La fórmula del éxito del Barça fue eficaz, espectacular y sorprendente, pero no mágica. En cuanto se cometen errores (en la presión, en la línea del fuera de juego, en el pase...) todo plan se desmorona, y el líder lleva dos despistes seguidos. Como si el 0-4 del Bernabéu y la colección de halagos hubiese debilitado al grupo. De alguna forma, los rivales han dado con la tecla para anular la idea de Flick: si ante la Real Sociedad ni siquiera tiró a puerta, ante el Celta se vio acosado en una segunda mitad en la que recibió siete disparos contra su portería. ¿Consecuencias? Una derrota y un empate que vuelven a abrir una Liga a la que muchos ya le habían puesto cierre y sello. Y, por primera vez en el curso, una sensación de debilidad que aún no había transmitido.
Intercambio
Disponer de los dos mejores del mundo en el mismo puesto y tener que alinearlos juntos es el 'bendito marrón' que va a acompañar a Carlo Ancelotti toda la temporada. Solo podrá 'acertar' cuando uno se lesione, como ahora Vinícius… y mientras tanto, improvisará para contentar a ambos. Ante el Leganés le tocó disfrutar a Mbappé y al brasileño, hacerse pasar por el 'nueve' del que el Madrid carece. Y sí, ganará muchos partidos e incluso goleará, pero cualquier aficionado crítico o cualquier analista verá que, futbolísticamente, la cosa no fluye. El Madrid necesitaba a un delantero centro y fichó a otro 'Vini' teniendo al original.
Los 700
El partido 700 de Simeone con el Atlético no podía terminar de otra manera: victoria por la mínima, quizás con polémica, haciéndose el 'equipo inferior' ante un equipo objetivamente más débil, ganando en el último suspiro y con el argentino corriendo desaforado por la banda recibiendo una tarjeta amarilla por ello. El 'cholismo' funciona, es indudable, pero entre que no seduce a nadie ajeno y que provoca taquicardias innecesarias a los propios, a veces hay que cuestionárselo. Incluso 700 partidos después.