Una vida llena de fortaleza

Belén Antón / Castrillo
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Cirila Salas Medel, que goza de una envidiable salud y buen humor, cumple mañana cien años. El sábado pasado los vecinos del municipio serrano y sus familiares le rindieron un emotivo y festero homenaje

Cirila Salas recibió el homenaje de sus paisanos. El diputado Ramiro Ibáñez la entregó una placa conmemorativa. - Foto: Azúa

Valiente, luchadora, con carácter, trabajadora y amada por todos los que la rodean por su afabilidad. Con esta carta de presentación, Cirila Salas Medel sólo puede ser serrana por los cuatro costados. Natural de Castrillo de la Reina, donde ha vivido la mayor parte de su vida, esta longeva mujer cumplirá mañana 100 años, un aniversario que el Ayuntamiento de su pueblo ha querido celebrar este sábado con un homenaje en el que Cirila estuvo arropada por sus vecinos y familiares y donde recibió dos placas como reconocimiento. Un emotivo acto donde tampoco faltaron los dulzaineros. «Me gusta mucho la música y bailaba muy bien la jota, y el sábado también bailé», relata Cirila, que goza de una envidiable salud y recuerda con claridad muchos de los momentos vividos.

Hija única del matrimonio formado por Antonio y María, Cirila nació en la misma casa de la calle del Corralejo donde ha vivido siempre y donde este fin de semana ha disfrutado del cariño de su familia, formada por cuatro hijas y un hijo, que falleció hace unos años, once nietos y ocho biznietos. «Aunque fui hija única, mi madre, que sabía leer y escribir, me enseñó a hacer de todo. Fui a la escuela hasta los catorce años y con mis padres iba al campo con los animales, trabajaba la tierra y me subía a las ramas de los árboles para hacer leña. También recuerdo que mi padre estuvo en la Guerra de Marruecos siete años y óomo mi madre me enseñó a bailar en la cocina de casa».

Tras una infancia donde se comía lo que había, horas en la escuela, trabajo con los padres y bailes con las amigas los domingos en un Castrillo con mil habitantes, Cirila contrajo matrimonio a los 19 años con Antonio González, un año mayor que ella. De esa unión nació su hija mayor, Purificación, que apenas conoció a su padre porque murió durante la Guerra Civil sólo once días después de la llegada de su hija.

Aún dando el pecho a su hija mayor, su generosidad la llevó hasta la localidad de La Gallega, para con su leche tratar de salvar a la hija del maestro del pueblo, también viudo. El destino hizo que la pequeña, muy enferma, no sobreviviera, pero que Cirila y Gorgonio Benito se enamoraran y se casaran en Castrillo. Juntos tuvieron dos hijas, Justa y Juana, pero apenas dos años y medio después de su boda, Cirila tuvo que sobreponerse de nuevo a la muerte de su marido.

Con sus tres hijas y dando una gran lección de superación, Cirila regresó a Castrillo, donde trabajó duro para sacarlas adelante y donde siempre ha estado dispuesta a ayudar a los demás. En su pueblo fue donde conoció a Eusebio, su tercer marido, que le «regaló» a sus dos hijos pequeños, Pili y Eusebio. Con este último, soltero y que falleció hace unos años, ha sido con el que ha convivido en Castrillo las últimas décadas, ya que sus cuatro hijas viven entre Palma de Mallorca, Bilbao y Vitoria.

 

Hilandera

Su vitalidad y capacidad para desenvolverse con soltura le ha permitido vivir prácticamente sola en su casa de Castrillo hasta mayo, mes desde el que vive en la residencia San José de Salas de los Infantes, donde mañana celebrará su cien cumpleaños con otra fiesta. Allí se encuentra a gusto y disfruta dando paseos por el entorno. «A veces juego a las cartas, pero me canso. Me gusta más dar paseos y alguna vez cojo moras y se las llevo a las enfermeras», cuenta Cirila, que ha superado dos atropellos de coche en Castrillo, el último con 86 años y del que se recuperó rápido.

Viendo sus preciosas manos, que mueve cuando habla, nadie diría lo que ha trabajado con ellas y las horas que se ha pasado cardando e hilando. «Iba delante de las vacas guiándolas mientras hacía punto y luego se me perdían las agujas», relata Cirila, que con otras mujeres del pueblo formó parte del  grupo de las Hilanderas de Castrillo, que hacían recreaciones de esta labor. «Una vez estuvimos en Burgos, al lado de la catedral, para tejer e hilar. También había esquiladores y cantábamos y bailábamos», añade. 

Esta castrillense también recuerda algunos de los viajes que ha hecho. «He ido a Palma en avión, he estado en Granada, Zaragoza, Portugal y en Sevilla cuando la Expo, fue la ciudad que más me gustó», recuerda esta mujer, a la que el paso de los años tampoco le ha restado coquetería, ya que le gusta llevar sus pendientes y pañuelo e ir a la peluquería.

Una vida, la de Cirila, cargada de superación, de sobreponerse a las adversidades, de mirar hacia delante y de dedicación a sus hijos. Una vida cargada de experiencias, de momentos duros y también de otros bonitos e inolvidables que esta entrañable mujer puede seguir compartiendo con los suyos.

Muchas felicidades.