Hace apenas cuatro años, vivir en un unifamiliar y en una zona rural próxima al trabajo y a los servicios básicos de una capital era el sueño de cualquier familia. Los confinamientos devolvieron el atractivo a los pueblos del alfoz, que crecieron y aún siguen creciendo en población, e impulsaron una primavera inmobiliaria que, a día de hoy, ha quedado resumida a la promoción de 157 viviendas nuevas y a un aluvión de reformas que los altos precios y la drástica falta de mano de obra en la construcción ha terminado por apagar.
La foto fija de la veintena de pueblos radicados a menos de media hora en automóvil de Burgos, es una población en torno a los 18.600 habitantes, el doble que hace 20 años, y que, de ser parte de la capital, supondría un tercer distrito en tamaño, solo superado por el que integran las avenidas de la Paz, Reyes Católicos, G-2, G-3, Sagrada Familia y Barriada de Illera (57.482 habitantes) y el de Gamonal-Capiscol (48.632).
En dos décadas ha ganado más población el alfoz (8.546) que la capital (5.134), es más, buena parte de lo que ha perdido la ciudad se ha ido a los lugares próximos donde había posibilidad de vivir a un precio razonable en un unifamiliar o un adosado y con una pequeña parcela de jardín.
El nuevo alfoz como tal se levantó poco antes de la crisis hipotecaria de 2007. En torno a ese año, se visaron más de un millar de viviendas nuevas en la órbita geográfica de la capital. Grandes promociones de adosados a precios mucho más asequibles que los pisos a orillas del Arlanzón. Tras el desplome de la construcción, en 2013, tan solo se visaron 21 viviendas en el alfoz.
En el año 2000, los empadronados en los veinte municipios más grandes sumaban 8.100 vecinos y, entre ellos, solo la Merindad de Río Ubierna superaba el millar. Hoy son 6 con más de mil empadronados (Arcos, Cardeñadijo, Cardeñajimeno, Cogollos, Merindad de Río Ubierna y Villagonzalo Pedernales) y un séptimo que alcanza los 2.000, el Alfoz de Quintanadueñas, según la última actualización del padrón a 1 de enero del INE.
Hay otro dato relevante, la población mantiene un crecimiento en todos los núcleos importantes, aunque no a los ritmos del 8% anual de principios del actual siglo, sino a apenas un 1%.
Solo hubo una salvedad en este ritmo de crecimiento: el año 2021. Terminados los confinamientos sanitarios, el censo se disparó cerca de un 3% (el 2,81% exactamente) con aquellos que huían de las aglomeraciones urbanas.
En este ambiente de cambio, el Colegio Oficial de Arquitectos registro 41 visados de vivienda nueva en 2021, cuando un año normal rondaban entre los 15 y 20. En 2022 se registraron 72 y el pasado año 30, cifras que están por encima de lo normal en este entorno rural. Es decir, en los cuatro últimos años se han visado más viviendas nuevas que en todo el periodo 2013-2019.
Para poner en contexto estos números, hay que matizar que el pasado año se visaron en la provincia 955 proyectos de ejecución de vivienda nueva, cifra que puede llegar al millar dependiendo de las grandes promociones de viviendas de la capital. Son datos muy alejados de las 261 viviendas del año 2013, cuando se tocó fondo en la promoción inmobiliaria, y mucho más de los más de 7.000 visados justo antes de que estallase la crisis de la burbuja de la construcción.
Cambio de tendencia. A raíz de la pandemia ha habido un incremento significativo de proyectos de viviendas rurales, cifra que se ha ido frenando a partir de 2023 por el aumento extraordinario de los costes de construcción, la subida de los costes hipotecarios y la acuciante falta de mano de obra para ejecutar los proyectos.
«Desde la guerra de Ucrania se ha disparado el precio de los materiales y hay mucho promotor individual que se ha echado atrás o se lo está pensando. Además, lejos de estabilizarse o incluso bajar, los precios no lo están haciendo. Y estamos hablando una media de un 30% de subida de los costes», detalla Javier Achirica, presidente de los arquitectos.
Las promociones son muy contadas y hay proyectos congelados desde el inicio de la guerra de Ucrania. Hasta ese acontecimiento, el coste medio por metro cuadrado de una vivienda unifamiliar normal en el alfoz estaba en torno a los 1.000 euros, ahora se mueven en una horquilla de los 1.300-1.500 euros. Hay municipios -mucho más en los más alejados de Burgos- en los que es muy difícil encontrar a profesionales que les compense ejecutar una obra, no hay empresas ni tampoco relevo generacional entre las que están operativas.
En el ámbito de la reforma y la rehabilitación, la actividad también ha sufrido un descenso importante. «Aquel desembarco que se vivió en los años 20 y 21 se ha acabado. La gente remodeló merenderos, amplió casas y reformó interiores. Aquel boom tuvo su momento», señala Vicente García, presidente de la Asociación de Empresas de Reformas de Burgos.
El trabajo en el alfoz se ha ralentizado, pero las rehabilitaciones en la capital siguen en pleno auge apoyadas por los fondos europeos que apuestan por la eficiencia energética de los edificios y las energías renovables.