En el barrio está su vida. Es su lugar en el mundo.Le apasiona viajar, sí, pero nada le hace sentir mejor y más libre que habitar el territorio en el que creció, ese donde permanecen intactos sus callejones, sus parques, sus rincones y esquinas por más que ya no quede rastro de la cicatriz que lo atravesó durante tanto tiempo, aquellas vías del ferrocarril que fueron su estigma y provocaron su marginación, pero que también le infundieron personalidad, carácter, temperamento. A Víctor Rutty, rapero desde hace treinta años que de un tiempo a esta parte ha conocido el éxito (cientos de miles de seguidores lo avalan a este y al otro lado del océano Atlántico), no se le puede entender sin El Crucero. Orgullo de barrio el suyo, aunque no nació allí, sino en un sitio que ya no existe: un poblado que había bajo el viaducto de la autovía, allá por Parque Europa, que nunca conoció agua corriente ni luz eléctrica. Eso también marca. Eso es memoria. Y también está en lo que es hoy; está en sus letras y en su manera de estar en el mundo. Nadie diría, viéndole caminar por este barrio que es su casa, que este casi cuarentón de ojos azules y rostro aniñado es un icono, un símbolo y un referente de la música urbana hecha desde Burgos sin límites ni fronteras; nadie diría que es un ídolo para cientos de miles de jóvenes (y no tan jóvenes): no le acompaña cohorte alguna, ni conduce una motaza o un cochazo, ni viste llamativamente.
Es un tipo más al que saludan aquí y allá, que sigue reuniéndose con sus colegas de toda la vida, que va al gimnasio a mantenerse en forma, que lleva en bici a su hija pequeña. Un chico de barrio más. Pero no es cualquier chico de barrio Víctor Rutty.
Pero no es cualquier chico de barrio Víctor Rutty: es, dentro de la escena musical urbana, del hip hop, una leyenda.Así lo califican los expertos en la materia. Rutty es un artista que no ha perdido ninguna seña de identidad desde que empezó a encabalgar versos que hablaban de la vida, de la vida de verdad -la puta vida- a los 16 años. «He hecho siempre lo que he querido. Y no he hecho otra cosa que pelear: en un ring y en la vida. Y creo que eso es lo que valora la gente». Son pocos los que saben que, antes de ser grafitero y rapero, Rutty fue una promesa del atletismo: era invencible en los 1.000 metros (tuvo de las mejores marcas de España, llegó a coincidir con Juan Carlos Higuero en alguna concentración y hasta hizo de guía de Puri Santamarta), era una máquina en cross (ganó varios certámenes internacionales)... Era una bestia física que atesoraba la velocidad de un antílope, quizás por haberse criado en la calle, por haber tenido una infancia montaraz y libérrima, por haber jugado al fútbol a sol y a sombra, por haber hecho judo y balonmano, por haber recogido chatarra con su viejo. «Me crie en la calle. Y tuve una infancia feliz». Pero tenía un condicionante: no crecía. Por culpa de esta circunstancia se quedó a las puertas de entrar en un centro de alto rendimiento deportivo, de esos que modelan a las futuras estrellas deportivas, a los medallistas olímpicos, a los pulverizadores de récords. Dejó de entrenar y de machacarse durante un año: fue cuando dio el estirón, pero para entonces ya se le habían pasado las ganas de seguir corriendo como si no hubiera un mañana.
El artista burgalés Víctor Rutty, en uno de los callejones de su barrio, El Crucero. - Foto: ValdivielsoMe crie en la calle, he vivido la calle. Empecé con el rap porque tenía necesidad de expresarme. Fue mi válvula de escape»
Hizo años después boxeo, muay thai (boxeo thailandés). También lo dejó porque le provocaba unas migrañas terribles. Pero se mantiene en forma: frecuente al gimnasio y las barras que hay al aire libre. Dice que nunca ha fumado ni bebido, que es un tipo sanote pese a haber estado rodeado de todo. «Quizás lo repudié por haberlo visto tan cerca desde muy pequeño». Evoca pasajes que tiene grabados: como cuando, tras pasar todo el día chospando por ahí, regresaba al poblado en el que vivió hasta a la adolescencia «esquivaba gente con chutas en el brazo. Eso lo vi siendo un niño. Me marcó, fijo. Pero conozco gente cercana a la que le gusta la droga más que a Maradona y han visto lo mismo que yo. No sé, a mí nunca me llamó la atención todo eso». Fue en El Crucero donde nació el rapero. «Yo he vivido mucho la calle. Soy de calle. Empecé con el hip hop porque tenía necesidad de expresarme. Fue mi válvula de escape. No hago letras muy políticas, si acaso son críticas contra la industria musical.Me repatea la utilización de los artistas y la mentira en que viven los chavales hoy en día, lo que se les vende de vivir de la música... Yo, independientemente de la música, siempre he trabajado. Y eso te pone en tu sitio. No he tenido que hacer música mierda para adaptarme a modas, al mercado. Siempre he hecho lo que he querido. Y teniendo muy claro que aunque llenes de gente un concierto, el lunes a las seis de la mañana estás trabajando. Eso da libertad. Mientras, otros que hacían una música parecida y que cambiaron intentando adaptarse, han perdido a su público. Eso me ha dado fuerza. Soy fiel a lo que he hecho siempre». La amistad, el sacrificio, la lealtad, la dureza de la existencia, la derrota, el amor, la memoria, la fugacidad del tiempo; de la gente que sufre y que ni siquiera tiene la posibilidad de soñar, de la dignidad y de la decencia, de la esperanza... De todo eso escribe y canta este rapero.
