El equipo de Gobierno municipal se la ha jurado a Burgos Río. Le ha entrado una cabezonería de las buenas contra el concurso de ideas que organizaron los anteriores mandatarios municipales para plantear mejoras a lo largo del cauce del Arlanzón. Porque fue un proyecto del alcalde Daniel de la Rosa, pero sobre todo porque lo impulsó el vicealcalde Vicente Marañón, se le ha cruzado de tal manera al PP que se dedican a verter sobre él descalificaciones nunca escuchadas sobre un simple documento, un papel con letras y dibujos, del que no está dispuesto a sacar absolutamente ningún provecho.
La ciudad se lo pierde. No puedo creer que no haya nada que rascar en las sugerencias que plantearon los finalistas. Es imposible de asumir que todo sea una reverenda castaña hasta tildarlo de «deplorable» o «barbaridad». Nunca había visto semejante inquina contra algo tan sujeto al debate como una idea. Es sorprendentemente tozudo y despreciativo.
Mientras tanto, otra iniciativa igualmente maltratada está a punto de salir adelante. Me refiero al traslado al nuevo Mercado Norte, ese provisional que se ha comido casi todo el espacio público de la plaza de España. La actividad se traslada allí, bajarán sus puestos de aceitunas, de carne, de pescado, de verduras, de casquería fina y gruesa, mientras el viejo edificio quedará abandonado y a la espera de demolición.
El gran derribo costará casi 800.000 euros. El espacio quedará como un solar vallado con ladrillo que se antoja feísimo, y mientras tanto, despacito, sin prisa, pensándolo bien no se vaya a meter la pata, ya irán pensando cómo será el nuevo edificio que lo sustituya.
Sospecho que dentro de varios años seguiremos hablando del agujero del Mercado Norte sin que haya una sola grúa construyendo el sustituto. Emplearemos miles de párrafos en el periódico, horas de radio y de tele, hablando de diferentes alternativas, actualizaciones constantes de precios (siempre al alza, por supuesto) y demás meneos de planos y contraplanos hasta concluir que semejante empresa excede de esta legislatura y que ya serán otros (o los mismos, según lo que digan las urnas) los que rematen el proyecto.
Cuando un concejal admite que la cosa va para largo hay que temerse lo peor. En las pelis del oeste primero disparan y luego preguntan. Aquí se ha decidido primero tirar y luego pensar. Nada puede salir mal.