Lo ha impregnado todo de ese sello tan suyo, tan intransferible, esa marca y ese estilo con los que cautivó al siempre exigente mundo de la alta costura. Porque rezuma moda, cosmopolitismo y modernidad el complejo bodeguero y hotelero de Arzuaga después de que Amaya, la afamada diseñadora burgalesa, cambiara los talleres, las pasarelas y los focos por otro sector -no menos competitivo y voraz- como el del vino y la gastronomía. Colores y formas sensuales y sugerentes; luces, música... Nada en el complejo hostelero de la familia Arzuaga escapa al estilazo de Amaya, que se siente feliz con su nueva vida. En apenas seis años, ha revolucionado el negocio familiar. Su vida, admite, ha cambiado muchísimo: si antes era habitual que amaneciera un día en París y otro en Milán, por poner sólo dos ejemplos de ciudades que frecuentó durante años, ahora lo hace en el silencio telúrico de la finca familiar La Planta, rodeada de viñedos, habitada por jabalíes, muflones, ciervos y donde reina una encina milenaria junto a la que Amaya busca a menudo refugio e inspiración.
Atraviesa el 'túnel del tiempo', como ella misma llama a una suerte de pasarela multicolor que parece el acceso a otra dimensión, con la determinación de quien camina hacia su destino, y de alguna forma es así: al otro lado de ese corredor interactivo está 'Taller', el restaurante que creó de la nada cuando dejó los patrones y las telas, y que obtuvo una Estrella Michelin (que ha revalidado ya en cuatro ocasiones) a los dos años, un tiempo récord. De hecho, es el único proyecto enoturístico de la Ribera delDuero que atesora tal reconocimiento. «Estoy muy contenta, la verdad», confiesa. No echa de menos las pasarelas, ni el fasto y el boato que acompaña cita de esas, pero sí el enfrentarse a una colección nueva con el equipo que siempre la acompañó. «Esos momentos sí.Sueño con ellos muchas veces.Por eso el restaurante se llama 'Taller', por taller de costura», afirma sonriendo. «Aún mantengo el taller de Lerma; sé que si lo desmantelo me voy a arrepentir».
Aunque puedan parecer mundos distintos, hay más paralelismos entre la alta costura y la alta gastronomía de lo que se pueda imaginar. «El proceso creativo es el mismo: diseño platos, espacios... Es muy parecido. Antes, cuando iba a un museo o a ver una exposición, en cada cuadro veía un vestido.Ahora veo un plato». Aunque ha conseguido muchas cosas en poco tiempo no pierde la ambición por lograr más, por marcarse retos y desafíos. Uno de ellos, conseguir una segunda Estrella. Aunque es su hermano Nacho quien lleva más directamente la bodega, ella ejerce de consejera estética y de diseño; los restaurantes (tanto 'Taller' como el más tradicional) y el hotel conSpa son cosa suya. «Cualquier proceso creativo siempre tiene un fondo común: la idea original, el concepto, buscarlo, rodearlo y hacerlo coherente. Es lo que intento hacer».
(Reportaje completo en la edición en papel de hoy de Diario de Burgos)