Subir a las alturas del Coliseum en los Sampedros es una aventura que no le puede dejar indiferente a nadie. Es descubrir que los toros, ese espectáculo de arte y cultura al que muchos rinden pleitesía pasa a un segundo plano. Nada es importante en el sector en el que se ubican las peñas de nuestra ciudad. O mejor dicho, lo importante tiene otra dimensión para ellos.
Realmente representan la vida, con su variedad de estilos y comportamientos. Pero es todo un espectáculo que se ha de vivir al menos una vez en la vida. Porque dónde si no se va a poder ver una mariscada a dos metros de un señor que reparte bocatas con un brazo que dispara como si de un cañón se tratara. O dónde dos personas ven tranquilamente la corrida de toros mientras otros dos discuten de fútbol y dos asientos más allá están discurriendo sobre el último vestido de aquella en la boda de esa otra.
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