Vaya por delante la premisa principal de que la realidad turística de Burgos se encuentra a años luz de la situación que viven los principales núcleos de atracción de visitantes del país, sobre todo los costeros. Ese factor natural y asumido invita, por sí mismo, a que la capital castellana no se plantee un debate que sí está sobre la mesa en otros puntos como Andalucía o País Vasco, la aplicación de una tasa turística. En el futuro, ya se verá.
La idea tardará en calar en estos lugares y está muy lejos de desarrollarse en Burgos, pero es una realidad que ganará fuerza a medida que se expanda a otros territorios el día de mañana. En España, solo Cataluña y Baleares cuentan en este momento con este particular impuesto al turismo y en Andalucía se ha frenado en seco.
El tiempo marcará el ritmo del desarrollo de los acontecimientos en este sentido. Hoy, los problemas en casa son otros. Precisamente, el reto es conseguir el mayor atractivo posible para que Burgos sea un destino apetecible para los foráneos y ahí influyen otros aspectos principales como las infraestructuras o la promoción de las administraciones.
Con estos ingredientes en Plaza Mayor, 1 ignoran los movimientos realizados por otros municipios y autonomías no se plantean aplicar una medida arriesgada que el presidente de la Federación de Hosteleros considera «solo tiene un fin disuasorio y recaudatorio» que no ayudaría a mejorar la calidad del turismo.
Tomando como referencia los datos de la Encuesta de Ocupación Hotelera del Instituto Nacional de Estadística, la capital sumó un total de 761.728 pernoctaciones a lo largo de 2023. Esta cifra no satisface a los sectores profesionales relacionados con el turismo, si bien se puede tomar como referencia para saber cuánto ingresaría Burgos en caso de aplicar la tasa turística en este momento.
En el caso de Cataluña este impuesto se sitúa en entre los 0,60 y los 3,50 euros por viajero y noche de estancia. Es decir, que en el mejor (y en el más caro) de los casos la capital burgalesa facturaría poco más de 2,2 millones de euros al año por esta tasa.
Un embrollo demasiado grande y arriesgado para tan poco rendimiento económico a corto plazo con el que poder reinvertir en favor del crecimiento y la calidad del turismo. Por todo ello, en el Ayuntamiento de Burgos «no se ha planteado nada en este sentido» y se centra en diseñar y desarrollar otras políticas para atraer en el futuro a más visitantes.
«Está bien que Vitoria u otros municipios debatan sobre esto porque lo puedan considerar interesante con sus circunstancias personales, pero nosotros no hemos hablado de la posibilidad de poner una tasa turística», zanja el concejal de Turismo, Carlos Niño.
El responsable de esta área municipal va un paso más allá e insiste en que la atención del Ayuntamiento se centrará en dar formar a otras iniciativas alejadas de esta opción. «Lo que queremos es que vengan más visitantes y que se queden más tiempo. Poner una tasa supondría una dificultad para conseguir ese objetivo», explica.
Efecto negativo. Por su parte, los hosteleros advierten del efecto negativo que tendría esta medida. «Allá donde se hace es solo con fines recaudatorios», resume Luis Mata. El presidente de la Federación insiste en que «no tendría sentido lanzar el mensaje de que hay que atraer turistas y luego ponerles una tasa». Además, resalta la importancia económica y laboral de este sector. «El turismo es un bien para Burgos porque genera y atrae un dinero que se reparte entre toda la ciudad. Hoteles, restaurantes, comercios... la gente viene y gasta. Es una inyección directa a la economía local que se queda al 90% aquí», asegura.
Por eso, «poner una tasa local sería una medida disuasoria y una traba». Otra cosa es en los grandes núcleos turísticos del país o en aquellos lugares en los que el espacio disponible ya está agotado. «Puede tener sentido que en algunos puntos muy concretos quieran ser disuasorios porque están sobresaturados, pero en Burgos distamos mucho de ese caso y el impuesto agravaría un problema en lugar de resolverlo o de ofrecer otra alternativa», zanja Mata.
El representante de la Federación de Hosteleros se muestra tranquilo ante el desarrollo de los acontecimientos y considera los intentos realizados por Andalucía y País Vasco son «globos sonda». Por ello, pone el foco en otro debate. «Lo que queremos es que se luche contra los que no generan impuestos, ese turismo escondido y, a la vez, anunciado en las plataformas», plantea. «La tasa solo generaría una mayor distancia entre el que cumple y el que está al otro lado de la raya. Antes era residual y ahora representa el 40% en una ciudad como Burgos», advierte.