Es un personaje tan fascinante como misterioso, y su vida fue más novelesca y apasionante que cualquiera de las obras literarias que ella misma escribió. Natalena Koroleva, considerada en la actualidad, tras ser rescatada del olvido, como una de las más grandes escritorias ucranianas contemporáneas, se llamaba en realidad Carmen Alfonsa Fernanda Estrella Natalena. Y vino al mundo el 3 de marzo de 1888... ¡En el monasterio de San Pedro de Cardeña! Así al menos reza en todas sus biografías, que no abundan en el motivo por el que su madre, la duquesa española María Clara de Castro Lacerda Fernández de Córdoba Medinaceli y Figueroa, se hallaba en el cenobio cidiano, en esa época era un colegio seminario de los escolapios, cuando dio a luz a su hija. Este periódico ha intentado, en vano, dar con su partida de nacimiento, pero ni en libros parroquiales ni en registros civiles hay noticia alguna del natalicio. Todo un enigma, pues, que hace aún más interesante al personaje. Su progenitor pertenecía también a la aristocracia, pero de Polonia: era conde y se llamaba Adrián Yurii Dunin-Borkovsky. El alumbramiento no fue feliz: la duquesa falleció tras dar a luz a su criatura.
Y ahí, con apenas unos días de vida, comenzó la epopeya vital de Natalena Koroleva, que fue enviada por su padre (entomólogo y arqueólogo que se pasaba la vida de aquí para allá) a la región ucraniana de Volynia; de allí regresó a España, donde se hicieron cargo de ella un hermano y un tío materno. Cuando iniciaba la adolescencia, pasó al monasterio de Notre Dame de Sion, en los Pirineos franceses.De su estancia de varios años allí guardaría siempre gratos recuerdos Natalena, toda vez que fue inmensamente feliz formándose. No en vano, aquella muchacha que demostraba gran inteligencia natural e inclinación por el estudio aprendió varias lenguas -entre ellas, el latín y el árabe-, y se formó en filosofía, historia, arqueología, música, canto e incluso medicina.
Pero en 1904 su padre decidió que regresara a Ucrania, asentándose en Kiev, la capital. Ingresó en el Instituto de Señoritas Nobles donde, a diferencia de su anterior etapa educativa, fue infeliz, salvo por el hecho de que uno de sus profesores de música fue el gran compositor ucraniano Mykola Lysenko.Se rebeló Natalena contra las intenciones de su padre, que quiso casarla muy joven con un apuesto húsar ruso. Y ella se salió con la suya: no sólo no aceptó subir al altar, sino que se obstinó en profundizar en su educación cuanto pudo: se marchó a San Petersburgo y se inscribió en el Instituto Arqueológico, donde acabaría convertida en doctora.También en la Academia de las Artes porque tenía una vena creativa incuestionable.Tan es así, que en aquellos años en la ciudad rusa a orillas del Nevá realizó exposiciones de sus propios cuadros y desarrolló con enorme intensidad otra de sus grandes pasiones: el teatro. Convertida en actriz, actuó con enorme éxito tanto enSan Petersburgo como en París o Venecia. Sin embargo, su precaria salud la obligó a dejar los escenarios antes de tiempo.
Pero fue incapaz de parar, tal era su espíritu aventurero y tanta su sed de conocimiento. En los años siguientes, participó en numerosas excavaciones arqueológicas, siendo las más relevantes en Pompeya y en Egipto. La enfermedad de su padre hizo que Natalena regresara a Kiev en el año 1914. Mal año: Europa iba a quedar devastada en los años siguientes por una guerra atroz. Se casó con Iskander ibn Kurush, ciudadano iraní que oficial del ejército ruso. Pero el matrimonio apenas duró: él murió en una batalla cerca de Varsovia en 1915.natalena no quedó al margen de la contienda: audaz y valiente, se alistó como enfermera en el ejército ruso, sobreviviendo a penurias sin fin: batallas, tifus, una neumonía y varias heridas.Al concluir la guerra, fue condecorada con la Cruz Militar por su valentía. En 1919 salió de Ucrania sin saber que lo haría para siempre, que ya no regresaría jamás. Se instaló en Praga (República Checa), de donde no se movería hasta su muerte, acecida en 1966. En la capital bohemia encontró trabajo como traductora y maestra, y a un segundo marido, que conocía de sus años en Kiev: se llamaba Vasyl Koroliv-Stary y era escritor, editor y activista cultural. Aquel hombre fue una influencia decisiva en la vida de Natalena: fue quien la animó a que desarrollara otra de sus pasiones: la escritura.
Su primera novela, El pecado, se publicó en 1921 en el semanario ucraniano 'Volia', con sede en Viena.A esta obra le siguieron otras tantas, destacando especialmente aquellas de corte histórico entre las décadas de los 30 y 40: En las profundidades; 1313 (donde aborda el fanatismo religioso en la Edad Media); Antecesor (ambientada en la España que se halla bajo el yugo de la Inquisición; en sus páginas, la escritora recrea vívidamente episodios trágicos de la vida de algunos de los antepasados?de su madre); Sueño en las sombras (que se desarrolla en la época del emperador Adriano en Alejandría); o Leyendas del viejo Kiev. También publicó varias obras de corte autobiográfico, como Quid est veritas? o Por caminos y senderos de la vida, donde, en palabras de Oleksandr Pronkevych, Natalena Koroleva «afirma que España es su patria espiritual. La imagen del país creada por ella es tradicional y católica. La escritora se compara a sí misma con el Mio Cid, Santa Teresa de Jesús y don Quijote. La parte más enigmática de su autobiografía narra las relaciones amorosas platónicas que ella mantenía con el rey Alfonso XIII durante décadas».
Para Ihor Siundiukov, que ha estudiado su figura, durante toda su vida, Koroleva «fue criticada por la naturaleza abstracta de sus novelas histórico-filosóficas, y los críticos se quejaron de que sus tramas y personajes tenían poco que ver con la realidad ucraniana. Sin embargo, ahora que sabemos cuáles de sus obras han resistido la prueba del tiempo, podemos decir que el valor de las novelas de Koroleva radica principalmente en el desarrollo de una nueva concepción de un hombre libre, orientado a los valores y con una educación integral que ha aceptado los ideales del humanismo. Este logro le ha asegurado a la escritora un lugar especial en la literatura ucranian».
Otra estudiosa de la obra de Koroleva, Tetjana Rjazanceva, de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, afirma que las obras literarias de la burgalesa «pertenecen a la literatura europea, principalmente por su mentalidad.El elemento ucraniano casi siempre es palpable en su prosa, pero a diferencia del gran número de autores de la diáspora ucraniana de aquellos tiempos, su presencia no está ligada con el exotismo o la idealización. Natalena Koroleva siempre aspira a integrar la cultura ucraniana con la europea y no concibe su estudio por separado (...) La otra perspectiva de la obra literaria de Koroleva consiste en reafirmar los principios de la moral cristiana, la necesidad de respetar otras religiones, buscar compromisos religiosos y evitar la enemistad o persecuciones por motivos religiosos».