La infamia sin límites

R. PÉREZ BARREDO
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Cualquier obra de mejora en la seguridad llega tarde. Mientras tanto, las esclusas del Canal de Castilla exhiben una imagen que no es sino una afrenta a la memoria de quienes perdieron la vida en ellas

La infamia sin límites - Foto: Patricia

Hay palabras cuya resonancia y significado pueden hacer enmudecer a la inmensa mayoría, por muchas y variadas y diferentes que sean. 'Muerte' es una de ellas. Y esa palabra siempre ominosa, siempre terrible, siempre escalofriante, se repite como un mantra en muros, suelos, paredes, vallas, carteles, señales; en cualquier soporte que la sustente y exhiba llamativamente si éste se encuentra en el entorno del Canal de Castilla, por más que esa formidable obra inconclusa, producto de un sueño ilustrado, sea una bellísima rareza, pura sugestión su pintoresco escalofrío de agua en el corazón de la meseta castellana. Y está presente, y mucho, porque la muerte, la de verdad, la terrible e irreparable, se ha hecho cierta en este entorno demasiadas veces. Y si esa palabra puede leerse hoy en varias de las esclusas de esta obra hidráulica es por una cuestión de pura infamia: son años, lustros de olvido y desprecio el que han mostrado las administraciones responsables de la misma respecto de las reclamaciones y reivindicaciones de los vecinos de esta comarca, hartos de convivir con el peligro y la tragedia.

La esclusa número 13, ubicada en Naveros de Riopisuerga, es un monumento a la ignominia. En este lugar, hace doce años, seis vecinos de la localidad burgalesa de Zarzosa -tres mujeres y tres menores- perecieron después de que el vehículo en el que viajaban se precipitara a la poza cuando trataban de atravesar el estrecho y mal señalizado paso sobre el Canal.En este punto, epicentro de la última gran tragedia, durante todos estos años se ha recordado a las víctimas con flores de plástico, juguetes y peluches. De todos esos humildes hitos conmemorativos sólo queda un ajado y descolorido dinosaurio, que no deja de constituir una metáfora triste y demoledora: permanece la recreación de un animal extinguido como recordatorio de un dolor que no podrá desaparecer nunca, por más que se sucedan los años y la lluvia.

Nubes negras y grises dejan caer una muy fina en la tarde de octubre, como si fuese imposible que en este desdichado lugar, que parece atrapado en una atmósfera maligna, pudiera brillar alguna vez un sol espléndido. Todos los elementos que evocaban la memoria de las víctimas, salvo el dinosaurio, han desaparecido del entorno de la esclusa número 13.En su lugar proliferan hoy los mensajes que, como heraldos negros, arrojan la más seria de las advertencias para quienes atraviesan por este lugar, que también son mensajes directos al corazón de la vergüenza de los responsables de tanta desidia: 'Canal de Castilla Muerte'; 'Mueren personas'; 'El próximo puedes ser tú'; 'Esclusas de la muerte'; 'Tú puedes ser el próximo muerto'; 'Muerte', 'Muerte' y más 'Muerte'. También hay pintadas calaveras siniestras que mueven al escalofrío.

- Foto: Patricia

Como publicó este periódico el pasado martes, doce años después del último y fatal accidente que se cobró seis vidas se ha aprobado la declaración de impacto ambiental que permitirá iniciar el ansiado proyecto de construcción de una variante que evitará a los vehículos el trance siempre arriesgado de cruzar el Canal por el malhadado puente de la esclusa número 13. Es el principio del fin, pero aún habrá que esperar tiempo para ver hecha realidad la reivindicación que, desde antiguo, han enarbolado los vecinos del entorno como un grito desesperado. Llegará tarde, en cualquier caso. Demasiado tarde no sólo para aquellas seis vidas, sino para las otras ocho que, en los últimos cuarenta años, se ha tragado este tramo maligno.

Doce años después todo permanece igual en esta esclusa mortal, que sólo fue sometida a leves mejoras tras la tragedia cuando se hubiese esperado mucho más: se instalaron carteles luminosos que en ambos sentidos advierten de la peligrosidad del puente que lo cruza y bandas sonoras que alertan del riesgo; se reforzaron, asimismo, los guardarraíles que consolidan el perímetro inmediato al cruce sobre las aguas. Nada más. Los vehículos sigue pasando sobre el puente con cautela, porque no puede hacerse de otra manera. Pero la inquietud siempre es la misma porque todo el mundo, en esta comarca, sabe que la fatalidad acecha. Que nadie está a salvo mientras existan pasos como este de Naveros.O como el Zarzosa de Riopisuerga, cuyo aspecto debería hacer avergonzarse a todas las personas responsables del estado de las esclusas del Canal de Castilla. 

Un vergonzoso escándalo. Es la número 9. En ella se repiten los mensajes y leyendas, esa Muerte que grita muda desde los muros; esas calaveras. El estado en el que se encuentra es un verdadero escándalo.Que el puente que en este punto atraviesa el Canal de Castilla tenga la mitad de uno de sus muros derruido, con todo el abismo del agua a un palmo sin nada que pudiera frenar un hipotético impacto, debería ser motivo más que suficiente para exigir dimisiones por doquier.Resulta de todo punto incomprensible, además de un insulto y una afrenta tanto a los vecinos del entorno como a todas aquellas familias marcadas por el drama. Hay detalles tan vergonzosos como conmovedores: uno de los quitamiedos que hay junto a uno de los muros del puente debió caerse un día y alguien, presumiblemente un vecino, ha tratado de mantenerlo erguido con unas cuantas cuerdas. Se conoce, pensará tan buen samaritano, que debe ser asunto complicado y carísimo que alguna cuadrilla de obras de cualquier de las administraciones competentes hiciese la labor esperada. No ahora, claro. Sino hace años. En Naveros, en Zarzosa o en Castrillo están hartos de tanto desprecio, mucho más cuando el Canal de Castilla se 'vende' por parte de las Diputaciones de Palencia, Valladolid y Burgos, así como de la Junta de Castilla y León, como un atractivo turístico, un reclamo del que fardar fuera de las fronteras regionales. Los sucesivos alcaldes de estos pueblos se han cansado de reivindicar mejoras en aras de la seguridad y de la imagen que proyectan estas esclusas, que son de puro abandono, como sucede con las construcciones que existen junto a ellas: están todas hechas una ruina, comidas por la maleza, desventradas, expoliadas. La imagen que proyectan es deprimente y está muy lejos de ofrecer ningún atractivo.Incluso los carteles que se en su día se instalaron para explicar la historia de uno de los hitos de la ingeniería española más importantes se encuentran destrozados, deslavados por el agua y el tiempo, imposible leer en algunos cuanto en su día explicaban.

Aunque la explotación industrial del Canal de Castilla entró en franca decadencia con la irrupción del ferrocarril, y pese a que nunca se concluyó (el ambicioso plan del Marqués de la Ensenada pretendía la construcción de cuatro grandes canales que comunicaran fluvialmente Reinosa, en Cantabria, conEl Espinar, en Segovia), esta fantástica obra de ingeniería debería ser motivo de orgullo en una tierra tantas veces condenada a la vergüenza y al olvido. Sigue, por desgracia, en esa mismas galeras. El ruido del agua en las esclusas es lo único que se escucha en el armónico paisaje que atraviesa elCanal. También el de los motores de los vehículos que lo cruzan con miedo. Nadie quiere ser el siguiente en morir.