La época de bonanza de la DO Ribera del Duero no sólo se puede medir por el nivel de ventas de sus vinos. El origen de los mismos también sirve de termómetro del auge de esta zona vitivinícola. El aumento de su extensión de viñedo viene siendo constante desde la creación de esta zona de calidad, allá por 1982, pero con el paso de los años se ha intensificado. En la última década se han plantado más de 5.500 hectáreas de vid, lo que supone un crecimiento de una cuarta parte de la superficie de cultivo dedicada a viñedos amparados por la DO, hasta alcanzar las 27.250 hectáreas.
En los tres últimos años, estas plantaciones se han incrementado en la variedad tempranillo de forma constante, a raíz de mil hectáreas anuales desde 2020. Pero, en porcentaje, las cepas de albillo mayor son las que han registrado un mayor aumento en la apuesta de bodegas y viticultores con las nuevas plantaciones.
Desde 2021, la denominada Ribera Blanca ha pasado de 393 a 462 hectáreas, rompiendo la racha acumulada de 12 años de caídas . «En esos años se arrancó mucho viñedo y se plantó tempranillo», reconoce Félix Marina, uno de los viticultores que apuestan por los vinos blancos de Ribera del Duero, para explicar aquella tendencia a la baja. De esos años, Marina también apunta que «había mucho viñedo de albillo mayor registrado como tinto» que ahora se ha regularizado al autorizar el reglamento de la DO la elaboración de vinos blancos con esta variedad que, al constar como el tipo de uva que realmente es, ha contribuido al incremento de la superficie plantada.
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