El tren no para en Aranda, pero su recuerdo está muy vivo

L.N. / Aranda
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Cuatro ferroviarios ya jubilados destacan la "gran vida" que generaba el ferrocarril en Aranda y lamentan que el Directo sume tantos años de abandono. "Es primordial", dice Melitón García

El tren no para en Aranda, pero su recuerdo está muy vivo - Foto: Florentino Lara

A sus 91 años, Melitón García Meneses recuerda como si fuera hoy su trabajo de calderero en la estación arandina Chelva. Allí aterrizó en 1957 procedente de Ferrol y tras haberse formado en la escuela de aprendices de Renfe en León. En la capital ribereña se casó y echó raíces y, de hecho, aquí sigue viviendo en la actualidad. Cuenta que había una reserva con unas 15 locomotoras y que lo suyo era "arreglar las tuberías y los hierros de las máquinas de vapor" en la línea Valladolid-Ariza. Paraban en Aranda y se ocupaban de reparar los desperfectos que pudieran sufrir.

García también se acuerda de que había una residencia para los maquinistas, así como quiosco y fonda en la estación Chelva, donde se servían comidas y cenas, además de una cantina en El Montecillo. "Le daba vida a Aranda", asegura. Una situación bien distinta a la actual, que este antiguo ferroviario lamenta con especial pena. "Una ciudad que no tenga siquiera estación... Ahora cada vez más gente coge el tren. Es una pena que aquí no funcione, cuando ya está toda la infraestructura", continúa Melitón, para concluir: "Es primordial que vuelvan a poner el ferrocarril".

En este sentido también se pronuncia Elpidio López, que trabajó como ayudante de maquinista en la Valladolid-Ariza en los años 70. En aquel entonces había dos trenes de viajeros. "Uno que llamábamos el Correo, que paraba en todas las estaciones y apeaderos y, además de usuarios, llevaba oficina de Correos y mucha paquetería", sobre todo, para Aranda y Peñafiel. Y el otro, el TER que hacía el trayecto Zaragoza-Salamanca.

A ellos se sumaban trenes de mercancías. López recuerda que la Azucarera "movía mucho" y que, incluso, había "un tren de arena que cargaba en Aranda y llegaba a Cataluña". Sin embargo, pese a que la capital ribereña "siempre daba viajeros" y que "había un depósito de locomotoras", diversos factores llevaron al cierre de esta línea en 1985. A juicio de este ayudante de maquinista, hijo de ferroviario, "tenía una infraestructura débil y se había mantenido en unas condiciones muy precarias, con el carril primitivo. En consecuencia, la velocidad era muy baja". En su opinión, "la línea podía haber sido viable en mercancías, pero no podía recibir viajeros porque se eternizaban".

Luego, prosigue Elpidio, "vino el abandono, todo lleno de maleza, los puentes oxidados...". Algo de lo que tampoco ha escapado la línea del Directo. Lamenta aquel "mal día" de marzo en el que una bateadora quedó atascada en el túnel de Robregordo. Y ahí continúa. Ya van 13 años sin tren que una Madrid y Aranda. "Es una lástima porque era relativamente nuevo", subraya Elpidio López, al tiempo que defiende que "por supuesto, Aranda necesita comunicación con Madrid por tren y también con Valladolid. Pero, sobre todo, con Madrid y Burgos".

No obstante, admite que su impresión "es que no lo van a reabrir. Si no hubieran acometido la alta velocidad, quizá sí. Mala pinta tiene". Eso sí, considera que "tal vez sí que lo arreglen si aumenta el tráfico de mercancías desde el País Vasco" ya que "se ahorrarían muchos costes de energía y tiempo".

"Un error". Por su parte, el sevillano José García Soriano, que trabajó de interventor en los 80, guarda unos recuerdos "muy bonitos", sobre todo por las vistas. "Me hacía a la idea de que iba por Rusia, con todo nevado. Disfrutaba mucho en la ventanilla viendo el paisaje", evoca. No se olvida tampoco del Iberia Express, que viajaba de Algeciras a Irún y que al llegar a Chamartín le agregaban coches, entre ellos uno con una pantalla de cine. O de los chicos que vendían bocadillos en Montecillo a base de pregonarlo. Pero todo eso terminó. "Es un error que la línea esté cerrada. Me da mucha pena que no hayan invertido, que la bateadora siga en el túnel y que hayan desvalijado estaciones preciosas", concluye.

Finalmente, otro ferroviario que llegó a Aranda en 1962 y que prefiere guardar el anonimato reconoce su nostalgia por "aquellas locomotoras de vapor". Se ocupaba de las instalaciones de seguridad y de que todo "estuviera en perfecto estado". También recuerda que la puntualidad era "sagrada". Hoy el tren ya no para en Aranda. Pero sus recuerdos permanecen imborrables.