No es fácil ser un 'estupa'. Son muchas horas fuera de casa, lejos de la familia y de los amigos. Incluso estando con ellos tienen que estar con un ojo pegado al teléfono porque un operativo se ha precipitado. Por eso algunos agentes que fueron a parar a este grupo no duraron ni un año. Los que están en la brigada antidroga de la Comisaría Provincial tienen claro que están casados con la placa. Esa es, aseguran ellos mismos, la clave de que en los últimos años hayan conseguido desmantelar grandes organizaciones delictivas.
«Para conocer lo que pasa en las calles hay que vivir en las calles», comenta uno de los agentes de esta brigada. No dudan en seguir el rastro de todas las informaciones que tienen sobre la mesa, aunque algunas de ellas estén condenadas a quedar sin el narco entre rejas. «Tenemos que reconocer que hay vecinos que se implican mucho, especialmente en el caso de los puntos negros. Gracias a algunos avisos hemos conseguido desmantelar unos cuantos. Otras veces no es posible por múltiples factores», señala uno de los oficiales.
Tanto para perseguir a un pequeño distribuidor como para desmantelar grandes cargamentos que pasan por la provincia, la receta son horas. «Las vigilancias no son nada sencillas. Los investigados suelen ser muy cuidadosos, siempre andan con desconfianzas. Y luego es muy peligroso porque en una provincia pequeña te asocian muy pronto como policía de la brigada de Estupefacientes. No es igual que en Madrid, que tienen plantillas más grandes. Eso te va a traer problemas antes o después, más o menos graves», advierte otro de los mandos de los 'estupas'.
El ejemplo claro fue el seguimiento a José Ramón L., el narcotraficante vinculado al clan gallego de los Charlines al que detuvieron el pasado mes de junio. «Son muchos días durante 24 horas. Tienes que saber hasta cuándo va al baño. Aunque haya una parte importante de trabajo en oficina, este oficio es de estar fuera mucho tiempo. No todo el mundo está dispuesto», indican varios de los efectivos de esta unidad.
En un barrio, en una ciudad pequeña, mucha gente sabe quién trafica y quién no. La cuestión, matizan en la brigada de Estupefacientes, es demostrarlo. Y eso solo se consigue con esa presencia y con personal. De ahí que en poco tiempo sean cada vez más agentes. «Tenemos la confianza de los jefes y eso es fundamental para poder hacer nuestro trabajo. En Madrid también se han dado cuenta y, de hecho, suelen contar con nosotros para muchos operativos. Hemos ganado mucho respeto», ensalzan los mandos.
Apenas han disfrutado del éxito de la Operación 'Game Over'. No les ha dado tiempo a descansar, apuntan, porque «al día siguiente ya nos estábamos embarcando en otra investigación». Puede que pronto tengan otra recompensa.