Clara Seoane García fue consciente de que tenía un problema en el momento en el que aceptó que había adquirido conductas limitantes para una persona de 19 años como, por ejemplo, descartar salir a cenar porque los alimentos que se iban a poner sobre la mesa no se ajustaban a lo que consideraba adecuado. Y, sobre todo, cuando entendió que esa sensación de desbordamiento mental que la acompañaba día y noche estaba afectando a su rendimiento académico en la Universidad Carlos III de Madrid, hasta entonces brillante.
Así, unas Navidades confesó en casa que no podía más y que necesitaba ayuda para seguir viviendo. La sorpresa llegó cuando, en enero, el HUBU le dio cita para una consulta en Psiquiatría en mayo. Demasiado tiempo para ella, que, siempre de la mano de su familia, tuvo que buscar alternativas. Y ahora que lleva años recuperada de su anorexia nerviosa -«pero siempre con ojo águila»- se ha marcado como objetivo hacer lo posible por conseguir que otras personas en su situación puedan beneficiarse de los mismos recursos que ella sin necesidad de marcharse de Burgos. Algo que pasa por la apertura de un centro de día especializado en trastornos de la conducta alimentaria en la capital. «Esta enfermedad es un infierno, pero, por dura y larga que sea, con un tratamiento adecuado se sale», asegura.
El punto de partida de este proyecto está en esos cuatro meses para una primera consulta con el psiquiatra. Una demora que condujo a su familia a la veterana Asociación de Familiares de Anorexia y Bulimia de Burgos (Adefab) y a su psicóloga, María del Mar Herrero, para quien Seoane no tiene más que agradecimiento. Fue la primera profesional que la trató hasta que la atendieron en la Unidad de Rehabilitación de Trastornos Alimenticios (URTA) del HUBU. «Me parece vital la sanidad pública, pero yo sentí falta de empatía, de información y comunicación con las familias... Como si fuera un bicho que había elegido algo que no le deseo a mi peor enemigo», recuerda, matizando que, en cualquier caso, la URTA es un recurso para situaciones críticas. Pero en un trastorno de este tipo hay más aspectos que abarcar durante un tiempo muy variable en cada persona.
La psicóloga de Adefab le recomendó entonces un centro especializado en Madrid, donde le dieron diagnóstico y una asistencia integral. «Yo pude hacerlo, estuve año y medio tratándome a nivel emocional y mental para, a la vez, seguir con mi vida y reintegrarme socialmente. Pero hay gente que no tiene esa alternativa y yo quiero aportar mi grano de arena para que no haya que salir de Burgos para beneficiarse de ello», explica.
Por eso, cuando terminó Derecho y Administración de Empresas dedicó su trabajo de fin de grado a la creación de un centro de día especializado en trastornos de la conducta alimentaria, «que van más allá de la anorexia y la bulimia». Luego planteó en Adefab la posibilidad de llevarlo a la práctica, pero acordaron que era mejor desarrollarlo por separado, bajo el paraguas de una nueva entidad: Asociación de Trastornos Alimentarios de Burgos (ATAB), que Seoane preside desde la constitución, hace dos semanas. «Pero siempre con idea de crear sinergias con Adefab», dice.
ATAB tiene ya 50 socios y la meta de hacer realidad el centro de día. Lo primero es conseguir local y lo segundo, financiación. «Es un proyecto necesario para la sociedad. Ya estamos hablando con la Administración y la iniciativa privada se está volcando con nosotros», afirma, enumerando las entidades que ya colaboran. Seoane tiene hoy 26 años y se emociona al afirmar que se siente «con vida. Y hablar de vivir cuando llevas tantos años tratando de sobrevivir es muy importante», concluye.