El pasado 1 de abril en la Puerta de Brandemburgo, en Berlín, se escuchó el que para muchas personas es un todo himno, la canción Legalización, del grupo madrileño Ska-P, que aboga a ritmo de ska porque se abolan todas las prohibiciones que rodean al consumo de cannabis. Miles de consumidores celebraban así, y con una gran 'fumada', que entraba en vigor en Alemania la ley que legaliza el consumo de esa sustancia y su tenencia en pequeñas cantidades para mayores de edad, un asunto siempre controvertido y un debate que no se ha enfrentado de forma abierta en la mayoría de los países.
En España, justamente en las últimas semanas, el Gobierno ha cerrado el plazo para que la sociedad civil envíe sus opiniones y posturas ante el proyecto de Real Decreto por el que se establecen las condiciones para la elaboración y dispensación de fórmulas magistrales a base de preparados de cannabis, es decir, la autorización para el consumo terapéutico.
¿Podría ser el siguiente paso la despenalización del consumo creativo? Entidades de prevención y asistencia y expertos en salud pública y psiquiatría de la ciudad contemplan las medidas alemanas con atención, sin moralismos y equiparando los porros con el alcohol, una sustancia tóxica que provoca infinitos problemas de salud y sociales, pero que está tan incorporada culturalmente y a todas las edades que no tiene el estigma del cannabis.
Para la psicóloga Marta González, directora de Proyecto Hombre, la legalización es una cuestión «política y estratégica» en la que se incluyen factores como el narcotráfico y la delincuencia y no terapéuticos, que son su ámbito de trabajo: «Aún es difícil evaluar los resultados de los países que han legalizado el consumo por el poco tiempo transcurrido, pero sí es cierto que el debate puede favorecer la normalización del uso y la bajada de percepción del riesgo como pasa con otras drogas legales -el tabaco y el alcohol, las más consumidas en España-, y sea la puerta de acceso al consumo de otras sustancias».
Carlos Domingo de la Torre, responsable del Centro de Atención al Drogodependiente (CAD) de Cruz Roja, afirma también que aún es pronto para conocer si afectará al incremento del consumo, pero expone que tiene algo claro: «Creo que el que ya consume va a consumir más por las menores trabas, y que puede llamar la atención a personas que no lo hacían hasta ahora por ser rígidas en el cumplimiento de las normas, pero que al ser estas ya más laxas puede acercarse por curiosidad». Este experto pone el foco también en el alcohol. ¿Cómo se va a hablar a adolescentes y jóvenes de los riesgos que corren fumando porros a edades tempranas si lo van a ver aún más normalizado? «Pues como hacemos con el alcohol, absolutamente normalizado, ensalzado en nuestra cultura y utilizado para celebrar cualquier cosa, ya que a pesar de que está tan introducido seguimos advirtiendo de sus consecuencias».
Utilitarismo. Para Juan Ayllón, director del Área de Salud Pública y Medicina Preventiva del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad de Burgos, la legalización del consumo de drogas en personas adultas es positiva: «Desde un punto vista utilitarista, que probablemente sea la manera más transversal y menos visceral de abordar este asunto, intentando controlar sesgos morales y juicios de valor, los problemas derivados de la ilegalización y el mercado negro son tantos y tan graves, y además se distribuyen de manera tan desequilibrada socialmente, que es necesario al menos explorar otra alternativa. Y eso por no entrar en fiscalizar la enorme cantidad de dinero negro que gira en torno al mercado ilegal». Sobre si la nueva legislación alemana supondrá un incremento del consumo, señala que ya es «ridículamente fácil conseguir cannabis en cualquier ámbito, como cualquier otra droga, por cierto» y, por tanto, cree que lo más probable es que sigan fumando porros quienes ya lo hacen.
