A Paco le hablan de Alemania y se le enciende el rostro, y sonríe por los ojos y por los labios. Y con el alma. Aunque nació en Granada, lleva tres décadas viviendo en Burgos. Y se siente burgalés. Tanto como español. Y tanto como alemán. «Yo a Alemania le debo todo lo que soy», zanja de entrada, para que no haya ninguna duda. Es el suyo un caso singular: fue emigrante en tierras germanas, pero de segunda generación, aquella que lo hizo entrada la década de los 70, cuando la explosión migrante iba atenuándose porque España empezaba a crecer de verdad. Pero es hijo de emigrantes que lo hicieron en las primeras oleadas: su padre fue de los primeros, y de los que lo pasó mal de verdad, de los que vivieron en barracones en los primeros meses, de los que se chocaron contra el muro de la realidad de una lengua imposible y de unas costumbres tan ajenas.
Francisco Jerez, Paco para todos, emigró a Alemania cuando aún no era mayor de edad. Lo hizo legalmente, no así sus padres, que se lanzaron a la aventura como hacen tantas personas ahora con destino a España y a otros países de Europa. La necesidad obligaba.Eran tiempos duros y se aspiraba a una vida mejor. «Ellos fueron sin contrato. Sufrieron mucho.Lo pasaron muy mal. Les costó adaptarse. Para mí fue mucho más fácil», admite. Paco se instaló en Remscheid, una ciudad cercana a Colonia y Düsseldorf en la que llegaron a vivir hasta 5.000 españoles. Empezó a trabajar en una fábrica de mecanizados a la que vez se formaba en el oficio de mecánico ajustador. «Fue bastante duro el aprendizaje, porque desconocía el idioma. Formarme en un oficio fue lo más difícil para mí».
Durante los veinte años en los que residió en tierras germanas sintió nostalgia de España, claro, pero se adaptó estupendamente.Su carácter extrovertido le ayudó en su experiencia migratoria. «Yo siempre me amoldo bien a todo». Jamás, en todo aquel tiempo, se le pasó por la cabeza regresar: allí se casó y tuvo dos hijos; compró primero un piso, luego una casa... «A mí Alemania me ha dado mucho. Todo lo que tengo se lo debo a ese país». Regresó finalmente a principios de los años 90, atraído por una oferta de una empresa radicada en Burgos llamada Fabisa. «Pagaban muy bien, era un sueldazo, y decidí volverme». Tiempo después montó su propia empresa, que está ubicada en Villalbilla.
Empatiza, como no podía ser de otra manera, con todos los que, hoy, emigran buscando una vida mejor, un futuro con más oportunidades lejos de su tierra. Sí le gustaría que ese movimiento se hiciese de forma ordenada y regular, pero no olvida que mientras ahora muchos llegan a España en patera «otros lo hicimos en coches, furgonetas e incluso andando. Así cruzaron las fronteras muchos españoles». Viaja con frecuencia al país que le acogió, donde conserva grandes amigos. «Una vez al año por lo menos». Está feliz en Burgos, al borde de la jubilación ya. Seguro que, cuando esta llegue, aún viajará más veces a su Alemania.Aunque la lleva siempre en la memoria y en el corazón.