Fue, durante más de un siglo, el coto exclusivo de la alta burguesía, el corazón de la vida social de la ciudad, el espacio exclusivo, reservado para las élites. Sus elegantes salones acogieron tertulias, bailes, juegos, cortejos, conspiraciones, conciertos, lecturas... El Salón de Recreo, sociedad a la que se accedía por la bellísima puerta de aire modernista que aún se conserva en el Teatro Principal, cerró hace ahora cincuenta años, poniendo punto y final a una época en la que predominaron las más altas clases sociales. Al Salón de Recreo no podía entrar cualquiera: estaba reservado a lo más granado, ya se sabe. Ámbito no sólo de recreo sino también de distinción social, tras décadas de fulgor llegó su declive, que primero se hizo patente con la ruina del lugar y poco más tarde con el desencanto de sus socios, que rondaban los 300 cuando decidieron decretar su defunción.
"El Salón de Recreo supo vivir momentos de esplendor y días de zozobra, pero en toda ocasión, tanto en sus fechas prósperas como en sus no escasos períodos de luchas y de anhelos en pos de una supervivencia cuajada de peligros, quiso hacer de la caballerosidad y del burgalesismo de sus constituyentes algo así como un fuerte acicate que impulsase sus tiros hacia la diana del bien y del honor de la ciudad querida que le dio nombre y vida", escribiría, a modo de epitafio de tan selecta sociedad, uno de sus más ilustres miembros, a la sazón socio de honor, Ismael García Rámila. La clausura de la actividad del Salón de Recreo certificó el final de muchas cosas, no sólo de un larguísimo tiempo en sepia, sino también de sus costumbres: cuando cerró sus puertas, el ocio ya no era un marcado elemento de distinción. No de unos pocos y para unos pocos, por fortuna.
Esta sociedad recreativa y cultural se había fundado en 1858, en pleno reinado de Isabel II. En sus años de esplendor, que fueron las primeras décadas del siglo XX, llegó a contar hasta con 700 socios. En su lujosa biblioteca había siempre prensa extranjera; en sus mesas se jugaba a todo: al mus, al tresillo o al bacará, así como a juegos prohibidos por las autoridades, si bien jamás medio denuncia alguna: no en vano eran éstas las que apostaban y ya se sabe... A los socios pagaban una alta cuota, el dinero que se jugaba de manera ilegal y semiclandestina era parte esencial de la financiación de tan selecto club. Gracias a ese dinero se pudieron realizar numerosas mejoras en la sede: la entrada principal, portada, vestíbulo, escalera, sala del Renacimiento -una de las más bonitas junto con el Salón Rojo-... El Salón de Rrecreo llegó a tener hasta una veintena de empleados. El Salón Goya, el Salón Rojo, el Polisón (también llamado Salón Rotonda)... en todos ellos discurrió la vida de quienes dirigieron las vidas de los burgaleses y los designios de la ciudad.
Fueron famosísimos los bailes de gala, que constituían una de las citas estrella de esta sociedad. En su libro Memorias de una burgalesa, la escritora María Cruz Ebro recoge que cuando había un baile la ciudad se revolucionaba, las jóvenes se apresuraban para adquirir los vestidos más bonitos. Los bailes se celebraban en todos los salones, aunque los de mayor boato se desarrollaban en el Salón Rojo. Y había bailes con motivo de las fiestas de San Pedro, Carnaval, las extraordinarias y bailes mensuales. En algunos de los más sonados participaron incluso reyes, lo cual da una idea del relumbre de estas reuniones. Así, en el año 1921, con motivo de los fastos organizados por el VII centenario de la Catedral, Alfonso XIII y Victoria Eugenia fueron sus huéspedes de honor. "En tan solemne fiesta actuaron no tan solo como espectadores, sino como actuantes. Alfonso XIII bailó con tres distinguidas damitas burgalesas y la Reina Victoria con dos caballeros, ambos militares", escribió García Rámila, que terminaría firmando un libro sobre la historia del club.
El sitio de su recreo. "El Salón de Recreo cumplía varias funciones: era un ámbito de recreo de la alta burguesía, un lugardonde se relacionaban sus socios, donde se hacían negocios, se concertaban matrimonios... Y en aquel entonces en que la sociedad era mucho más rígida que la actual, el Salón era un ámbito de afirmación de esa burguesía: estaba en uno de los edificios principales de la ciudad, en el centro de la misma... Y era también un ámbito exclusivo de esa burguesía: pertenecer al Salón costaba mucho dinero, se pagaban cuotas altas... Se pagaba por todo", explicaba hace uno años el profesor de Historia Contemporánea de la UBU Antonio Fernández Sancha respecto del rol que desempeñó este club hasta su desaparición. Era un ámbito muy restringido. Y marcaba. Hasta el punto de que trazaba la frontera entre élite y el resto de la ciudadanía.
"No sólo era un lugar de recreo, sino un ámbito de distinción social". La Biblioteca se utilizaba principalmente por las mañanas para leer prensa.Y prensa no sólo local o nacional, sino también extranjera: revistas de la Ilustración francesa o alemana denotaban que la burguesía burgalesa era culta. Las tardes eran para el juego. Vivió su época dorada entre 1906 y 1922, coincidiendo con los años de mayor permisividad para con los juegos de azar.
Ejemplo del marcado carácter conservador del Salón de Recreo es la anécdota de la proclamación de la Constitución de 1869 (según el profesor Fernández Sancha, la única democrática del siglo XIX). "Se propone la celebración de una baile de gala, pero los socios del Salón, con otro pretexto, se negaron. En cambio sí se celebraron otros cuando vinieron los reyes o con otros motivos. E incluso prestaron sus dependencias cuando se produjo la sublevación que dio inicio a la Guerra Civil: la vida del Salón se interrumpió y éste pasó a ser el Ministerio de Defensa. Esto demuestra que es un ámbito que también tiene su vertiente política aunque sus reglas establezcan que es una entidad neutral". Todo ello no impidió que hubiera republicanos socios del Salón de Recreo, tal es el caso de Ruiz Dorronsoro o Fernández Izquierdo.
Convertido en Ministerio de Defensa durante la citada contienda civil, el Salón de Recreo fue escenario de una visita singular, la del mariscal Petáin -vendido a los nazis-. Uno de los incidentes más sonados se produjo en 1894, cuando el periódico 'El eco burgalés', que hacía noticias de sociedad, publicó un incidente protagonizado por una mujer (al parecer, habló demasiado para lo que se acostumbraba en la época). Militares amigos de la familia de la joven fueron a las dependencias de este rotativo y lo destruyeron por completo. Tras el cierre del Salón de Recreo los muebles de su biblioteca y todos los fondos bibliográficos salieron a subasta pública. El Ayuntamiento de Aranda de Duero se hizo con la mayor parte del lote (la otra se 'perdió' en el camino). Así, la Biblioteca Municipal de la capital ribereña atesora en su sala principal muebles del siglo XIX que todavía hoy conservan el brillo de una época pretérita que ya sólo puede encontrarse en los libros".