La Rad es, casi seguro, el único pueblo burgalés que puede presumir de tener un casco urbano sin ningún edificio en ruina y de ofrecer más metros cuadrados de espacios verdes por habitante que cualquier otra localidad. Esta pequeña villa del Tozo, que pertenece al municipio de Basconcillos, quedó casi abandonada en los años 60-70 y hoy, gracias al empeños de los vecinos, se ha convertido en un modelo de buena gestión en la que es prácticamente imposible adquirir una de las pocas viviendas «porque nadie quiere vender y el precio es desorbitado», afirma el alcalde pedáneo Jesús Corrral, agricultor y propietario de una casa de turismo rural, que se muestra orgulloso de la labor realizada y del aspecto que presenta esta vila que es la envidia de las otras once pedanías del municipio.
La decadencia de La Rad, como en otras de esas localidades, comenzó cuando en los años setenta se quemó el salto de agua que había en Hoyos del Tozo que suministraba energía eléctrica a estos pueblos del Tozo, aunque el resto de localidades ya tenían enganchado el suministro de Iberdrola, pero en La Rad no y había que hacer una importante inversión para el tendido y un transformador. «Los vecinos fueron a la Diputación a pedir ayuda y les dijeron que era mejor darles un piso de protección oficial y que se olvidasen del pueblo porque estaba desahuciado», asevera el alcalde, a la vez que recuerda que los vecinos no aceptaron y con el arrendamiento de algunas parcelas municipales y aportaciones financiaron la infraestructura para tener energía eléctrica.
Demolidas más de 30 casas. Corral, de cincuenta años, no olvida que «me tocó bañarme en un barreño, he conocido este pueblo sin luz, sin agua, sin carretera, sin nada y todo en ruinas», afirma mientras muestra un espacio verde entre dos calles, ajardinado y con árboles, «que hasta hace unos años estaba ocupado por una hilera de casas en ruinas». El alcalde contactó con los herederos de los que en su día ocuparon esos edificios, muchos viviendo en Barcelona y Madrid, para que dieran su consentimiento para demoler esas ruinas que, además de afear el pueblo, representaban un peligro.
Los solares que ocupaban las casas demolidas se han convertido en zonas verdes. - Foto: Jesús J. Matías«No solo se trataba de evitar ese peligro, también era importante ajardinar la zona y plantar árboles porque este pueblo solo tenía tres, ahora todos los que hay los hemos puesto nosotros, los que ahora vivimos en el pueblo, como también hemos traído el agua, hemos asfaltado las calles, restaurado algunos inmuebles municipales y la iglesia, que es nuestra joya, además de construir la depuradora de aguas residuales», asegura Corral, que recuerda que «tenemos wifi gratis para todo el pueblo desde hace quince años cuando otros pueblos todavía no lo tienen».
Con el paso de los años algunos descendientes de los vecinos que en su día se marcharon del pueblo, dejando atrás unas casas de las que nunca más se ocuparon, se han demolido más de una treintena, han vuelto a sus orígenes y al ver el estado del pueblo, declara el alcalde, se llevan las manos a la cabeza y lamenta no haberse ocupado ni tan siquiera de la cubierta, «y tener una casita en un espacio natural protegido como es el Geoparque de Las Loras, y en el límite del de las Hoces del Alto Ebro yRudrón», asegura el alcalde mientras pasea por unas calles limpias, salpicadas por algunas hojas secas.
nuevos proyectos. Una vez solucionado los problemas cotidianos, los vecinos están trabajando en un plan de ordenación del monte y cada varios años contratan a una empresa para que tramite la solicitud para ordenar el monte, luego se hace una limpieza y el recurso de la leña lo aprovechan los vecinos, vendiendo el sobrante, «y con ese dinero estamos arreglando la iglesia», asegura el alcalde pedáneo. En este sentido, mientras contempla la restaurada escalinata de a la torre del campanario, una magnífica actuación que se ha ejecutado este año siguiendo fielmente las imágenes que tenían los vecinos.
También han colocado y automatizado las campanas del templo, además de arreglar el atrio, «y el Arzobispado no ha dado nada, cero, y lo único que nos ha puesto han sido trabas y complicaciones», a pesar de que como matiza hace años que no aparece ningún sacerdote por la villa, «ni se le espera», afirma el regidor. La intención es que le templo, además de acoger oficios religiosos, pueda ser un edificio de usos múltiples, «con un auditorio y musealizar la torre con algunas piezas bastante antiguas que tenemos, climatizar la parte superior con munas vidrieras para que los vecinos pueda estar allí en una zona de sofá y lectura con unas vistas espectaculares», manifiesta. Para poner en marcha estas iniciativas esperan contar con la autorización del Arzobispado «porque estamos invirtiendo todo el dinero del pueblo en un bien que no es nuestro», asevera Corral, quien confía en alcanzar ese acuerdo.
Han restaurado la escalinata de la torre y el atrio, sin ayudas y ahora quieren actuar en su interior. - Foto: Jesús J. MatíasAcondicionar una casa municipal como centro multiculturas y construir un mirador, que se llamará Cuesta la Horca, y continuar acondicionando sus curiosas eras (está rodeadas de un muro de piedra), son algunos de los proyectos que tienen en cartera estos vecinos que guardan su pueblo como un tesoro y que no venden nada «por eso es el pueblo con el precio más de la vivienda, no se vende ninguna ni tampoco el suelo para construir, estamos muy bien los que vivimos ahora en La Rad».
Dos o tres vecinos. Corral que además de agricultor y alcalde es también empresario turístico, regenta la casa de turismo rural Villamoronta, no se arroga la consecución de ninguno de estos logros, siempre habla en plural, «nosotros», término en el que incluye a su padre, que ahora está en una residencia y otros vecinos. «Durante muchos años hemos vivido aquí tres personas nada más y ahora seguimos vivimos dos o tres, dependiendo de lo que aguante alguno que está jubilado y se marcha en invierno, pero en verano llegamos a ser más de treinta y empadronados ocho».
Estos vecinos, además del diseño actual que presenta el pueblo, también se encargan de su mantenimiento, de los jardines y zonas verdes, y en invierno incluso de despejar la nieve de la única carretera, que es suya, con los recursos que les llegan del Ayuntamiento de Basconcillos del Tozo, coto de caza y de la leña del monte.