Uno de los inconvenientes que arrastran como un sambenito las explotaciones de porcino es el mal olor que generan. Esta afirmación podrá hacerse pronto en pasado, ya que la investigación está logrando la eliminación de este problema. Un ejemplo lo tenemos en la Granja Romaniega, ubicada en la localidad ribereña de Caleruega, y que acaba de lograr el Premio Especial a la Innovación en la última edición de los galardones nacionales Porc d’Or, donde se alzaba también con una nominación en el Premio Especial Magrama por las mejoras implantadas sobre todo en el terreno del bienestar animal en esta explotación.
Las investigaciones en esta granja comenzaba hace siete años y en los últimos tres se ha podido constatar de forma empírica que el sistema para evitar los malos olores, principalmente, funciona. "El objetivo ha sido reducir el impacto medioambiental de los purines mediante la aplicación de un tratamiento microbiológico, y el resultado ha sido el desarrollo de un cultivo de microorganismos, compuesto por bacterias y levaduras, que, aplicado sobre los purines, consigue reducir la emisión de gases contaminantes, como el amoniaco, el ácido sulfhídrico y el CO2 , reduciendo así el olor hasta casi eliminarlo", explica Silvio Núñez, responsable de esta explotación porcina calerogana que ha duplicado su plantilla en los últimos años, llegando a tener una plantilla estable de 14 personas.
La disminución de estos gases nocivos en las balsas de purines, que son los que provocan el mal olor en las explotaciones ganaderas, evita que estos se evaporen y, por tanto, formen parte de la lluvia ácida e incrementen el efecto invernadero, por lo que, además de la mejora del entorno más cercano, no suman en el pernicioso calentamiento global. A estas ventajas se suma, además, que el purín tratado con este cultivo de microorganismos tiene un pH más ácido que los purines sin tratar, lo que genera un ambiente desfavorable para diferentes bacterias patógenas, como E. Coli, estreptococos, clostridios o salmonelas, reduciendo el riesgo de contaminación de los suelos. "Ahora que sabemos que funciona, porque lo llevamos comprobando años, es cuando se puede dar el salto a comercializar la fórmula para que se generalice su uso en el sector", apunta Núñez, que presume de tener una granja porcina modélica, con un esquema que se replica en la otra explotación que tiene en la comarca, en el municipio de Quemada.
Además, la granja calerogana es un ejemplo a seguir en lo que a sostenibilidad energética se refiere, ya que cuenta con dos aerogeneradores, placas solares y caldera de biomasa para su autoabastecimiento "en más de un 80%". A todo ello se suma un extremado cuidado del bienestar animal, contando con espacio para 2.700 animales cuando solo tiene 2.450 cabezas de ganado, a las que aporta elementos manipulables para que jueguen, mejorando su estado y, por lo tanto, incrementando de forma significativa su productividad.
ABONO PARA LA MEJORA DE LAS CONDICIONES DEL TERRENO.
Una de las utilidades principales que se da a los purines ya tratados es su uso en los campos como fertilizante. A la hora de utilizar el producto líquido que se obtiene en la Granja Romaniega, la experiencia ha constatado que aporta varios beneficios, como que el producto es más homogéneo y fácil de repartir en el campo. A esa ventaja a la hora de esparcirlos, se suma que no reseca la tierra, ya que la cantidad de sales que contiene es baja y, por este motivo, la tierra admite más cantidad de purín.
Los expertos aseguran que todo ello da lugar a mejores cosechas en distintos tipos de cultivo, siempre tomando como referencia parcelas contiguas en las que se lleva utilizando este purín desde hacer varias campañas para observar sus efectos. Por otro lado, se evita la manipulación de cubas tanto en el transporte como en su aplicación directa en el campo, previniendo la aparición de olores desagradables en núcleos urbanos cercanos al foco de emisión.