Cinco años llevan Mario López y María del Carmen Abreira en la "aventura" -tal y como la define él- de regentar la cantina de Quintanaortuño. Ella sí que había vivido la experiencia de ponerse detrás de la barra, aunque hace mucho tiempo, de joven junto a sus padres. Él, por contra, había emprendido pero con una compañía dedicada a la pintura en su Bilbao natal.
La crisis echó por tierra sus expectativas y los dos se vieron forzados a buscarse un nuevo sustento lejos del País Vasco. "Tengo un abuelo que procedía de Roa, pero ninguna relación más", admite. El primer lugar en el que se aposentaron fue Rioseras, aunque seis meses más tarde encontraron una casa en mejores condiciones en Quintanaortuño.
A pesar de que trató de continuar con su empleo de pintor, bien por Burgos o directamente residiendo en Bilbao durante la semana y regresando los findes, llegó un momento en el que tuvo que decidirse. "Llevábamos cuatro años distanciados y decidimos coger la cantina que en esos momentos estaba en plena reforma", explica.
Y dicho y hecho. "Nunca me había dedicado a la hostelería, pero por fuera de la barra he estado toda mi vida", bromea Mario. Aunque al principio se les hizo un poco cuesta arriba, dada su inexperiencia, ya le han cogido el tranquillo. No obstante, apunta que es un trabajo "cansado", ya que de media pasan 13 horas de cara al público. A ese tiempo han de sumar los minutos por delante y por detrás que emplean en preparar el local antes de abrir o en limpiarlo para poder cerrar por las noches. "Si hay ajetreo se pasa algo más rápido, pero los días que baja poca gente...", se lamenta.
Al principio poníamos 18 menús todos los días a empleados que trabajan en un parque eólico"
Para evitar que las jornadas se hagan interminables y permitirles seguir viviendo de la cantina, ofrecen un suculento menú diario -fines de semana incluidos- que hace las delicias de todos los que osan probarlo. Desde mediodía el olor que rodea el local permite hacerse una idea de lo que se está cocinando en su interior. "El cocido es nuestro plato estrella", insiste María del Carmen. Ella, la chef de Quintanaortuño, tiene una lista infinita de elaboraciones que va creando a cada jornada que transcurre.
Camioneros de reparto de carburante por los pueblos de las inmediaciones, empleados de empresas cercanas, albañiles, obreros que construyen el siguiente tramo de la autovía A-73... muchos son los que o bien comen o bien se toman un pincho de tortilla a media mañana en la cantina. "Cuando pusimos en marcha el menú dábamos todos los días 18 comidas a una plantilla que estaba montando molinos eólicos", recuerda.
La pandemia, como a todo el mundo, les hizo pupa: dos meses y medio con el local cerrado y el mal tiempo posterior les complicó algo el negocio. Sin embargo, salieron adelante con el apoyo de la clientela. Buena muestra de ese cariño que le tienen es la colección de sombreros que copa las paredes del local. "El primero me lo trajo un vecino que estaba haciendo limpieza en casa y lo puse. Enseguida empezaron a traerme más y más", asegura. Entre todos los que tiene, confiesa, hay uno que le aseguran lo lanzó Joaquín Sabina durante un concierto. Quien quiera verlo ya sabe dónde tiene que ir.
A falta de camioneros, currelas
Hace ya años que los camiones y coches dejaron de pasar por delante de la cantina de Quintanaortuño. La construcción del tramo de autovía A-73 hasta pasada esta localidad desvió el incesante tránsito de vehículos en dirección o el norte de la provincia Santander. Mario López cogió las riendas del local cuando la variante era una realidad, por lo que se ha tenido que ingeniar -junto a su mujer- una solución para seguir atrayendo clientes.
Un suculento menú por 13 euros entre semana y 16 euros los findes es el principal reclamo. De este modo, son multitud los trabajadores de la zona (desde albañiles a obreros que ejecutan un nuevo tramo de autovía) los que acuden casi a diario al comedor.