El equipo municipal de Gobierno está dispuesto a sacar rentabilidad a los establecimientos de hostelería que son de su propiedad. Por ello, en las próximas semanas abrirá el proceso público que permita reabrir el situado en los bajos del Orfeón, en la calle San Lorenzo, que lleva vacío desde que en septiembre de 2022 el anterior inquilino decidiera renunciar. 

La Comisión de Hacienda celebrada ayer dio luz verde al pliego de condiciones que regirá la licitación. El precio mensual de salida será de 1.600 euros al mes, 200 más que en la convocatoria anterior, por un periodo de 10 años. El concejal del área, Ángel Manzanedo, confía en que en los primeros meses de 2024 pueda entrar en servicio, dado que el local está en buenas condiciones y no necesita obras.

Cabe recordar que este local no estuvo exento de polémica, ya que en el año 2011 saltó a la luz pública una situación hasta entonces desconocida. Si bien el Ayuntamiento había cedido gratuitamente el edificio de la calle San Lorenzo al Orfeón en 1935 (la agrupación musical nació en 1893), lo que no se sabía era que la coral tenía arrendado el local del bar, de unos 80 metros cuadrados, a una persona que por este concepto que pagaba a este colectivo 700 euros al mes. Un dinero por el que el Consistorio capitalino, propietario del local, no recibía recompensa alguna.

Esta situación sentó mal al Ayuntamiento y sus servicios jurídicos pidieron el desahucio del local para poder sacarlo de nuevo a concurso. Sin embargo, los responsables municipales y del Orfeón mantuvieron diferentes reuniones para «poner en orden» dicha cesión mientras se convocaba la licitación.

Todo ello quedó plasmado en un convenio entre ambas partes para concretar la cesión de la zona de arriba del edificio para que el Orfeón pudiera mantener su sede.

Casa de Cultura de Gamonal. Una vez que se saque a concurso el Orfeón, el siguiente será el bar ubicado en la Casa de Cultura de Gamonal, que lleva cerrado desde 2020. La clausura de los interiores, primero por el estado de alarma y luego por las restricciones, así como la imposibilidad de poner terraza hicieron que el arrendatario comunicara al Ayuntamiento su decisión de dejar la concesión. El barrio se quedó desde esa fecha sin uno de sus centros de socialización, dado que muchos mayores se reunían en sus dependencias para echar la partida y también los jóvenes que acuden a las actividades.