También Ayllón se refiere al alcohol, al tabaco y al juego: «Son comportamientos adictivos profundamente perjudiciales que impregnan nuestra sociedad y que hasta convertimos en bandera cultural. Al igual que con el alcohol, mi opinión -sin ser esta mi especialidad- es que la legalización es mejor que la ilegalización. La protección paternalista de la población es una característica habitual de la salud pública, pero sabemos por experiencias pasadas que el prohibicionismo de hábitos individuales, además de sus obvios problemas éticos y legales, da peores resultados que la regulación. La clave en salud pública es hacer que las opciones saludables sean más fáciles y más atractivas. Con el tabaco ha funcionado bastante bien, forzando la adaptación de la industria a formatos más vendibles, que serán la nueva batalla».
El psiquiatra Juan García Mellado, jefe de servicio en el Complejo Asistencial de Burgos, afirma, como Marta González, que la legalización «tiene más sentido como política sanitaria que como repercusión clínica, es poner orden a algo que está ahí» porque, según recuerda, las cifras indican que hay un 8% de la población que consume cannabis en todos los países, lo hayan legalizado o no. «Contemplo la medida con moderación, sin darle más trascendencia de la que tiene, con respeto a la toma de decisiones y haciendo un análisis sin moralismos y con datos, los que nos hablan de ese 8% y de que no parece que haya riesgo de que aumente».
Lo que sí le preocupa son los cerebros vulnerables de los adolescentes, es decir, el efecto que en algunos jóvenes -se aventura a indicar que hasta los 25 años puede ocurrir- sin la madurez suficiente y cuyo organismo colapsa tras la ingesta de un primer porro. «Todos los psiquiatras vemos todos los años -no nos lo tiene que contar nadie- un porcentaje de adolescentes con cuadros psicóticos asociados al consumo de cannabis y esto es porque hay cerebros vulnerables sin que se sepa aún el porqué por muchos estudios que lo han investigado, en los que provoca ese efecto. En algunos casos se soluciona al cien por cien, pero en otros no». En los que no se resuelve puede aparecer, incluso, una esquizofrenia, un trastorno mental grave y crónico. De hecho, una revisión sistemática publicada en el British Medical Journal concluye que el de los adolescentes es uno de los grupos que deben evitar el consumo y añade el de las personas con problemas mentales, embarazadas y conductores... «exactamente igual que con el alcohol», apunta Juan Ayllón.
También Carlos Domingo de la Torre, de Cruz Roja, hace referencia a esa 'ruleta rusa' por la que en un chaval el efecto de ese primer canuto es dramático y en otro no. «La gente joven debe saber que esto puede ocurrir y que al fumar se arriesgan a que pase porque, a priori, no se sabe si su cerebro es vulnerable». En este sentido, le preocupan los problemas de salud mental y el adormecimiento de la sociedad: «Podremos estar fomentando sociedades menos inteligentes porque el cannabis coarta nuestras capacidades cognitivas e intelectuales y las motivaciones para ser más ingeniosos y proactivos».
Aquí aporta datos Marta González, de Proyecto Hombre. El cannabis está presente como primera sustancia en el 63,22% de los jóvenes que acuden a tratamiento. «El verdadero reto es fomentar políticas de sensibilización y prevención. Desde nuestra experiencia sabemos que es muy difícil acceder a los jóvenes y fomentar el sentido crítico, la conciencia y la percepción de riesgo o que sus fuentes de información sean fiables».
Añade que una de las mayores dificultades que presentan las personas con problemas de adicción es la que tiene que ver «con decirse que no a sí mismas, es decir, ponerse límites personales y necesitan que, sobre todo al principio del tratamiento, esos noes les vengan desde fuera para que los vayan integrando y sean capaces de decírselos a sí mismos». Por otro lado, recuerda que el impacto psicológico del consumo a edades tempranas provoca disminución de las funciones de concentración y memoria «obstaculizando el aprendizaje» e insiste en que puede causar reacciones agudas de ansiedad y en la asociación de cannabis y psicosis: «Su consumo aumenta más de cinco veces el riesgo de padecer psicosis y cuanto antes se inicia y más frecuente es, mayor es el riesgo».