El cinturón verde de la ciudad se está llenando de escombros y desechos. No hay carretera o camino agrario en un radio de 5 kilómetros del entramado urbano que no sufra estos depósitos de inmundicia, la mayoría de ellos vinculados con obras de reforma y chapuzas caseras sin autorización ni licencia. Muebles, electrodomésticos, colchones, cristales, máquinas, restos de talleres, aceites, pinturas, neumáticos, sanitarios, garrafas, cartones, plásticos... El daño medioambiental y el impacto visual es enorme, también la aparente impunidad con la que los incívicos pueden soltar la carga y esconder la mano.
La situación se está tornando crítica en las últimas semanas. Así lo reconocen y sienten los numerosos paseantes y ciclistas que visitan los alrededores de la ciudad y los pueblos del entorno. Se atribuye, en parte, a los problemas generados por el cierre del Punto Limpio del G-3, que se vio afectado por un incendio el pasado agosto y que ya ha reabierto sus puertas. La moda de las reformas caseras también está detrás de este fenómeno.
Con las puertas cerradas, el Punto Limpio se vio rodeado de desechos de los que no pudieron esperar. Otros optaron por huir de las cámaras de vigilancia que protegen los puntos limpios y desplazarse unos kilómetros y encontrar el punto de descarga más cómodo para su antojo, generalmente una cuneta.
La carretera que une el barrio de Villímar con el convento de las Franciscanas Misioneras de María, ruta habitual de paseantes y ciclistas, es un claro ejemplo de esta degradación. Antes de sortear el paso bajo la circunvalación hay un gran vertido de maderas reciente y en la mayoría de los caminos agrarios que nacen desde esta vía hay depósitos de desechos, el último compuesto por varios sacos de un conocido negocio vinculado a la construcción llenos con un desescombro justo al lado del asfalto.
Unos metros en el interior del camino que transcurre paralelo a la vía han tirado restos de tejados de uralita. El fibrocemento es un material altamente contaminante que necesita de medidas de seguridad estrictas para su manipulación por personal especializado. Otros metros más allá, en el arcén reposan un armario completo destrozado y una instalación para animales de compañía.
Si se alza levemente la mirada, el trazado de un camino agrario está jalonado de montones de escombros de hormigón, cemento y ladrillos...
Ninguno de los pinares que rodean la ciudad a los que se puede acceder por un camino transitable escapa de la acción de los desaprensivos. Justo en la parte alta del convento de las Franciscanas Misioneras de María, en pleno pinar de repoblación, hay un gran depósito de electrodomésticos, sofás, pantallas de ordenador, neumáticos, puertas, muebles de todo tipo, tejas y un largo etcétera de plásticos. El sitio es perfecto para acceder en un vehículos y deshacerse de la mercancía.
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