Elvia Hernández y su hijo Santiago son un claro ejemplo de que la unión hace la fuerza. Juntos acaban de poner en marcha un nuevo proyecto, en pleno corazón de Aranda de Duero, centrado en la elaboración de moda sostenible de forma artesanal. Conjugan la experiencia que ella atesora después de toda una vida dedicada a bordar y la pasión por el diseño de él. Para ambos, se trata de un emprendimiento con una fuerte carga social y emocional. Social porque nace ligado a la economía circular, a la naturaleza y el bienestar. Y emocional porque proceden de una familia entregada en cuerpo y alma al oficio. Tanto la abuela de Santiago como sus diez hijas han trabajado de costureras. Así que El-Vía surge en honor a esta generación, a su constancia, sacrificio, esfuerzo y el trabajo que han labrado con sus propias manos. De hecho, el término que han escogido para bautizar su espacio creativo, en la calle Sol de las Moreras, juega con el nombre de la madre e introduce un guion para destacar el término «vía» como una representación del camino. De un sendero que ambos han recorrido juntos y que ahora suma una etapa más.
El propio Santiago, de 32 años, se ha encargado de remodelar el local, donde ahora diseña y elabora camisas con algodón crudo sin tratar y tintes naturales, a base de plantas, raíces o barro. Todo bajo pedido y bajo el concepto de «moda lenta». Es decir, sin aspiraciones de que se masifique ni se vuelva demasiado comercial. Su filosofía se centra más en la sostenibilidad, en dar valor a la artesanía y al esfuerzo y la energía que conllevan todas las prendas hechas a mano. «Al final, lo que busco es una especie de involución hacia la artesanía, hacia lo original», explica, mientras detalla que estudió el bachillerato de Artes en el Instituto Vela Zanetti y que después cursó un grado de FP sobre impresión gráfica.
No cuenta con una formación específica de diseño, pero sí con cursos que ha realizado por su cuenta, de manera autodidacta. Y, sobre todo, con muchas ganas. «Siempre digo que lo lleva en la sangre», añade Elvia, quien confiesa que este proyecto le ha permitido hacer realidad el sueño de montar una tienda que se había esfumado de su cabeza hace mucho tiempo. Ella, natural de Colombia, recaló en Aranda hace 24 años. En principio, por un año. Hacía vestidos de niña y necesitaba comprar unas máquinas. Pero echó raíces en la Ribera del Duero. Y aquí sigue. «Nunca es tarde», dice convencida. A pesar de los obstáculos que han surgido en su camino, no se ha dado por vencida y «lo he conseguido».
Transmitir el saber hacer. Apenas han cumplido un mes desde que abrieron y la familia Hernández ya piensa en los próximos pasos. Para Santiago, es un proyecto «en progreso», una especie de incubadora de ideas, un espacio creativo donde le gustaría impartir talleres de bordado para «transmitir el saber hacer de mi madre, que es muy buena bordadora. Quiero recuperar esa costumbre», zanja.