Un edificio de planta cuadrangular, donde destaca una cabecera ubicada sobre una estancia o patio también de traza rectangular, en torno al cual se distribuyen varias estancias. Resulta sencillo reconocer en esta descripción, aun sin plano, la de una domus, o casa romana de las familias con cierto nivel económico. Pero también entonces existían los bloques de pisos, con bajos comerciales, similares a los que hoy pueblan las trazas urbanas de nuestras calles. Se llamaban ínsulas y muchos de los apartamentos se ofertaban en alquiler.
Ínsulas y domus se alternaban en los barrios y sectores de las ciudades romanas, sobre todo en aquellos alejados del centro. Por ejemplo, en el de Veladiez, el más occidental de la antigua ciudad romana de Segisamo (Sasamón), un poco menos desconocido gracias al trabajo que desde hace 15 años desarrolla allí el profesor Jesús García Sánchez con diversas técnicas no invasivas y la paciencia proverbial de los arqueólogos. Porque ni todo eran mansiones en la vida romana ni el pasado se desentierra solo excavando. Además «es caro y lleva mucho tiempo», sostiene este investigador del Instituto de Arqueología de Mérida y el CSIC, que combina prospecciones aéreas y georradar para dibujar poco a poco un mapa en el que aún faltan muchas piezas.
Por ejemplo, aún no se han descubierto templos o edificios públicos en Segisamo. «Seguramente se ubicaban en la parte alta, donde ahora está la iglesia de Santa María La Real», apunta, que es precisamente la que más sido modificada por la huella humana.
interpretación de las figuras y estructuras detectadas en Veladiez, la zona occidental de la ciudad romana de Segisamo. Con una domus y dos ínsulas. - Foto: J.García Sánchez/J.M.Costa GarcíaGarcía Sánchez acaba de publicar junto a José Manuel Costa-García el artículo Teledetección y prospección geofísica en Veladiez. Un sector inédito de la ciudad romana de Segisamo, en el que ambos detallan cómo la combinación de esos métodos aproximativos ha revelado «con claridad la presencia de varios bloques de viviendas insertos en el urbanismo romano de Segisamo. Uno de ellos puede interpretarse con un alto grado de seguridad como una vivienda unifamiliar de tipo domus (en el medio del gráfico), mientras que los otros dos bloques se han interpretado como insulae o espacios residenciales desarrollados en altura (a los lados)», lo que a su juicio «refleja la complejidad en el desarrollo del tejido urbano de la ciudad y la convivencia, al menos en el espacio, de estratos sociales teóricamente diferentes en la ciudad hispanorromana», añaden.
Bien definido aparece el trazado de la calzada que conectaba Segisamo con Pisoraca, mientras que se les resiste la muralla. García baraja como hipótesis que no existiera «como tal, fortificada» pero que sí hubiese un foso o un muro bajo que delimitase el pomerium (límite sagrado de las ciudades romanas).
En verano espera retomar los trabajos sobre el terreno, propietarios y Ayuntamiento mediante. «Nos interesa localizar algún contexto que esté relacionado con el origen de la ciudad», la clave de la fundación de Segisamo.