Una esperada mañana con las emociones a flor de piel

B.D.
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Con la entrada en la fase 2 los usuarios de las residencias de ancianos de la provincia han recibido las primeras visitas de los familiares después de tres largos meses de aislamiento. Los deseados besos y abrazos aún tendrán que esperar

Rafael y su esposa Isabel, ayer en el momento de su emocionante reencuentro en una residencia de Tardajos.

Del nudo en la garganta a gruesas lágrimas desbordando los ojos. De las miradas cómplices y cálidas a las sonrisas llenas de alegría. Nadie se libra de las emociones. Ni Roberto ni su madre Elena; ni Rafael ni su esposa Isabel; ni Nati ni su madre Iluminada; ni los ‘julianes’, padre e hijo, que tenían muchas cosas que contarse después de tres largos y duros meses. La apertura, este lunes, de las residencias de ancianos de la provincia a las visitas familiares fue un acontecimiento muy especial que se vivió con intensidad, aunque con limitaciones y medidas de seguridad adicionales para evitar cualquier riesgo.

«Pensé que con la mascarilla y la pantalla no me iba a reconocer pero enseguida me ha visto y nos hemos emocionado mucho», confesaba Roberto Pérez Paniego durante el encuentro con su madre, de 82 años. El fue uno de los primeros en acceder a la zona habilitada por la residencia Vitalia Jardín, en Tardajos, para los reencuentros familiares. «Tenía unas ganas enormes de verla. Lo primero que me ha dicho es que tengo que llevarla a la peluquería, que con esos pelos ella no ha estado nunca», añadía entre risas. Frente a él, y separados por una mesa, Elena se concentraba en la videollamada telefónica con su hermana Mari Cruz, con la que tenía una ilusión inmensa de conversar. «Mi tía se ha emocionado mucho. No han dejado de llorar», comentaba Roberto, tras señalar que el confinamiento no ha pasado factura a su progenitora. «La veo muy bien. Aquí está muy cuidada. Lo peor ha sido no poder abrazarla». Y es que el contacto físico, de momento, tendrá que esperar.

Las visitas en este centro de Tardajos están limitadas a una sola persona por residente y un máximo de 30 minutos, y se concentran en un espacio separado del resto de las zonas comunes. No se permiten ni los besos ni los abrazos, pero el personal de la residencia ayuda para que el calor humano sea más intenso.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)