Ni por asomo se imaginaba Osiris Reyes hace unos meses que su vida iba a dar semejante vuelco. Afincada en Madrid desde hacía años, a mediados de abril cambió el bullicio y el constante ajetreo de la capital de España por la tranquilidad y el sosiego de Cueva de Juarros. La hermana de su pareja, vecina de esta localidad a escasos minutos de Burgos, fue la que les comentó que la antigua adjudicataria de la taberna, una señora, tenía la intención de abandonar el establecimiento por cuestiones de salud.
Recuerda ahora Osiris que la misma semana que tuvieron noticias sobre el bar de Cueva tanto ella como su pareja había estado buscando locales en Madrid para arrancar su propio negocio de hostelería. "Debió de ser una señal del destino", bromea.
A ambos les apasiona el sector pese a que por aquel entonces trabajaban fuera de él: ella tiene experiencia en el manejo de negocios y él mucha mano dentro de la cocina. De este modo, y sin apenas dejar margen para pensárselo dos veces, decidieron lanzarse a la piscina y mudarse hasta Cueva. De momento, Osiris y sus dos hijos han hecho las maletas, mientras que su pareja aún conserva su empleo en la capital de España. No obstante, todos los fines de semana viaja hasta Burgos para reencontrarse con los suyos y echar un cable detrás de la barra.
"Fue una decisión que tomamos en unos días y en dos semanas ya estábamos instalados. Nos gustan mucho los retos", reconoce Osiris. Cueva de Juarros siempre le había llamado la atención durante las visitas a su cuñada, aunque nunca se había planteado vivir en él. Sin embargo, ahora confiesa que la tranquilidad le ha terminado por enamorar. Poco a poco va imprimiendo su toque personal a la taberna aunque sin innovar demasiado, ya que la gente del pueblo les ha recomendado mantener en parte la esencia del local. Eso sí, desde hace unas semanas han puesto en marcha un karaoke nocturno los sábados que hace las delicias de los vecinos.
Los sábados por la noche hemos montado un karaoke para que los jóvenes estén entretenidos"
A partir de las 11 de la noche las luces bajan la intensidad, los más atrevidos cogen el micrófono y las canciones empiezan a sonar. "Queremos que los jóvenes estén entretenidos y les guste venir. Ya tenemos varios clientes fieles que no fallan nunca", explica. Aunque confiesa que ninguno de los participantes -incluida ella misma- tiene visos de ganarse la vida cantando, admite que se trata de momentos "muy felices" y en los que no faltan las carcajadas.
También han recuperado las cenas mensuales que organizaban los vecinos de Cueva. "Estuvimos hasta las 4:30 de la madrugada. Fue una noche inolvidable", indica. Además, prepara la instalación de una piscina portátil para sobrellevar las altas temperaturas del verano burgalés.
Osiris espera que con el paso del tiempo tanto ella como su familia se continúe adaptando a la forma de vivir de los habitantes del pueblo y la comarca como ellos a su modo de entender la hostelería. "La gente es muy colaboradora y agradable", afirma. Sin miedo a lo que pueda deparar el crudo invierno, ya se está preparando: hace unos días le pidió a un vecino, don José, que le enseñara a jugar a las cartas para estar completamente familiarizada con este pasatiempo tan habitual en el interior de las tabernas. "Se me pasaron 4 horas en un visto y no visto", sentencia.
Objetivo: los ciclistas
Las apacibles y tranquilas carreteras de la comarca de los Juarros son un enorme atractivo para los amantes del ciclismo y cicloturismo burgalés. La BU-V-8002 que une San Millán con Tañabueyes, ya en plena Demanda, es una de las vías más solicitadas por los aficionados a las dos ruedas.
De este modo, Osiris cuenta entre sus clientes con numerosos deportistas que eligen su taberna para tomar un café o reponer fuerzas con un pincho de tortilla. Uno de los más asiduos son las autodenominadas Princessbikes, una asociación de burgalesas a las que les encanta hacer rutas en bici.
Siempre que salen en dirección Cueva, explica Osiris, llaman antes para que esta les tenga preparadas unas cuantas viandas con las que reponer fuerzas.