Había ganas. El Aparejadores solo sabía lo que era perder finales, pero ayer se redimió de la mejor manera.: venciendo donde hace poco más de 100 días se vio superado en una de las finales más épicas que se recuerdan. Entonces el VRAC le venció y conquistó una nueva División de Honor, pero ayer en el mismo escenario y ante el mismo rival, el resultado fue diferente. Lo que el pasado junio fueron lloros de tristeza y desesperación, ayer se transformaron en sonrisas, abrazos y puños en alto.
Hubo cosas que se repitieron, como el sufrimiento en los banquillos ante un final apretado. La tensión que se respiró con la patada de Taibo en el último minuto fue similar a la que tuvo que soportar Carrió en junio. Pero esta vez el error fue vallisoletano, no del apertura argentino del Aparejadores, que alcanzó la meta que tanto tiempo llevaba persiguiendo: conseguir un título como capitán del club burgalés. Y, para colmo, ante su exequipo, del que confesó en la previa que era un rival al que le tenía muchas ganas.
Por ello, el más de medio millar de aficionados que se desplazaron desde Burgos celebraron tanto. Casi al nivel de los gritos que emergían del vestuario visitante en los momentos posteriores a la ceremonia, en la que habían levantado un histórico trofeo. Se convirtieron en el tercer equipo de la historia que vence al VRACen la Supercopa. Motivo más que suficiente para que los aficionados gualdinegros más pequeños (y no tanto) pidieran durante minutos y minutos fotos y autógrafos de sus ídolos.