Sucedió en los primeros años del siglo XX, en la España de la Segunda República y hace casi un siglo, pero es una historia que nunca deja de fascinar quienes se acercan a ella. Aurora Rodríguez Carballeira, una gallega culta, apasionada de los falansterios y las ideas anarquistas de la época y de muy buena familia, planeó tener una hija ella sola y educarla para que fuera «la mujer del futuro», con formación suficiente para emancipar a todas las demás y a la sociedad en su conjunto. Para concebirla eligió a un hombre que nunca le pediría cuentas por la criatura, un sacerdote, militar de la Marina, al que llamaba el «colaborador fisiológico», y después de un embarazo que cuidó obsesivamente dio a luz a una niña que resultó un prodigio. La llamó Hildegart Leocadia Georgina Hermenegilda María del Pilar.
Dicen que con tres años la pequeña ya escribía y que con seis, hablaba varios idiomas. Llegó a la universidad con 13 y con 17 se licenció en Derecho y Filosofía y Letras y comenzó Medicina. En todo ese tiempo, y siempre con la compañía asfixiante de la madre, que no la dejaba sola jamás, publicaba en diversos periódicos, militó en el PSOE y en el Partido Republicano Federal, escribió libros, fue una de las primeras voces en hablar sobre educación sexual y colaboró con intelectuales como H. G. Wells y Gregorio Marañón. El 9 de junio de 1933 Aurora, que veía con temor que su hija comenzaba a alejarse de ella, le descerrajó cuatro tiros mientras dormía y, tranquilamente, llamó a su abogado y se dirigió con él a comisaría a culpabilizarse. El asesinato tuvo su hueco en las páginas de DB del día siguiente.
Aurora estuvo en la cárcel y más tarde, y debido a su esquizofrenia, fue trasladada al manicomio de Ciempozuelos, donde murió en 1956 de un cáncer que no se dejó tratar y olvidada de todo el mundo. En los 70 el psiquiatra Guillermo Renduelesreconstruyó su historia clínica y publicó un análisis de la misma con el título El manuscrito encontrado en Ciempozuelos.
La vida de Aurora e Hildegart (que significa 'jardín de la sabiduría') ha llegado a los cines. La película La virgen roja, dirigida por Paula Ortiz con la actriz Nawja Nimri en el papel de Rodríguez Carballeira, y de Alba Planas como Hildegart se estrenó el viernes. En ella se cuentan las ideas grandilocuentes de la madre y cómo preparó el nacimiento y educación de la que consideraba su «muñeca de carne» y el proceso en el que empieza a perder el control sobre ella como desencadenante de la tragedia.
En el juicio que siguió al parricidio -en el que Aurora afirmó con aplomo que mató a Hildegart porque era de su propiedad- no solo se analizaron los hechos, sino que se vivió un intenso debate sobre el nuevo papel que empezaban a jugar las mujeres en la sociedad y entre dos formas bien distintas de entender la psiquiatría: la Fiscalía, uno de cuyos peritos fue el psiquiatra Antonio Vallejo Nájera, autor de la teoría del 'gen rojo' y de varios experimentos sobre presos en San Pedro de Cardeña, sostuvo que no estaba enferma sino que su comportamiento era fruto de la «malignidad de las ideas de izquierdas». La defensa siempre sostuvo su grave enfermedad.
Apenas año y medio antes de su muerte Hildegart estuvo en Miranda de Ebro. Fue con ocasión de un mitin del PSOE en el que estuvo acompañada por el alcalde de Burgos, Manuel Santamaría. Fue el lunes, 19 de octubre, y la expectación fue tal que, como contaba este periódico, el acto «no pudo celebrarse en el Teatro por resultar insuficiente el espacio y el alcalde autorizó que se celebrara en la plaza de la República». Y es que la joven causaba auténtica sensación en aquellos años, sobre todo con sus obras referidas a la sexualidad, un asunto que no estaba, ni de lejos, en el debate público y en el que, desde luego, fue la única voz femenina. La rebeldía sexual de la juventud o Medios para evitar el embarazo: la paternidad voluntaria son algunas de ellas.
Hildegart fue presentada por Manuel Santamaría como el «prototipo de la mujer actual española» y ensalzó sus virtudes y su capacidad intelectual. La joven arrancó hablando de las huelgas y parafraseando a Pablo Iglesias, fundador del partido en el que militaba y del que luego la expulsarían: «Cuando los trabajadores van a la huelga, siempre tienen razón, pero no debe irse a ellas más que cuando sepan que van a ganarlas». Pidió que las grandes empresas suprimieran los «fabulosos sueldos del alto personal para mejorar los sueldos míseros de los obreros» y terminó dirigiéndose a las mujeres para pedirles que no vendieran «su voto y conciencia, como antes hacían los hombres y que se acuerden de las guerras del antiguo deshecho régimen borbónico».
El corresponsal del periódico en la ciudad del Ebro resaltó que la abogada animó a las mirandesas a «que formaran asociaciones femeninas al igual que los hombres» y que en el mismo acto se repartieron prospectos que llevaban por título ¡Mujeres! y en los que se invitaba a participar en «una reunión femenina para tratar de formar la Agrupación Femenina Republicana de Miranda».