En la conversación del grupo, unos sostenían que la moda en la vestimenta era arte, libertad y vida. Insistían en su importancia sociológica. Otros por el contrario opinaban que en ella todo era efímero. Incapaz de permanecer, cada poco tiempo estaba obligada a cambiar y así apuntaban un componente de frivolidad. Sin embargo, lo cierto es que la relación entre moda y arte siempre ha sido intensa y reforzada por la obsesión de perseguir la belleza. Moda, cine, pintura, fotografía y escultura nunca dejaron de mirarse de frente y de compartir técnicas y conceptos. Y permanente ha sido siempre su presencia en la literatura; no es casual que texto y textil tengan raíz etimológica común. En el guardarropa literario hay algún hueco como ese que dejaron vacío los sombreros que nunca quisieron utilizar las sinsombrero, aquellas mujeres libres (libres y responsables, libres en serio) de los pasados años 30. Pero allí están aquellas prendas que divinizaban a los humanos -La Odisea-, la falda de Nausica, las sandalias de Hermes, el pañuelo de Otelo, el corsé de la Bovary, la capa de Holmes o el abrigo de Luis Mateo Díez... Luis Mateo cuenta que, un martes de noviembre, como ayer pero durante 1947, un funcionario colgó su abrigo en el perchero y que empezó a deshacerse agotado de cubrir el frío de tantos. Los abrigos siempre han pasado de uno a otro, de frío a frío, así que igual era el mismo que había utilizado otro funcionario, el de Dostoievski, y que luego usaron Kafka y Proust y Baroja, Por eso ni los botones servían ya para enganchar en unos ojales agrandados en su rasgado.
Los ojales grandes pueden ser ventanas que permiten ver mundos insospechados, distintos. Eso sucedió a mujeres como Elizabeth Keckley o la burgalesa Flora Villarreal. Keckley, mujer negra, esclava y madre soltera, consiguió su libertad y empezó a coser para las mujeres más influyentes de Washington y para Mary Todd, la esposa de Lincoln, obsesionada por la moda francesa y la emperatriz Eugenia de Montijo. Flora Villarreal se instaló en Madrid como empresaria de Moda, trabajó para La Casa de Alba y elites económicas del país y su reputación llegó a tener reflejo en Vogue. Actualmente se expone en el Palacio de Liria -La Moda en La Casa de Alba-, alguna de sus creaciones de Alta Costura en una exposición de interés que hace unas semanas se recomendaba en este medio.