Los aficionados al golf defienden que este deporte lo puede practicar cualquier persona, sin importar su estado de forma o su edad. El Club de Golf de Aranda de Duero lo ha demostrado compartiendo una jornada muy especial con un grupo de chavales discapacitados de Asadema, que han recibido los consejos de todo un subcampeón de España en la modalidad adaptada de este deporte, el burgalés Andrés García, en lo que era su bautizo en esta disciplina tan saludable para cuerpo y mente.
Tras un primer contacto con los palos, en su versión de plástico, y las bolas, en la que los chicos y chicas aprendieron la postura, el recorrido para dar el golpe o las técnicas para lanzar las bolas hacia uno u otro lado, la clase magistral se trasladaba al campo de rugby Virgen de las Viñas, muy cerca del centro de Asadema, para comprobar lo lejos que se puede lanzar una bola con el golpe adecuado.
Entre intento e intento, Andrés García compartía con ellos los consejos que ha ido recibiendo de su padre, que fue quien le animó a practicar este deporte, y que le han llevado con tesón y entrenamiento a lo más alto a nivel nacional. «Ya se lo he dicho, que apunten bien, que hagan puntería, que tienen que meter el palo debajo de la bola, con la cabeza quieta y el cuerpo para adelante, y que le den con ganas», resumía su clase magistral Andrés García, que a sus 40 años se muestra muy orgulloso de su subcampeonato.
Pendientes de estos consejos, los chicos de Asadema se mostraban ansiosos por probar sus dotes para el golf. Cada vez que se realizaba un golpe, seguían con la vista la bola para ver lo lejos que la mandaba Andrés o cualquiera de los miembros del Club de Golf Aranda que participaron en la jornada. Cuanto más lejos iba, más fuerte era el aplauso de estos alumnos tan aplicados. Ellos también tuvieron la oportunidad de probar su pericia con los palos de verdad, con cuidado y con mejor o peor fortuna pero, como les animaba Andrés García, «con práctica se mejora la puntería».
La jornada concluía con un ejercicio de civismo y trabajo en equipo, con los chicos desplegados por el campo recuperando las bolas lanzadas, algunas hasta la otra punta del verde. Como recompensa por su colaboración, y para animarles a seguir con la práctica de este deporte, el Club de Golf Aranda les entregaba unas medallas que algunos recibían como si fuese la copa del Máster de Augusta, llegando a morderla incluso para comprobar que era real. Quien sabe si, de entre todos ellos, puede salir un nuevo campeón de golf.