Editorial

Milei agita el árbol, el PSOE se queda el derecho a insultar y Vox recoge el fruto

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La crisis diplomática abierta entre Argentina y España, y viceversa, en las últimas semanas es elocuente en cuanto a cómo obran y maniobran desde el Gobierno de España, donde se corta la tensión por las próximas elecciones europeas, la inminencia de la aprobación de la amnistía a los presuntos corruptos y terroristas del procès, con el fugado Puigdemont a la cabeza, y el resultado de las catalanas, que ponen a Illa al borde de la Presidencia de la Generalitat pero alejan el apoyo del secesionismo al jefe del Ejecutivo español.

El discurso de Javier Milei se juzga rápido y por sí mismo. Es indefendible que un presidente de otro país venga a España a inmiscuirse en cuestiones que ni siquiera tienen el rango de Estado. Mal las formas, mal el fondo. Lo único que encajaba con las invectivas de Milei era el contexto, un congreso trufado de líderes extranjeros que pudieran ejercer un efecto llamada sobre un electorado que quizás los candidatos patrios no son capaces de remover. A medio camino entre el espectáculo y la política, lo que quedó fue la ofensa de Milei. Al final, el dirigente argentino acaparó la trascendencia de una convención de «patriotas europeos», en palabras de Vox. 

Sucede que la filípica de Milei llega después de que un ministro del Gobierno de España, Óscar Puente, juzgara en un acto trufado de luz y taquígrafos que Milei tiene problemas con el consumo de sustancias, una declaración indigna de un ministro responsable y que el Gobierno hizo suya al no obligar a Puente a retractarse públicamente. Ahora es España quien pide una rectificación pública a Argentina, cosa que, avanzan desde el país latinoamericano, no va a suceder. Así empatan unos y otros en la exhibición de una populista gallardía para su militancia cerril, pero suspenden en todo lo demás. El espectáculo es tan bochornoso que cuesta creer que la política se haya deteriorado tanto en tan poco tiempo.

Con el precedente de Puente en la agenda, al PSOE le ha faltado tiempo para salir a atacar al PP, al que nuevamente vuelve a mimetizar con Vox en un discurso que está dando a Pedro Sánchez más rendimiento electoral que cualquiera de sus políticas. El episodio sirve también a los objetivos de Vox: recupera foco, pone al PP -su socio en autonomías y ayuntamientos- al borde del barrizal y proyecta una lucha binaria contra Sánchez que excita a su electorado. La proximidad de la convocatoria electoral en la que los resultados cotizan por circunscripción única, y la necesidad de Vox de asimilarse a los radicales europeos que sí han llegado al poder nacional en otros estados, ponen el PP, de nuevo, frente al espejo de su situación, algo que el PSOE sabe y aprovechará, como siempre, quedándose la parte ancha del embudo.