La vergüenza deja ciberdelitos sexuales sin ser denunciados

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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En la última década la Policía Nacional ha conocido en la provincia cerca de 80 de estos hechos, ha esclarecido más de medio centenar y ha detenido e investigado por ellos a 50 varones y una mujer

La vergüenza deja ciberdelitos sexuales sin ser denunciados - Foto: LUIS LÓPEZ ARAICO

Las estadísticas de criminalidad del Ministerio del Interior recogen desde hace más de una década los delitos que se cometen a través de internet, y lo que revelan es que se han ido incrementando de una manera tal que ya superan a la delincuencia común con carácter general porque la vida, cada vez en mayor medida, se desarrolla a través de las pantallas. No ocurre así con los que tienen que ver en concreto con la libertad sexual, que no se denuncian como deberían. «La vergüenza que muchas veces sienten las víctimas por lo que les ha ocurrido hace que se retraigan de poner una denuncia, hay un porcentaje que no se denuncia, aunque cada vez menos, por lo que desde aquí les animamos a hacerlo, porque una víctima nunca es culpable de lo que le ha ocurrido, por más que se pregunte cómo le ha podido pasar eso. Aquí nunca vamos a juzgarla y vamos a hacer todo lo posible por protegerla, por esclarecer lo ocurrido y detener a quienes hayan podido estar implicados». Quien así se expresa es Antonio Salguero, inspector-jefe del Grupo de Delitos Tecnológicos de la Comisaría de la Policía Nacional de Burgos, quien, como norma general, aconseja desconfiar siempre de cualquier propuesta que se reciba de una persona a la que no se conoce físicamente y con la que se ha contactado únicamente a través del ordenador o del teléfono móvil.

Se utilizan conceptos anglosajones para describir prácticas delictivas que tienen a las redes sociales como escenario como el denominado grooming, que la ONG Save the Children define como el acoso que un adulto ejerce cuando se pone en contacto con un niño, niña o adolescente con el fin de ganarse poco a poco su confianza para luego involucrarle en una actividad sexual, o el sexting que consiste, según el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) en  enviar  a través del teléfono móvil u otro dispositivo con cámara, fotografías o vídeos producidos por uno mismo con connotación sexual. El riesgo, en este caso, está en que una vez enviados estos contenidos, pueden ser utilizados de forma dañina por los demás. 

«En el caso de los groommers les hay que tienen intención de tener un contacto sexual con los menores, y otros lo que buscan es conseguir el mayor número de imágenes y contactos con otros menores y eso lo hacen a través del chantaje: si a una niña de 14 o 15 años le dicen que van a hacer públicas las fotos suyas de carácter íntimo que le ha enviado si no le pasa fotos de sus amigas, a las que va a ampliar la extorsión, ya la tiene en sus manos. Su objetivo es conseguir imágenes y la mayoría de los que lo llevan a cabo son varones», pone como ejemplo el inspector Salguero.

(Más información, en la edición impresa de este domingo de Diario de Burgos)