Cuando fuimos emigrantes

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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En los años 60 y 70 unos 10.000 burgaleses marcharon a Alemania, Suiza, Francia e Inglaterra en busca de mejor fortuna. La mitad de los dos millones de españoles que se fueron lo hicieron de forma irregular

Aunque son integrantes del grupo de danzas de Justo del Río, la estampa de burgaleses con maletas en la estación de tren se repitió en los 60 y 70. - Foto: FEDE

La autarquía instaurada por la dictadura tras la Guerra Civil constituyó todo un fracaso que se evidenció claramente a partir de mediados de la década de los 50. Empobrecida y aislada, España era un país atrasado, en las antípodas de la mayor parte de las principales naciones europeas, que encaraban la segunda mitad del siglo XX aupadas al tren del progreso y el desarrollo. El régimen se vio obligado a buscar una nueva vía económica, y a tal fin diseñó el conocido como Plan de Estabilización (1959). Aunque trató de disfrazarlo con la prosopopeya habitual, aquel cambio de rumbo no fue sino una bajada de lienzos, una rectificación total y absoluta a la política económica seguida hasta entonces y que había resultado una ruina absoluta. Contó el régimen franquista con apoyo exterior (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, la Organización Europea de Cooperación Económica) y la complicidad de Estados Unidos; si bien es cierto que en los primeros años no funcionó (más al contrario), al inicio de la década de los 60 se vivió un 'boom' que derivó en un rápido y desconocido crecimiento económico. Esta coyuntura no hubiese sido finalmente positiva sin un factor esencial: el papel que jugaron los emigrantes españoles (de los que muchos fueron burgaleses), que en aquella década salieron en masa en busca de mejor fortuna en otros destinos, especialmente del continente europeo.

Lo explica maravillosamente el historiador burgalés Pablo Méndez en su imprescindible libro Burgos siglo XX. Cien años de luces y sombras (Editorial Berceo): «A pesar de que el plan de 1959 inicia una etapa de crecimiento industrial, su incipiente estructura no es capaz de absorber el enorme contigente de trabajadores que abandonan el medio rural con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida. (...) El camino a recorrer desde una economía agraria a otra de carácter industrial y de servicios arrastra mutaciones muy importantes en el entramado social, originándose dos polos opuestos, de expulsión y de atracción (...) Para España la emigración no reportaba sino ventajas: además de aliviar el desempleo, la llegada de divisas, fruto del ahorro del emigrante, se convierte en recurso vital para enjugar el déficit de la balanza de pagos y del propio proceso de industrialización. Por otro lado, la salida de trabajadores con sus familias suponía también un ahorro fiscal considerable, pues de esa forma disminuía el número de preceptores de bienes y servicios públicos».

Aunque en la década de los 50 también emigraron muchísimos españoles, los destinos principales se hallaban al otro lado del Atlántico; en este sentido, fue Brasil el principal país de acogida. Muchos burgaleses recalaron asimismo en el país carioca y algunos dejaron honda huella, como el lermeño Federico Ortega Martínez, que contribuyó a la construcción de Brasilia, la joven capital de aquel país. Sin embargo, fue en la década siguiente cuando se produjo el 'boom'. Entre la década de los 60 y la primera mitad de la década de los 70, en torno a dos millones de españoles emigraron a países de Europa.

Según datos del Instituto Español de Emigración, organismo creado en 1956 con la finalidad de fomentar y encauzar los movimientos migratorios hacia Europa, en ese periodo salieron de la provincia alrededor de 10.000 burgaleses, que se repartieron por el Viejo Continente.

