«El virus te come hasta que no puedes más»

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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La UBU celebra una jornada sobre la polio y las necesidades que tienen hoy quienes la sufrieron de niños. Guadalupe Óscar es una de ellos

A Guadalupe Óscar le diagnosticaron poliomielitis en 1950, cuando tenía 5 años. Sobrevivió, pero con secuelas. - Foto: Jesús J. Matías

A Guadalupe Óscar, conocida ceramista y fundadora de la Casa de México en Burgos, le dieron unos días de vida cuando le diagnosticaron poliomielitis a los 5 años. La infección vírica le paralizó la cabeza, las manos y los pies. «Estaba totalmente inválida», recuerda, explicando que a uno de los médicos que la trataron entonces, en 1950, se le ocurrió que podía tener alguna opción si le administraban penicilina. «Había que comprarla de estraperlo, pero mi padre consiguió unos gramos y, poco a poco, fui saliendo», comenta.

Óscar superó la enfermedad, pero no sin secuelas. La más evidente desde el principio fue la deformación del pie derecho, que metía tanto hacia dentro que, al caminar, tocaba con el tobillo en el suelo. Le pusieron ortopedia y le operaron varias veces, pero seguía cojeando. «Mi infancia fue bastante triste en lo relativo al juego y, luego, la pubertad... complicada», cuenta, matizando que la última cirugía del pie se la hizo en Santander, ya casada y con hijos, con un experto que le prometió resultados de por vida. No mintió, pero aún tiene temporadas de «dolor intenso». Y, entonces, vuelve a cojear.

A los 18 años la modista le alertó de que tenía el hombro izquierdo distinto del derecho y, de hecho, ella constató que no podía levantar el brazo de ese lado. «Las secuelas de la polio suelen ser cruzadas y, en mi caso, es pie derecho y brazo izquierdo», explica, en alusión a la parte externa. De lo interno fue consciente a medida que pasaban los años y la ciencia evidenciaba que buena parte de lo que le sucedía tenía que ver con el virus de la polio: «Sigue vivo en el organismo, pero mientras que a uno puede no afectarle, a otro sí».

Ella está en el segundo grupo y, de hecho, es una de esas personas con síndrome postpolio. «Tengo muchos dolores y un cansancio físico terrible. No duermo, porque afecta mucho al sueño y para las cervicales tengo que llevar collarín en casa. La cabeza no la giro, tengo vértigos, un riñón dañado... El virus, o se está quieto o te va comiendo poco a poco, hasta que no puedes más», lamenta.

El caso de Óscar dista de ser único; se cuentan por miles las personas con síndrome postpolio en España, donde la vacuna se introdujo en el calendario infantil en 1963, a pesar de que Estados Unidos estaba demostrando desde 1952 la eficacia de la profilaxis de Jonas Salk. 

Esta cuestión es una de las muchas que se abordaron en la jornada celebrada ayer viernes en la UBU y también una de las razones por las que se están constituyendo asociaciones de afectados. Personas que reclaman que se les reconozcan las secuelas a causa de una enfermedad que, dicen, el Estado podría haber evitado en muchos casos. Y que les apoyen ahora: con ayudas para rehabilitación, ortopedias...

«Los niños de ayer somos bastante mayores hoy y tenemos carencias», explica la ceramista, aludiendo a quienes viven solos, no tienen familia o trabajo... «Es una cadena que hay que romper», dice, animando a quienes están en su situación a sumarse a la asociación de la que ella ya forma parte: Poliocyl.