"España tiene pendiente la revolución del respeto por el otro"

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Alfonso Guerra, comisario de la exposición 'Los Machado. Retrato de familia', habla para DB de la vigencia de la obra de ambos poetas, de la actualidad política y de la historia reciente de este país, de la que es uno de sus protagonistas

"España tiene pendiente la revolución del respeto por el otro" - Foto: LUIS LÓPEZ ARAICO

Era Alfonso Guerra poeta, teatrero y librero en Sevilla. Antonio Machado, del que era admirado y devoto lector, le había mostrado el camino del socialismo: La voz de Pablo Iglesias tenía para mí el timbre inconfundible -e indefinible- de la verdad humana, había escrito el gran vate andaluz, y aquellas palabras constituyeron una verdadera epifanía para aquel muchacho sediento de conocimiento que, llegado un punto -la dictadura le prohibía ora estrenar una representación teatral, ora celebrar un recital de poesía, ora poner en la calle una revista literaria- optó por luchar contra aquella ominosa realidad desde el activismo político. «Era una sinrazón.Aquello había que derribarlo. Fue un compromiso moral. Y un lío, claro».El resto, como se sabe, es historia: Alfonso Guerra es uno de los políticos más importantes de la democracia española, muñidor entre bambalinas del consenso que se tradujo en la Carta Magna y vicepresidente del Gobierno durante más de una década. Aunque alejado desde hace años de la política, continúa siendo un referente del socialismo español, y su opinión siempre es influyente. 

Pasea con recogimiento por la exposición 'Los Machado. Retrato de familia' (Cajacírculo), de la que es su flamante comisario. Dice que no se cansa de verla, que es una maravilla. Se detiene un instante en la vitrina que exhibe los bastones que su día portaron Manuel y Antonio. «El del primero es el de un dandi; el del segundo, el de un pastor». Sonríe hacia adentro Guerra, para quien el mayor de los Machado no sólo es el gran poeta de España, sino un referente intelectual, ético y humano. Un modelo a imitar.

Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón, escribió don Antonio, y aunque Guerra afirma que el poeta no se refería en esos versos a la izquierda y la derecha ideológicas, pueden servir como contexto para explicar el momento político que vive España, de una polarización rampante. Siempre suena actual Antonio Machado, sobre el que expolítico cree que, si viera hoy el país que tan bien y con tanto amor como dolor cantó, tendría sentimientos encontrados. 
«Probablemente, si atendemos a sus textos, estaría muy contento por una parte y muy indignado por otra. Contento porque la España que conoció, por ejemplo, en Baeza, era una España de una pobreza infinita, de una ignorancia extraordinaria; se llevaría una sorpresa muy positiva; y luego pensaría que sigue pendiente la revolución del respeto por las ideas del otro. Es algo que no se ha resuelto todavía. Y así desde hace siglos. En realidad, hubo un cambio trascendental en 1978: por primera vez, una generación de españoles decidió romper con el ciclo vicioso histórico de enfrentamientos, guerra civiles y golpes de Estado. Y, por una vez, se pusieron de acuerdo. Lo que pasa es que eso luego se ha ido desflecando. Y eso sucede en la segunda legislatura de Aznar». 

El inveterado cainismo político, sostiene Guerra, «debería haberse acabado después del encuentro de lo que se llamó las dos Españas. Hay que tener en cuenta que España ha tenido siempre una lucha entre lo real y lo ideal: no por casualidad el libro más importante es el Quijote. España siempre ha estado descontenta consigo misma. En el año 1600 era la potencia más importante del mundo, nada comparable a lo que hoy son las grandes potencias: lo era aún más. Pues ya entonces se escribían informes diciendo que estábamos en decadencia. ¡Y era el país más poderoso del mundo! Machado tiene un texto muy interesante y poco conocido que dice que los españoles tenemos la costumbre de escupir sobre lo nuestro antes de acercarnos a ello para conocerlo. Y un poco de eso es lo que hay». Por suerte, subraya, el ambiente constantemente enrarecido y tenso que vive la política española «no ha calado en la sociedad . La gente vive buscando la felicidad, la confraternidad con los amigos, los familiares.Se vive un nivel de distensión muy grande. Sin embargo, la relación de los políticos y lo que se reproduce de esa relación en los medios de comunicación siempre es de un gran intensidad. Están perdiendo una ocasión magnífica».

Abomina de las tesis que de un tiempo a esta parte denuestan la Transición, de la que fue uno de sus indiscutibles protagonistas. «Es una manera de descargar sobre el pasado los problemas del presente. Como no estamos resolviendo estos, echémosle la culpa a los anteriores. No llevan razón y lo dicen con argumentos falsos. Mintiendo no se puede hacer una interpretación histórica cabal». Destaca Alfonso Guerra el año 1978 como uno de los más importantes de la existencia de la vieja piel de toro: «Lo que ocurrió entonces no había ocurrido nunca antes: se redactó un texto que es el más importante escrito por los demócratas en la historia de nuestro país».Evoca las maratonianas jornadas que mantuvo mano a mano con Fernando Abril Martorell para que se desbloqueara una negociación que había encallado. «Y funcionó. Por eso siempre digo que hay que hacer reformas en la Constitución, no de la Constitución, que son dos cosas distintas».Algo de aquel espíritu de pacto, de acuerdo y avenencia se echa hoy en falta. «Hoy los políticos no reflexionan. Actúan improvisando, para salvar el día. Pero el gobernante debe tener la capacidad de dejar depositar las ideas, dejar que se discutan entre mucha gente.Hoy, en el mundo, lo que está primando es el decisionismo, cuando lo importante es que las decisiones estén avaladas por muchísimas conciencias. Se necesita mucho más debate.Y sereno: no el de interrumpirse y utilizarlo para tirárselo al otro a la cabeza. Y que se piense que a veces se puede convencer al contrario».

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