Ganarseel jornal entrela viña y el lagar

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La recogida de la uva emplea en la comarca a miles de personas • La profesionalización de esta labor atrae a numerosos temporeros

Las cuadrillas se reparten en la viña. - Foto: Diario de Burgos

 n.l.v. / aranda
Un aroma dulzón empieza a percibirse apenas se acerca uno a una bodega. Las carreteras comienzan a bullir con un importante trajín de tractores que arrastran los remolques con los que transportan el fruto. Incluso las avispas dejan notar su presencia, aunque más tímidamente que otros años. No cabe duda, con un cierto retraso y a un ritmo más lento que en anteriores campañas, pero la Ribera del Duero ya se ha sumergido de lleno en la vendimia de 2014. Las 133 instalaciones que había ayer abiertas atestiguaban que más de la mitad de las elaboradoras han empezado ya a recibir uva. En total, a medianoche del sábado, se habían recepcionado casi 14,8 millones de kilos, casi el 16,5% de lo que las estimaciones, por ejemplo la de la Junta de Castilla y León, prevén que se cosechará este año.
Han comenzado así unas jorlas que se trabaja casi sin interrupción mientras haya sol y apenas se hayan oreado los racimos, con un ojo controlando el garillo y otro mirando al cielo para comprobar que no hace aparición la temida lluvia. Una vorágine laboral que no ha pasado desapercibida en estos momentos de convulsión económica y son numerosos los que vuelven sus ojos a la comarca para convertir la recogida de la uva en una fuente de ingresos. No en vano, reconoce José Manuel de las Heras, presidente del sindicato agrario UCCL y viticultor ribereño, «es imposible dar una cifra concreta, pero son miles las personas que participan en la vendimia en la zona».
El cambio en la legislación y el endurecimiento de las condiciones para poder participar en las labores de recogida han provocado un cambio sustancial en el perfil de los vendimiadores. Lo que antes era una fiesta familiar, en la que se daban cita parientes, vecinos y amigos, se ha visto obligada a profesionalizarse y, salvo arriesgarse a ser ‘pillado’ en alguna de las cada vez más frecuentes inspecciones laborales, a contratar cuadrillas con todos los parabienes administrativos para ejercer esta función.
Muchos de estos trabajadores son viejos conocidos de la zona, a la que vuelven año tras año para la campaña, y que incluyen a la Ribera en un particular calendario laboral que les lleva también a la recogida de la aceituna en Jaén o a la fresa en Huelva. Cada vez es más frecuente recurrir a empresas de contratación o de servicios que se encargan de proporcionar directamente las manos que requiera cada viticultor. Esto, sin embargo, no es óbice para que siga detectándose la presencia de grupos de temporeros que acuden a la aventura, sin ningún contrato formalizado, con la esperanza de encontrar una ocupación durante estos días.
La plaza de los Jardines de Don Diego y la gasolinera Tamaca son dos puntos de encuentro de estas personas. Sin que haya salido el sol, empiezan a concentrarse en estos emplazamientos con la esperanza de que los titulares de viñedo, sabedores de su presencia allí, acudan a ofrecerles un trabajo. Predominan los de origen esteuropeo, sobre todo búlgaros y rumanos, aunque también hay presencia de magrebíes y subsaharianos y españoles de otras regiones. Ese es el caso de Todor Rumenov, que junto a cuatro compatriotas viene desde Valladolid hasta la zona Sur burgalesa todos los días para trabajar en la recogida de la uva. «Llevamos viniendo cinco años. No solemos acabar trabajando para la misma persona. Cada año cambiamos», señala, lamentando que no sea un trabajo muy bien pagado ya que su jornal asegura que oscila entre 40 y 45 euros. Algo con lo que discrepa José Manuel de las Heras, que afirma que el convenio de Burgos es uno de los más avanzados de España y fija en una media de 7,5 euros la hora de trabajo.
Otro compañero, que prefiere mantenerse en el anoninato, cifra en unas 300 las personas que se encuentran en su misma situación. De ellas, entre 70 y 80 se dan cita cada día en la estación de servicio confiando en encontrar hueco en alguna de las furgonetas que paran en busca de mano de obra.
 
TEMPOREROS EN LA CALLE. La situación alcanzó tintes preocupantes el año pasado, cuando la importante llegada de temporeros en busca de una ocupación supero a las organizaciones que se encargaban de su atención. Hasta el punto que ya en 2012 se sentaron las bases de un servicio que ha echado a andar el pasado jueves y, teniendo como punto de referencia el Centro Intergeneracional proporciona a aquellos que lleguen a la zona en busca de trabajo y aún no tienen contrato, un lugar donde dormir y asearse y desayuno y cena durante tres o cuatro días, que es lo que calculan que se tarda de media en encontrar ocupación. «Se trataba de que pudieran disponer de unos servicios mínimos y con dignidad. Que no hubiera gente pernoctando en la calle, en cajeros o en naves que no reúnen condiciones», explica Azucena Esteban, concejala de Acción Social del Ayuntamiento de Aranda, coordinadora de la iniciativa en la que, además de Cruz Roja y Cáritas, también se han implicado los sindicatos.
Hasta el sábado por la noche, habían recurrido a este servicio 16 personas, «aunque suponemos que llegarán más según se vaya generalizando la vendimia». De ellos, tres solo pidieron mantas con las que poder abrigarse en las ya frías noches, puesto que estaban albergados en una nave, aunque el resto sí que pernocta en el antiguo centro escolar. En este caso, son mayoritariamente de origen subsahariano, como Woloba Coubaly, que llegó de Mali a España hace 13 años. Este año ha decidido embarcarse en la vendimia ya que, en 2001, estuvo cosechando en Zaragoza y Tarragona, por lo que tiene algo de experiencia, y se ha decantado por la Ribera por la cercanía a Madrid, su lugar de residencia. Se ha visto obligado a trabajar como temporero por las circunstancias ya que, después de estar más de una década fijo en una empresa, la crisis ha hecho que acabe en la calle. De todas formas, asegura que «no me veo mucho tiempo vendimiando. Tengo ya 46 años y dentro de poco dirán que soy mayor. Espero encontrar algo fijo».
Como en todos los casos, hay historias paralelas, fruto del desconocimiento o de la picaresca tan achacable al carácter patrio. En este caso, se puede atribuir a alguno de estos aspectos el que, uno de los primeros días, se personara en el Centro Intergeneracional un bodeguero con su cuadrilla de vendimiadores pidiendo que se les diera alojamiento. Algo que se le negó ya que, insiste la concejala, es un servicio únicamente para aquellos que no tienen aún un contrato y no pueden pagar su propio alojamiento.