La próxima edición de Las Edades del Hombre, que se inaugura a finales de mes en Toro (Zamora), suscita especial expectación por la presencia, junto a otras 130 valiosas piezas, de la custodia procesional de la Colegiata de Santa María la Mayor. Esta magnífica obra de plata, firmada a finales del siglo XVI por el platero toresano Juan Gago, fue robada en la noche del 25 al 26 de noviembre de 1890.
Después de un recorrido más que novelesco y en el que intervinieron expertos en arte, políticos y diplomáticos, con la fe y el sentimiento como principales armas, la custodia regresó a su lugar en la sacristía de la Colegiata el 23 de junio de 2005, tras haber pasado por manos de un comprador en Francia, un coleccionista privado en Suiza, un caballero británico y el Victoria and Albert Museum, National Museum of Art and Design (Museo de Victoria y Alberto, Museo Nacional de Arte y Diseño), de Londres.
Quienes acudan a ‘Aqva’, tendrán también la oportunidad de contemplar la custodia en la iglesia de San Lorenzo el Real, adonde ha sido trasladada para la ocasión, junto con obras universales como ‘Santa Magdalena y Santa Catalina’, más conocida como ‘la virgen de la mosca’, ubicada de forma habitual en la sacristía de la Colegiata.
«Se podría hacer una película o una serie por capítulos sobre la custodia. Es de Juan Gago, de transición del gótico al Renacimiento que fue robada en una noche fatídica. Se le pierde el rastro. En la década de 1930 sale a la venta en Francia y posteriormente, llega al Museo Alberto y Victoria. El historiador Navarro Talegón la localizó y ahí intervinieron el Obispado de Zamora y el Ayuntamiento», relata Roberto Castaño, párroco de Toro, junto con José Luis Miranda. «Se consiguió demostrar que era la custodia de la Colegiata por los inventarios y libros de fábrica, donde está perfectamente descrita», añade.
El museo londinense se había hecho de forma legítima la pieza, ya que el delito había prescrito y se llegó a un acuerdo de alto nivel mediante la propiedad compartida.
Hallazgo en Londres. La casualidad hizo que el historiador y presidente de la Fundación González Allende, José Navarro Talegón, en una visita al Victoria and Albert Museum, hace más de tres décadas, observara esa custodia, donde se expone la hostia consagrada a la adoración de los fieles. No recuerda el momento en que se dio cuenta de que la pieza, de 85 centímetros de altura, presentaba signos inequívocos de su procedencia.
Daba la casualidad de que Navarro Talegón tenía el documento, fechado el 15 de julio de 1538, en el que se acreditaba la peritación de la pieza, hecha por un platero toresano llamado Juan Gago.
Éste se fue a América, concretamente a Tenochtitlán, la capital de México para controlar el quinto real (un tributo que se pagaba al rey consistente en la quinta parte de lo capturado) de la plata. «Fue, como tantos otros toresanos, gracias a que el primer presidente de la Casa de la Contratación fue el arzobispo de Burgos, el toresano Juan Rodríguez de Fonseca, fundador del Hospital de la Cruz, en Toro», precisa. «No le fue bien en México a Juan Gago y, gracias a eso, desarrolló su trabajo como platero en Toro y nos dejó algunas piezas admirables, entre ellas, esta custodia», agrega.
La custodia se hizo expresamente para la Colegiata de Santa María la Mayor, donde estuvo hasta la noche del 25 al 26 de noviembre de 1890. Aquella noche, hubo un robo en la iglesia muy bien estudiado y que constituyó el mayor saqueo registrado en la época en Toro. Los ladrones, probablemente dirigidos y espoleados por un cabecilla que articuló desde algún lugar de Francia todo el dispositivo, se llevaron numerosas piezas y una considerable cantidad de dinero.
La custodia de plata fue a parar a Francia, como atestiguan unas marcas hechas a la plata en París. Tiempo después, formó parte en Zurich (Suiza) de la colección Rutschi y, posteriormente, en 1931, fue subastada en Lucerna, donde la adquirió el doctor Hildburgh, un caballero británico que la cedió en depósito al Victoria and Albert Museum. Finalmente, a su muerte, en 1956, la pieza es definitivamente donada al centro. «Por tanto, está en Toro gracias a la magnanimidad de los ingleses, porque el delito prescribió y es de ellos», destaca.
Al darse cuenta de la envergadura del caso, iniciado con esa observación casual en Londres, José Navarro pidió, una vez en España, documentación fotográfica a Londres y se inició un proceso de recopilación de documentación para probar que era la custodia de la Colegiata de Toro.
El comisario. El Obispado de Zamora remitió una extensa documentación al museo británico con la participación fundamental del delegado diocesano para el Patrimonio Cultural, José Ángel Rivera, uno de los mayores expertos en arte y comisario de la muestra ‘Aqva’.
Tras acceder a la Alcaldía de Toro Jesús Sedano (PP) en julio de 1999 se tomó en serio la recuperación de la custodia y emprendió gestiones diplomáticas con la embajada del Reino Unido en Madrid. «Fuimos a hablar con el embajador y no utilizamos ningún argumento jurídico, aunque la custodia había salido de España de forma fraudulenta. La petición que trasladamos fue moral, como símbolo de la ciudad de Toro y de la fe de los cristiano», comenta el propio Sedano.
Lo cierto es que abordar la petición desde un punto de vista mucho más afectivo que reivindicativo posibilitó que el regidor estableciera un contacto estrecho con el diplomático, lo que facilitó y agilizó las gestiones.
Tras demostrar sin lugar a dudas que era la custodia robada en la Colegiata de Toro, «quedó claro que primaba el valor simbólico y sentimental de la pieza y eso fue determinante en el cambio de postura por parte del Museo. Adoptaron la decisión a finales de 2004», anota Sedano.
En enero de 2005, José Ángel Rivera viajó a Londres y se fijaron las condiciones de devoluciónde la custodia, adoptando un acuerdo muy ventajoso consistente en una cesión de la pieza. Finalmente, el 23 de junio de 2005, la pieza llegó a la Colegiata de Toro, 115 años después de la noche en que fue robada.