Unos golpecitos sobre las escaleras traseras de la tarima ya permitían anticipar la avalancha que estaba a punto de venirse encima de los ebrovisivos. Los componentes de Arde Bogotá fueron saliendo al escenario escalonados, hasta que Antonio García saltó en último lugar ataviado con un traje gris perla. Poco le duró la americana, pues para cuando terminó de cantar Clávame tus palabras y dio paso a Cariño ya la había perdido. Lógico, dado que para mantener un ritmo tan frenético sobre el escenario necesitaba soltar lastre. Y es que, pese a la brisa que corría en Miranda e indicaba el fin del verano, la banda calentó la noche con su repertorio.
El vocalista hizo todo lo posible por trasladar al público ese mismo ritmo que tenían tanto sus propias caderas como los acordes de las guitarras que le escoltaban. «Aquí hemos venido a bailar, es un hecho consumado, y si no, espero que lo sea ahora», dijo García. Y no equivocó. Las más de 5.000 personas que acudieron alPolideportivo le acompañaron en cada compás, cada verso, cada estribillo de una actuación que encendió a todos los asistentes. Hubo momentos mágicos, como cuando las luces se atenuaron mientras sonaba la última estrofa de A lo oscuro y las gargantas de los ebrovisivos se fusionaron con la música de los altavoces para gritar al cielo de forma conjunta.
La reacción de los asistentes ante el despliegue de los muchachos de Cartagena era totalmente previsible. Sobre todo, porque algunos se habían presentado en Miranda solo por ver su actuación. Ese era el caso de Ánder y Andoni, dos jóvenes de Bilbao que consideraban a este colectivo como «el mayor reclamo del festival». Pese a que el segundo de ellos ya había podido disfrutar de alguna intervención de este grupo sobre diferentes tarimas, aseguraba que tenía ganas de más, ya que consideraba a Arde Bogotá como «una banda emergente, que ha pegado mucho en los dos últimos años, y sobre todo que tiene algo diferencial, porque es un rock comercial pero diferente a lo que se suele escuchar en la radio, que casi no sale del reguetón y del pop». Es decir, para este par de vascos su música se alzaba como «un soplo de aire fresco».
Arde Bogotá se lo dejó todo sobre el escenario y sacó a pasear sus grandes éxitos, como 'A lo oscuro'. - Foto: Luis López AraicoPero la jornada grande de Ebrovisión no solo contó con esta impresionante actuación. Y es que el festival mirandés siempre destaca por su variedad y capacidad para reunir talento. Así lo reconocía la vitoriana Maite, quien aseguraba que según conoció el cartel supo que no se lo podía «perder» porque era casi una obligación «ver el mismo día a gente como Arde Bogotá o Mikel Erentxun». Su amiga, María Ángeles, se sumaba a esta idea, pero iba un poco más allá y apuntaba que la cita musical además logra enseñar nuevos sonidos a los asistentes porque «te hace investigar y encontrar gente que luego te gusta, como Camellos, que han actuado en el escenario pequeño y su música está muy bien, aunque el directo luego sea algo diferente».
Ese fue el grupo que abrió la tarde en el recinto principal del Polideportivo de Anduva, que sobre las 19.00 horas empezó a recibir un goteo constante de festivaleros. La tarima secundaria se inundó con el punk de esta banda madrileña, pero cuando sus acordes dejaron de sonar llegó el momento de la pausa y la sensibilidad que ofreció el concierto de Maika Makovski, ya en la tarima más grande de toda la cita. Allí se mantuvo esa línea melódica con Erentxun. Como era de esperar, este firmó una actuación de gran nivel y se alzó como la antesala perfecta para el éxtasis nocturno que encendió Arde Bogotá.
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