Sólo entre 1960 y 1968 recalaron 'oficialmente' en el país germano unos 2.000 burgaleses


Dos fueron los primordiales destinos de estos: Alemania y Suiza; el tercer país receptor de emigrantes burgaleses fue Francia y, de forma más residual, Inglaterra (casi siempre mujeres destinadas al servicio doméstico) y Holanda. «El caso alemán es el mejor ejemplo de la imparable corriente migratoria de los años 60. En marzo de 1960 la R.F.A. y España firman un acuerdo gracias al cual comienza la salida escalonada de diversos contingentes de obreros con destinos a fábricas alemanas. Los grupos llegaban al destino con el contrato de la Oficina de Colocación de Alemania en la mano, pero también había otro sector de emigrantes que lo hacían por su cuenta. Estos trabajadores cada vez encontraron mayores dificultades para instalarse en Alemania, por un lado, porque España no podía consentir perder las primeras que cobraba por cada emigrante, y por otro porque Alemania deseaba controlar la salud, el número y la distribución de aquellos hombres y mujeres. Esto mismo se puede aplicar al resto de los países europeos de acogida», subraya Méndez, quien recoge en aquella emigración clandestina llegó a provocar la aparición de oficinas ilegales, «lo que viene a demostrar hasta qué punto se desató la fiebre migratoria en los comienzos de aquella década.

Emigración irregular. Algunos estudios realizados en Suiza sobre aquel fenómeno admiten que aunque resulta complejo conocer el volumen de la emigración irregular -puesto que no existe ningún registro detallado de las salidas y entradas de españoles a Europa- al sumar los datos oficiales con los de los países receptores se puede demostrar que entre 1960 a 1969 la tasa media de salidas sin contrato era del 51,5 por ciento de los emigrantes, cifra que no controlaba la administración española. Además, la cantidad de emigrantes registrada por España era sensiblemente inferior a la que ofrecían los Estados de acogida.

«Nuestros emigrantes a Europa apuntalaron de manera importante la economía española con sus remesas de divisas, hasta el punto de constituirse en el segundo capítulo en cuanto a ingresos de divisas de la balanza de pagos. El primer capítulo lo proporcionaba ya en aquellos años el turismo. España ingresó a lo largo de los 60 cerca de tres mil millones de dólares procedentes de los ahorros de los emigrantes. Este fenómeno produjo un impresionante aumento de los capitales y de la capacidad financiera de las cajas de ahorro y de algunos bancos. Hubo alguna caja de ahorros de provincia con modesta renta per cápita que adquirió una gran potencia», escribe el historiador Félix Santos en su estudio Exiliados y emigrados: 1939-1999 (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).

En el capítulo que Pablo Méndez dedica a la emigración española y burgalesa se pone de manifiesto que Alemania fue el país que acogió más burgaleses, «por encima de los 1.900 obreros» sólo entre 1960 y 1968. «En las listas oficiales aparecen importantes contingentes de mujeres, casi siempre a fábricas textiles en operaciones diversas. Por ejemplo, la operación 'Catell 7' llevó a decenas de burgalesas a las empresas H. Bahlsens, de Hannover, y A. Malich, de Sudheim. Otro gran grupo femenino se encuadró en la operación 'Krefeld X', que las llevó hasta la empresa Gebruder Stollwerke AG, en Colonia. Pero sin duda la empresa que acaparó mayor número de obreros en los primeros años de la década, hombres en su mayoría, fue la impronunciable Gutehoffnungshütte, de Oberhaussen-Sterkrade, que empleó, sólo en 1961, a 79 burgaleses en la operación '2.068'».

Respecto de Suiza, escribe Méndez: «El país helvético tiene una peculiaridad respecto al resto: prácticamente el 100% de los emigrantes quedan consignados en las listas oficiales como labradores, aunque hay que pensar que no se realizaba una especificación entre labradores y ganaderos, pues buena parte de los contingentes obreros fueron destinados a las explotaciones ganaderas que estaban en la base de una industria alimentaria muy importante. Es significativo señalar la presencia de importantes grupos de emigrantes salidos del partido judicial de Salas de los Infantes, especialmente de Quintanar de la Sierra y Hontoria del Pinar, hombres cuyo trabajo estaba íntimamente ligado a la madera (...) El destino de esos obreros es evidente: las serrerías suizas». A este respecto, y como ejemplo, anota el historiador que de los 238 burgaleses que en 1962 partieron hacia Suiza, cerca de 40 eran de Quintanar. Así, entre 1960 y 1968, más de 1.500 burgaleses recalaron en tierras helvéticas.