Rutty, apasionado del fútbol -que no de las drogas-, junto a un mural de Diego Armando Maradona. - Foto: ValdivielsoMe repatea la utilización de los artistas y cómo se engaña a los chavales. Yo siempre he trabajado. Y eso te pone en tu sitio»
Con la gente sencilla. Se siente feliz. Aunque no viva de la música, ésta le ha permitido hacer algo que le gusta muchísimo y que, de lo contrario, difícilmente hubiese conseguido realizar: pegarse unos viajes cojonudos: Argentina, Chile, México, Italia, Francia, Suiza. «Y, lo mejor de todo, es que lo he hecho con mis amigos. Eso me ha dado la música».Jamás tuvo siquiera, cuando empezó a rapear con 16 años, la tentación de soñar con nada de esto. «Cuando empecé, no tenía ningún propósito. Fue probar, tantear. Pura exploración. Siempre he sido un inculto musical. Pero ahora te juntas con musicazos como son Diego Galaz (Fetén Fetén) o David Ruiz (La Maravillosa Orquesta del Alcohol) y flipan, quizás porque me he exigido siempre mucho». No tiene estudios. Es autodidacta de principio a fin Víctor Rutty. Y aunque sea un poetazo como la copa de un pino y tiene un oído para la vida de la calle formidable, sólo ha leído un par de libros en su vida (uno de ellos, la Biblia). Pero su genio es natural, y nace de la experiencia, de la observación de la realidad, esa en la que vivimos la mayor parte de los mortales y que está muy alejada de los cuentos de príncipes y princesas, de finales felices.
Curra desde hace más de veinte años en el Semat; escribe, sobre todo, por las noches, cuando las dos niñas que tiene se han dormido. También le asaltan versos cuando hace deporte, cuando viaja, o cuando está a solas con sus pensamientos, con sus fantasmas, con sus demonios. Rutty es un tipo famoso, pero tan absolutamente normal que desarma. Rezuma humildad por los cuatro costados. Sencillez a raudales. Escribe y canta de lo que ha vivido y vive. «No fuerzo nada. Es lo que me sale. Cuento la realidad, y creo que es lo que me acerca a la gente. La verdad de la vida». Y pocas cosas le imponen: ni se inmuta cuando llena una sala o un estadio, por ejemplo. «Como he peleado siempre, subir a un escenario no me da presión, aunque ha habido momentos que me han impresionado, como actuar en Argentina ante un público que corea tu nombre o cantan tus canciones como lo hacen los hooligans de un equipo de fútbol».
Siempre he hecho lo que he querido. Eso da libertad y fuerza. Y creo que la gente valora que he sido fiel a mí mismo»
Se considera Rutty una suerte de superviviente. «Es que toda mi vida ha sido una lucha», insiste. Y no tiene grandes sueños más allá de seguir haciendo lo que ha hecho hasta ahora. «Viajar con mis amigos me da la vida. Es como unas vacaciones. Con eso me doy por pagado. No tengo grandes sueños». Se diría, como Neruda, que a Rutty sólo le gustaría vivir con la gente sencilla. Está rematando, con sus inseparables Rober Del Pyro y Dj Kaef, y con el asesoramiento y la producción de ese genio de la música también burgalés llamado Diego Galaz, un disco que verá la luz en septiembre. Contará con colaboración de campanillas, como la de los chicos de La M.O.D.A. «Diego Galaz nos ha dado todo el punch en el disco, que creo que es el más redondo de todos. Y que gustará a más gente que a los de siempre. En junio sacaremos el primer tema». Actuará -ya es un clásico- en las fiestas de San Pedro (el 28 de junio, viernes). Hará gira, que incluirá Latinoamérica, por supuesto. Ya tienen Colombia en el punto de mira.
No tengo grandes sueños. Con seguir haciendo mi música y viajar por ella con mis amigos me doy por pagado»
«Nos da igual lo que diga el mercado. Nosotros nos regimos por nuestras propias reglas. No vamos a cambiar ahora. Quizás eso nos ha hecho menos visibles, pero tenemos nuestro público. Y si algún día la industria quiere apostar por nosotros para ponernos arriba, será a nuestra manera. Nadie nos va a cambiar». Sonríe Víctor Rutty, que se pierde por una de las calles del barrio que es su mundo, del mundo que es su vida. De ese lugar del que emana la poesía que escribe y que canta y que llega a tantas almas y a tantos sitios. Quizás no sea casualidad que en ese momento, cuando su silueta se pierde por una calleja en la que hay estampado un grafiti, salga por las ventanillas de un coche que pasa una canción de Rutty que habla de una plaza, aquel lugar donde pasamos parte de la infancia, recuerdos que me llenan de nostalgia. Se aleja su voz como flotando en el aire, y es mucho más que un pájaro con alas para volar.
*(Para Martín y para Pablo).