El QR ya no es un jeroglífico

A.C. / Puentearenas
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El Aula de Emprendimiento del instituto de Villarcayo convierte en profesores de digitalización a alumnos de ciclos de FP de Administración, que hace unos días enseñaron a defenderse con el móvil a vecinos de Valdivielso

Asun descubrió las posibilidades de su móvil gracias a Zahira (centro) y Paula. - Foto: A.C.

Marimar, profesora jubiladad el colegio Princesa de España de Villarcayo, se convirtió este viernes en alumna de chicos que pasaron por sus aulas en tercero y cuarto de Primaria. Les confesó sin reparo que la primera vez que se encontró con un código QR para poder ver la carta de un restaurante prefirió pedir un sandwich y un café y ni lo intentó. Gracias a la jornada de digitalización para mayores que organizó en Puentearenas el Aula de Emprendimiento del instituto Merindades de Castilla, la profe aprendió por fin a manejar este endiablado jeroglífico, el QR.

Junto a su marido, Agustín, se desplazó desde El Almiñé. «Cuando fui su maestra siempre les decía que el aprendizaje era mutuo», recordó. El viernes se hizo más patente que nunca ese intercambio, porque no paró de apuntar en su libreta desde cómo funciona Google Maps para viajar sin perderse; buscar información de incógnito; lograr dar con un número de teléfono de la agenda durante una llamada sin colgar al interlocutor; o encontrar a tiempo la clave que le enviaba la aplicación del banco y que siempre se perdía en la inmensidad del móvil. 

Muchos de los mayores lamentaban su falta de memoria, pero lo intentaron. Araceli, vocal de la junta vecinal de Puentearenas, admitió que ya había participado en un curso de varios días para aprender a manejar su teléfono. «Pero soy un poco zoquete y muy comodona y he olvidado muchas cosas». Aimar, a su lado durante casi dos horas, le enseñó algo esencial para poder abordar la burocracia que rodea una junta vecinal. Ahora ya sabe enviar un correo electrónico o tareas más sencillas como capturar una imagen. Pero el adolescente también supo que los pollitos nacen en la incubadora de Araceli en 21 días. Entre el jueves y el viernes quince habían roto el cascarón. 

En el centro de reunión de Puentearenas se mezclaban edades, ideas y vidas. Jóvenes de los ciclos de Administración de FP, que casi han nacido con un móvil en la mano, y mayores que como Patricio, que a sus 65 años y con dos carreras, se describió como un «casi analfabeto en digitalización». Reducir esa brecha entre el mundo digital que cada día se necesita en más quehaceres cotidianos y los escasos conocimientos de los vecinos de mayor edad de Valdivielso era uno de los objetivos de la jornada en la que colaboró el Ceder Merindades. Pero Mercedes Díez-Andino, una de las cuatro profesoras que se desplazó a Valdivielso, insistió en que la jornada buscaba, además de enseñar a manejar el móvil, que los chicos charlaran con los mayores, les conocieran un poco más y se acercaran a quienes residen en el medio rural. Que hicieran de profesores por un día y comprobaran como es eso de «explicar muchas veces lo mismo pareciendo que es nuevo» también era otro de los objetivos.

Asun ya puede enviar su ubicación mientras está paseando sola para mayor seguridad y poner una foto en su estado de WhatsApp. A Patricio se le trató de solventar un problema mayor, el jaqueo de su Facebook. Para ello se hizo una consulta al Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) y se explicó a todos que ante cualquier problema de ciberseguridad pueden acudir al teléfono gratuito 017. Los chavales admitieron que se veían más identificados ahora con sus abuelos, esos que tantas veces les piden ayuda.

Otros destinos. Este jueves, el Proyecto de Digitalización del Aula de Emprendimiento del instituto villarcayés viajará a Pedrosa de Valdeporres y el día 30, a Villasante de Montija. Díez Andino avanzó confía en que propuestas como ésta «sirvan a los chicos para conocer futuros nichos de mercado». «Si funciona bien», que todo apuntaba a que sí, la portavoz del centro avanzó que «posiblemente esta actividad continúe el próximo curso e incluso se pueda realizar una vez al mes en diferentes pueblos». Eso sí, también se encontrarán con vecinos reacios, como Elena, de 85 años, quien acudió a abrir el centro social, pero desistió de aprender a manejar un teléfono inteligente. «Mándame antes subir a un tejado», se despidió.