Pedro Sánchez ha convertido en batalla personal la elección de Teresa Ribera como comisaria europea; Feijóo también. Pero cada uno en un sentido, porque la apuesta del socialista es que su vicepresidencia se convierta en miembro del Gobierno europeo, mientras la de Feijóo es que no sea finalmente elegida.
Se juega menos el gallego, que el líder de la Moncloa. Sería un político que protagoniza una operación fallida, lo que evidentemente afecta a su figura; pero sufre mayor daño quien, desde la Presidencia de un Ejecutivo, no consigue colocar en tan importante cargo público a una de las personas más cualificadas de su equipo. Sobre todo cuando era opinión generalizada que la elección estaba asegurada y lleva casi un mes asentada en Bruselas preparando su comparecencia la comisión del Parlamento Europeo.
Su práctica dejación de funciones en España como vicepresidencia para la Transición Ecológica se hizo muy evidente cuando la DANA provocó la catástrofe natural reciente más grave en España, con más de 200 fallecidos y la destrucción de comarcas y ciudades enteras.
Eso ha llevado a un debate político de tan graves consecuencias que puede hacer caer el presidente del Gobierno valenciano a medio plazo -de momento ha optado por una profunda remodelación de su equipo para salvar su situación- y ha afectado también seriamente al Ejecutivo español que, en su afán de responsabilizar a Carlos Mazón para desacreditar a Feijóo, ha puesto el foco en su propio papel. Lo que ha desencadenado toda clase de acusaciones de que también el Gobierno central ha incurrido en irresponsabilidad y dejación de funciones ante la catástrofe.
Ante la ausencia de Teresa Ribera mientras España seguía estremecida con la tragedia, el PP vio abierta la posibilidad de insistir en la inconveniencia de su nombramiento como vicepresidenta y comisaria europea. Por convicción, pero también por estrategia política.
El PP siempre avanzó que no votaría la candidatura de Ribera, lo que provocó que el PSOE y sus socios trataran al PP y a Feijóo de faltos de responsabilidad al dejarse llevar por su oposición al Gobierno socialista sin tener en consideración los habituales acuerdos entre los grupos parlamentarios europeos que acogen al PSOE y al PP respectivamente, y que son los que, con su alianza para acordar nombramientos importantes, se convierten en los partidos más poderosos e influyentes de la UE.
Con estas acusaciones al PP, pretenden los socialistas que se olvide que cuando Rajoy designó a Miguel Arias Cañete como candidato de España a la Comisión Europea, el PSOE anunció inmediatamente que no le daría su apoyo. No se lo dio, aunque Arias Cañete salió elegido porque sí le votaron eurodiputados socialistas. Solo los socialistas españoles fueron contrarios.
Más grave fue que un Pedro Sánchez, recién elegido secretario general del PSOE, decidió no acatar el acuerdo entre socialistas y populares para la elección de Juncker, del PPE, como presidente de la Comisión, y el socialista Martin Schulz presidente del Parlamento Europeo.
Juncker fue elegido sin los votos del PSOE, tenía la mayoría necesaria con el apoyo de otros partidos. Pero en su primer viaje a Estrasburgo como secretario general, en su encuentro con Schulz el alemán le apuntó que en las instituciones europeas se cumplen los compromisos.
En esta ocasión, con Teresa Ribera, no había compromiso de apoyo. Es más, el PP no se conforma con negar su apoyo en el Parlamento Europeo a la ministra, sino que se está moviendo para intentar que el grupo al que pertenece, el PPE, vote en bloque contra la española. Si eso ocurre, Ribera no tendría los votos necesarios para ser elegida. Es la operación en la que hoy está volcado el PP por uno lado, y el PSOEpor otro para impedirla.
En un mal momento
A quien no le gusta esta lucha de poder es la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que teme además que afecte a la unidad de su grupo PPE, pero, por otra parte, es consciente de que el presidente español no atraviesa un buen momento político. Hasta el punto de que importantes medios de comunicación extranjeros han destacado el descrédito que sufre actualmente por los asuntos de corrupción de su círculo más estrecho y, lo que ha afectado más a su imagen internacional, ha sido su comportamiento ante la catástrofe de Valencia. Las imágenes de cómo abandonó Paiporta por supuestos motivos de seguridad, mientras los Reyes permanecían imperturbables, buscando el diálogo con los vecinos y escuchando sus palabras, han dado la vuelta al mundo.
La situación, por tanto, no es fácil para Sánchez. No puede permitirse el lujo de sufrir un fracaso en una operación europea a la que ha dado tanta relevancia, lo que haría más difícil asumir la derrota en caso de que efectivamente no saliera adelante la candidatura de Ribera.
El PP va a por todas, y sabe que de ser elegida Ribera, el prestigio de Feijóo dentro y fuera de España saldría debilitado; pero tiene a su favor que no es lo mismo proponer un nombre desde el Gobierno y que no se consiga, que intentar desde la oposición que no sea elegido.
Hoy la situación está en tablas. El PP, a través del PPE, se ha apuntado un tanto al exigir los eurodiputados del PPE que Ribera informe al Congreso español de su papel en la DANA; lo hará el próximo miércoles. Y segundo, exige también que, visto que hay presentadas tres querellas contra ella en el Tribunal Supremo por supuesta dejación de sus responsabilidades, se va a condicionar el apoyo del PPE a que, en caso de que esas querellas se traduzcan en una imputación, Ribera se comprometa a dimitir como comisaria europea. Un arma de doble filo porque, si no acepta esa exigencia, podría no ser elegida comisaria por falta de votos; si la acepta, siempre tendrá sobre su cabeza la espada de Damocles.
Una situación endemoniada para Teresa Ribera y también para Sánchez, consciente de que la situación que vive su vicepresidenta tercera no existiría si él mismo, su gestión de la crisis de la DANA, y su propia situación respecto a la corrupción o presunta corrupción de personas de su círculo más cercano no pusieran en duda su comportamiento como jefe de gobierno… y en el escenario internacional todos prefieren guardar la ropa antes de defenderle incondicionalmente.