Faltan un puñado de días para que Villafría alcance el dudoso honor de sumar dos años sin vuelos comerciales regulares y el aeropuerto de Burgos acepta hoy su destino mientras convive con dos realidades muy diferentes. De un lado, la infraestructura se aferra al crecimiento del 58% registrado hasta septiembre en el número de pasajeros acumulados para abrir una grieta al optimismo. De otro, las cifras resultantes de las operaciones privadas penalizan a un aeródromo local que maquilla sus cifras con la frenética actividad protagonizada por la escuela de pilotos de FlyBy.
La expedición del Cádiz CF procedente del aeropuerto de Jerez de la Frontera aprovechó esta semana las condiciones que ofrece el aeropuerto de Villafría para completar su desplazamiento copero rumbo a Aranda de Duero. El equipo amarillo jugó su partido en el Juan Carlos Higuero y, ya de madrugada, tomó el camino de vuelta rumbo a casa. Es el último caso, pero no el único.
A lo largo de los últimos años ha habido varias situaciones similares. El San Pablo Burgos también utilizó este tipo de vuelos privados en su etapa en el concierto internacional y otros clubes visitantes como el Barcelona de baloncesto también tomaron tierra en Villafría para agilizar su viaje en su visita al Coliseum.
A estas operaciones puntuales se suman otras como las protagonizadas por el transporte en helicóptero y otras alternativas como la de los jets. Sin embargo, esta clase de tráfico al margen del comercial todavía no es relevante en el aeropuerto burgalés y la tendencia protagonizada desde antes de pandemia es negativa.
A la espera de que las administraciones y las compañías aéreas retomen en el futuro -más o menos cercano- la posibilidad de recuperar la actividad comercial regular, Villafría basará su estrategia de futuro a corto plazo en los vuelos chárter impulsados por las agencias de viajes y en la presencia de la mencionada FlyBy.
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