Encantada. Así reconoce sentirse Clara Acosta desde noviembre del año pasado, cuando tomó las riendas de la cantina de Buniel. Tras cerca de 7 años al mando de la de Villanueva Matamala, esta burgalesa quiso "ir un paso más allá" y buscar un pueblo con más habitantes para desarrollar al cien por cien su negocio de hostelería.
Tras pujar por distintos establecimientos a lo largo y ancho de la provincia le surgió la oportunidad de Buniel, a escasos 16 kilómetros de Burgos, y no se lo pensó dos veces. El pasado 31 de octubre cerró por última vez la puerta en Villanueva Matamala y a los pocos días ya tenía abierta la de Buniel. "Los vecinos nos tratan muy bien. Estamos contentísimos", reconoce junto a su marido. Además del trato de los clientes, fundamental para que una cantina funcione, se deshace en elogios hacia el Ayuntamiento, tanto el partido en el gobierno como el de la oposición. "Nos han dado mil y una facilidades. Así es una gozada trabajar", confiesan.
Con vivienda incluida dentro del inmueble, se han lanzado a elaborar todo tipo de comida rápida. "En los pueblos a la redonda nadie hace nada", explican. Y es que si alguien se quiere cenar una hamburguesa o un perrito caliente no tiene más remedio que coger el coche y subirse hasta Burgos. De este modo, su carta de comidas no deja de crecer, casi al mismo ritmo que lo hacen los clientes y los pedidos.
Cavia, Estépar, San Mamés, Frandovínez... multitud de habitantes de municipios cercanos acuden hasta Buniel casi a diario -sobre todo en verano- para degustar sus elaboraciones. "Hay veces que no damos abasto con los pedidos. Es una locura", reconoce.
Abrimos a las 8:30 de la mañana y cerramos cuando se va el último cliente"
Además de los clásicos, han tratado de innovar con recetas que sorprenden a propios y a extraños. Por ejemplo, desde hace unas semanas han incorporado los calamares a la cántabra. "No tenemos nada que ver con Cantabria, pero nos gusta probar y ver la reacción de los clientes", admiten.
Aunque en principio con el final del verano y la aproximación del invierno todo el mundo podría esperar que la actividad en la cantina mermase, en Buniel no siguen esa tónica. "Se trabaja bien. La gente ayuda para que el negocio siga abierto", indican. Tienen como ejemplo la buena experiencia de sus primeros meses, allá por noviembre de 2023. "Los vecinos vienen de un par de malas experiencias con los últimos regentes", apuntan. Así las cosas, con la grata experiencia que acumulan en los últimos tiempos, todo son buenas palabras para los nuevos 'dueños'. "Abrimos a las 8:30 de la mañana para dar cafés a los padres que llevan a sus hijos al autobús... y cerramos cuando se va el último cliente", reconocen.
Tanto Clara como su marido reconocen que el recibimiento que han tenido en Buniel, pueblo que les era completamente ajeno hasta hace menos de un año, ha sido "espectacular". "No nos esperábamos que nos fuese tan bien. Ojalá que dure mucho el matrimonio que hemos empezado", bromean.
Además de padres, a la cantina son asiduos todo tipo de trabajadores de la zona que acuden a la hora del almuerzo a tomar un pincho de tortilla o a comprar un bocadillo. Tampoco fallan a su cita casi diaria los amantes de los juegos de cartas.
Los fieles al café de primera hora
Pocas cantinas en pueblos de la provincia pueden presumir de abrir su puerta a las 8:30 de la mañana. La de Buniel no falla entre semana, ya que tiene clientes que casi a diario entran a tomarse un café -a veces pincho incluido- a primera hora.
Los padres que acompañan a sus hijos a la parada del autobús que les lleva al colegio se han acostumbrado a, cuando el vehículo se marcha, reunirse y compartir un rato de charla. Tampoco fallan los obreros o trabajadores que se encuentran por la zona o los vecinos del pueblo que acuden a jugar a las cartas.