Son prudentes, porque saben que cuanto suceda en las semanas siguientes no depende de ellos. Como siempre. Mirarán al cielo, escrutarán las predicciones meteorológicas, vivirán con inquietud las amenazas que siempre están ahí, como esas tormentas traidoras que se abaten con violencia llevando consigo el granizo homicida. Pero tampoco ocultan que la cosecha de este año puede ser excepcional. El campo exhibe un aspecto arrebatador: las lluvias de abril y las de mayo han sido beatíficas. Y los agricultores de la provincia lo reconocen -como casi siempre- en voz baja, como si no quisieran tentar a la suerte, o porque saben que aún todo puede irse al traste: la recogida de cereal de este año puede ser histórica. Aunque todavía es pronto por diversos motivos para hablar de cifras más o menos cerradas, este periódico ha sabido que hay estimaciones que hablan de un importantísimo incremento respecto del año pasado.
Así, mientras en Burgos se recogieron en torno a 1,3 millones de toneladas de trigo, cebada y centeno, las estimaciones sitúan este año una cosecha de 1,7 millones de toneladas, en torno a un 30 por ciento más con un rendimiento de entre 4.000 y 4.500 kilos por hectárea. Donaciano Dujo, responsable regional del sindicato agrario Asaja, confirma que las expectativas son espléndidas. «Viene muy bien presentada», explica. Pero enseguida tercia el discurso, que vira hacia la prudencia. «Hay que pensar que para la siega queda entre uno y dos meses entre el principio y el final. Todavía falta mucho tiempo. Las perspectivas son buenas tanto en el secano como en los forrajes. Pero siempre tenemos el temor a las tormentas, y más en un año como este, en que hay tanta humedad. En estas fechas las tormentas son habituales y especialmente con granizo, y eso puede hacer mucho daño».