Agosto es el mes vacacional por excelencia. Miles de familias dejan en standby el trabajo y las preocupaciones diarias, hacen las maletas y se marchan unos días a desconectar. Sin embargo, antes de cerrar la puerta de casa, muchos burgaleses han de reparar en una cuestión fundamental: ¿qué hacemos con la mascota?

Cada vez son más los perros, gatos, tortugas, pájaros o cualquier tipo de roedor que conviven en pisos y casas y que, en muchas ocasiones, no son bien recibidos en los hoteles. De este modo, el negocio de las residencias para animales ha ido ganando poco a poco peso en la capital hasta colgar, entre finales de junio y principios de octubre, el cartel de completo. «No podemos atender más llamadas. Tenemos una lista de espera que vamos actualizando según ganamos algún hueco», reconoce Luis Miguel Ramos.

El propietario de uno de estos hoteles caninos junto al barrio de Castañares recibe en los apenas 10 minutos que está atendiendo a este periódico dos peticiones para hacerse cargo de dos perros unos días. «Es un no parar», confiesa Ramos. Una situación idéntica experimenta Myriam Gómez-Salas en su hotel canino Villanueva. «Hay gente que en junio vino a reservar plaza para septiembre», reconoce. Entre sus clientes abundan los burgaleses, aunque este 2023 están repuntando las solicitudes de ciudadanos madrileños y vascos. «En muchos casos porque cerca de donde viven no hay sitio y en otros muchos porque prefieren el clima de Burgos», explica.

(Más información, en la edición impresa de este sábado de Diario de Burgos)