su teatro. Así lo califica Gerardo Martínez, arqueólogo que está elaborando su tesis doctoral sobre este elemento patrimonial y que lleva vinculado a este enclave histórico desde las intervenciones serias en su entorno que comenzaron en 1997. A través de sus conocimientos y recuerdos repasamos la historia de este lugar de encuentro cultural y social en lo que fue capital de una de las zonas en las que estaba dividida Hispania, ahora que se cumplen diez años de la finalización de la primera fase de su restauración, que permitió recuperar el enclave para acoger distintos espectáculos escénicos.
«En el área escénica había tres metros de sedimentos, solo se reconocía la cavia y el muro escénico, el resto estaba cubierto de vegetación, había hasta árboles, también en la zona del graderío», describe Gerardo Martínez el estado inicial del teatro. En esos momentos, lo principal era llevar a cabo los trabajos propios de una excavación arqueológica, retirando toda la vegetación y la tierra que se había ido acumulando con el paso de los siglos, rescatando debajo todos los restos que había y en las mejores condiciones posibles. Entre otras joyas que se pudieron recuperar había bases de columnas y capiteles, una estatua de la diosa Fortuna fragmentada en cerca de 200 trozos y las pruebas de que este espacio teatral tenía un uso polivalente. «Lo más significativo de este teatro, además de su gran tamaño, que lo asemeja a los de Zaragoza y Córdoba, es su transformación en anfiteatro para acoger espectáculos de luchas de gladiadores y con fieras, que está bien documentada porque en la gran piedra cuadrangular que apareció en el frontal del escenario está tallado el nombre de quien realizó la reforma y el año, 169 d.C», recalca Martínez, en alusión a un gran bloque pétreo de 75 centímetros de lado y con una hendidura circular en su parte superior «para la argolla en la que se ataban a la fieras».
Rescatado todo lo rescatable, para su posterior estudio por los expertos, llegaba el momento de la primera restauración de este teatro. En el enclave ya se habían realizado algunas actuaciones teatrales y conciertos, como el que Julio Iglesias ofreció en 2002 para 5.000 personas, pero la seguridad tanto de los espectadores como de los propios restos arqueológicos obligaba a intervenir. El proyecto duró seis meses y, con una inversión de 800.000 euros, permitía que las representaciones volviesen a su escena original, con un graderío excavado en el terreno más seguro, escaleras radiales que permitían el acceso del público, una pasarela circular de madera en la parte superior para poder ver todo el conjunto. «La gente suele situarse en el centro para ver el teatro, pero desde donde mejor se ve es en la parte superior del graderío Sur, el que está más lejos de la carretera de acceso, porque desde allí se ven mejor las gradas de piedra con mejor conservación, yo le recomendaría a la gente que andase un poco para apreciarlo desde ese punto», recomienda el arqueólogo.
Esta intervención hace diez años, en la línea de las que se han sucedido después, tenía muy en cuenta que la materia prima es un yacimiento arqueológico para realizar una «restauración respetuosa». «No se trata de hacer un teatro moderno, sino llevar a cabo una intervención reversible que permita ponerlo en valor, tanto desde el punto de vista de la investigación como de su uso escénico, pero sin perder de vista su valor histórico», explica Martínez.
Otra década más. Tras aquella primera fase de intervención en 2010 ha tenido que pasar otra década para completar la restauración del teatro de Clunia, incluida dentro del plan de actuación que echó a andar en 2014. Las obras concluían en abril de 2020 y su resultado fue la recuperación de las dimensiones de la escena, tal y como debió de ser vista por los habitantes de la antigua ciudad romana, cuando el teatro podía acoger más de 9.000 personas, mientras que ahora el aforo se limita a una décima parte. También se recolocaron en su lugar el púlpito y las puertas (o valvas), lo que ofrece una visión más clara del edificio. Desde estas puertas se asciende por tres escaleras al postescenio, recuperado tras la escena, mediante una pasarela de madera.
Este espacio inferior ubicado detrás del escenario se ha cubierto y restaurado, creando una gran sala funcional donde dar apoyo a las representaciones artísticas a modo de camerino, al mismo tiempo que alberga los materiales arqueológicos recuperados en las distintas campañas de excavación de este edificio y que se corresponden con lo que en su día fue la decoración arquitectónica del mismo. Para que este proyecto fuese posible la Diputación de Burgos y la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León establecieron un convenio de colaboración que a lo largo de los años 2019 y 2020 devolvió a este antiguo edificio la elegancia de su escena. La inversión supuso 894.033 euros, aportados al 50% por cada una de las partes firmantes del convenio.
Aún sin movernos de las inmediaciones del teatro, los trabajos arqueológicos tienen recorrido futuro porque se ha dejado un reserva sin excavar en la zona del paraescenio Sur, que puede aportar nuevos datos sobre este enclave romano, la vida que pasó por allí y los avatares históricos de los que fue testigo y escenario.